El aceite de oliva se llena también de microplásticos
Según un estudio francés muchas botellas de aceite de oliva están repletas de microplásticos o ftalatos.
Sergio Delgado Martorell
¿Tenemos la guerra perdida contra los microplásticos? Lo cierto es que, tristemente, éstos están cada vez más presentes en nuestra alimentación. De hecho, un estudio reciente alerta: la presencia de microplásticos en diversas marcas de aceite de oliva virgen extra comercializadas en Francia es alarmante.
Muchas botellas contienen trazas de ftalatos, compuestos plásticos potencialmente perjudiciales para la salud humana tal y como ha publicado la revista francesa 60 millions de consommateurs. Tras una investigación sobre 22 marcas de aceite de oliva virgen extra disponibles en diferentes supermercados del país.
¿Qué son los ftalatos y por qué deberían preocuparnos?
Los ftalatos son aditivos usados en la industria del plástico para hacerlo más flexible y resistente. Aunque su uso está regulado, estudios recientes los vinculan con efectos nocivos sobre la salud, especialmente por su rol como disruptores endocrinos.

Estos compuestos pueden interferir en el sistema hormonal, y algunos investigadores apuntan a su posible relación con problemas como la infertilidad, alteraciones del desarrollo e incluso afecciones cardiovasculares.
Su presencia en un alimento tan básico como el aceite de oliva pone de manifiesto la urgencia de revisar los sistemas de producción y envasado.
En realidad, es un problema que trasciende fronteras
Aunque los datos provienen de Francia, es un error pensar que esta situación no se reproduce en otros países, como España, donde el consumo per cápita de aceite de oliva es significativamente mayor.
La estructura del mercado español, con una gran parte del producto distribuido en formatos económicos y envases plásticos, hace muy probable que la contaminación por microplásticos esté igual o incluso más extendida.
No basta con producir aceite de alta calidad si no se asegura su pureza hasta el consumidor final. Y ahí es donde los envases juegan un papel crucial. En muchos casos, la contaminación se produce por migración de compuestos desde los plásticos utilizados para almacenar el aceite, una situación que podría evitarse con materiales más seguros o controles más estrictos.
Uno de los mayores retos de los microplásticos es que no se perciben fácilmente. No alteran el sabor, el olor ni la textura del producto. Su presencia sólo puede detectarse mediante pruebas de laboratorio especializadas. Esta «invisibilidad» los hace especialmente peligrosos, ya que su consumo continuado puede pasar desapercibido durante años, hasta que aparecen efectos acumulativos en la salud.
El caso de Francia es paradigmático no solo por lo que revela, sino por el tipo de análisis que se ha realizado. La publicación del estudio de 60 millions de consommateurs no solo pone en evidencia la presencia de microcontaminantes, sino que demuestra que es posible —y necesario— someter estos productos a una fiscalización más rigurosa.
Este tipo de iniciativas deben replicarse en otros países, especialmente en aquellos donde el aceite de oliva representa un pilar económico y cultural. Los expertos alertan: la transparencia con el consumidor y la exigencia de calidad deben ir de la mano de una vigilancia real sobre todos los factores que inciden en la salud pública.
¿Es hora de volver al vidrio?
Frente a esta situación, surge una necesidad urgente de reconsiderar el tipo de envases usados. Durante años, el vidrio fue el estándar en la distribución de aceites de calidad. Su uso no solo protege el contenido de la luz y la oxidación, sino que evita la migración de sustancias plásticas al alimento. Aunque el vidrio puede representar un mayor coste logístico, los beneficios sanitarios y medioambientales son claros.
Apostar por envases seguros es también una forma de proteger el prestigio del aceite de oliva. Si el sector quiere mantener su posición como referente de salud y tradición, no puede ignorar los riesgos asociados a la contaminación química.
El aceite de oliva no es solo un producto agrícola. Es el corazón de una cadena productiva que da empleo a miles de personas y define paisajes enteros. Preservar su calidad implica asumir una mirada integral, que incluya desde las prácticas de cultivo hasta el etiquetado, pasando por la elección de materiales de envasado.
Con casos como este, se impone la necesidad de políticas públicas que exijan controles de contaminantes y fomenten alternativas sostenibles. También los consumidores tienen un papel importante, al exigir más información, elegir productos con envases seguros y apoyar prácticas de producción responsables. Y es que el aceite de oliva es pilar fundamental de nuestra dieta y como tal, debe ser saludable y libre de microplásticos y otros contaminantes.