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los patrios lares! Todos me prometieron un abrazo para el día que volvieran. Cuan pocos podrán cumplir su deseo!. Hace algunos días, al caer de una tarde nebulosa y fría, como de invierno, vi que adelantaban por la carretera, dirigiéndose a mí, dos humanos seres, con apariencias mas de espectros que de hombres. Apoyábanse mutuamente el uno con el otro caminando con lentitud, parándose a cada instante para tomar aliento. Acercáronse más, reclinaron su cansado cuerpo sobre mi viejo tronco, sentime dulcemente aprisionado y entre sollozos oí qué me decían. “ Por fin logramos abrazarte; Temíamos no volverte a ver, árbol querido”. Luego añadieron acariciándome mas y mas con sus escuálidos brazos: “ Por nosotros y en memoria de aquellos infelices compañeros nuestros cuyos huesos blanquean la manigua y que no gozaran ya más de tu sombra , ni volverán a pisar el sagrado suelo de la patria”. Dolor de los dolores, el que en aquel instante conmovió todo mi ser. “ Míralo, parece que llora” exclamó uno de los repatriados alejándose ambos emocionados a tiempo que llegaba la gente del pueblo a recibirlos. Lloraba, si. Y no ha de parecer extraño que yo vegetal, ser dotado de vida al fin y al cabo, me emocionara hasta derramar lagrimas al contemplar tan doloroso espectáculo, pues según he oído decir a las personas sesudas que en los días de buen tiempo vienen a platicar de cosas importantes junto a mi tronco, ha sido tan inmensa la desgracia y tan general el desconsuelo que, en esta desventurada nación hasta lo inerte se ha conmovido”” He ahí todo cuanto creí entender que me decía “ El árbol triste”