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que para quedarse, junto con unas temperaturas ya suaves, preludio del otoño que ira llegando definitivamente a estas tierras. Vimos serbales, abedules, fresnos de hoja ancha, pinos silvestres y negro, y mostajos. Pero un hibrido de roble, el Quercus x legionensis, destacaba sobre todos los demás. En las montañas leonesas, donde el roble propio es el albar, cuando el terreno es ácido, aparece este híbrido, tan abundante por aquí, que es nuestro honor recibe el nombre de “Legionensis”. La genética del Quercus petraea aporta a este híbrido resistencia a los fríos y largos inviernos y sobre todo a las heladas fuera de los mismos, y el Quercus pyrenaica aporta la resistencia a esos suelos ácidos. Esta es una recopilación de algunos de esos robles, en este caso de los centenarios, que nos acompañaron en el pasein de ayer. Parte de ellos formaban una antigua devesa, que es como se llaman a estos terrenos abiertos con viejos ejemplares, en buena parte del noroeste ibérico. En parte una ruta señalizada, y el resto por caminos que ya conocía, con el agua también como protagonista, a la que quito dicho protagonismo también, un ejemplar de escribano cerillo.