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en la figura de una esbelta joven de cabellos al viento con túnica verde, y una canastilla llena de flores y frutas junto al signo de tauro. En este mes se celebraba en Roma una serie de festejos como la dedicada a Flora, la diosa de las flores y frutas que alcazaba un carácter licencioso, o como la llamaban los romanos "bacanales romanas", fiestas a las que eran muy aficionados los habitantes del imperio. También era muy celebrado el 21 de abril aniversario de la fundación de Roma por Rómulo y Remo, celebración que se hacía en el Coliseo con grandes espectáculos de circo, luchas de gladiadores y carreras de cuadrigas. Abril es un mes que se inicia en los albores de la primavera y al que el refranero español le dedica numerosos refranes, ahí van algunos: Buenos amigos y buenos abriles uno entre miles. Para conocer un buen abril cien años has de vivir, el viejo que lo decía tenía ciento y uno y no conoció ninguno. Abril aguas mil, sino al principio al medio o al fin. A continuación y con vuestro permiso expongo mis reflexiones muy reflexivas sobre abril, un mes en el que lo días toman un aspecto indefinido de deliciosa dubitación, de una sutil timidez, donde la tierra aferrada aún a los rigores invernales se sorprende ante la nueva invasión de luz solar, del griterío de la naturaleza al despertar a la nueva vida de ese mes huidizo de abril en el que ningún día se parece a otro. Días que amanecen con un sol flojo, sin temperatura, y que a lo largo del día se cubre con nubes de color panza de burro muy densas y mantecosas, o con nubes blancas que parecen brochazos de cal sobre un lienzo azul que dejan caer una fina cortina de agua sobre los bosques misteriosos de verde oscuro. Después cuando la lluvia cesa - a agua pasada - el verde de los pinos se barniza y abrillanta con la petulancia con la que la naturaleza nos sorprende. En cambio otros días aparecen nubes de un negro amenazante que al transcurrir de las horas cumplen la amenaza, y deja caer torrenciales lluvias que destrozan cosechas e inundan pueblos y campos, así de imprevisible es abril, capaz de lo mejor y lo peor. En abril todo se inicia a la vida y hasta los circunspectos cipreses siempre abotonados hasta el cuello, aparecen más alegres, más brillantes, son días en los que abril se deja abrazar por el cálido aire de primavera, de una brisa casi veraniega, aunque también hay días de densa humedad, de nieblas bajas y ambiente desapacible. En las montañas aún es invierno con las cumbres espolvoreadas de azúcar glass, de nata, en cambio junto al mar todo es desvarío, el mar en su infinita soledad está quieto, tranquilo, como saturado de la dulce placidez que da contemplar el ir y venir perpetuo de las olas que mueren junto a la orilla con un imperceptible rumor, como un suspiro. ¡¡¡¡¡Que momentazo!!!!! Contemplar esa dulzura del cielo en abril, las gaviotas volando en bandadas cuando se juntan las suficientes, el jadear del mar - la mar como la llaman los marineros - en una conjunción perfecta entre el cielo y el mar, entre lo humano y la naturaleza. Por eso abril es el mes elegido para la exaltación de la naturaleza, de una receptividad de todos los sentidos que contemplan absortos como transpira la savia de la tierra, de las plantas, de los árboles y del mundo animal, un mundo animal que vive extasiado entre hierbas mojadas, sabrosas y tiernas tan verdes que ya no las volveremos a ver así de nuevo hasta el próximo abril. Esos cielos brillantes, los ruidosos chubascos, campos de verde intenso, la placidez de las playas, bosques de verde brillante, todo eso está reflejado en este reportaje - o al menos lo intenté - de ese mes de abril tan casquivano e impredecible.