Aquamación: ¿cómo se hace la ‘cremación’ ecológica del futuro?

La aquamación, un método en el que el cuerpo se disuelve en líquido en pocas horas, y en el que se invierte un 75% menos de energía

María José Montesinos

María José Montesinos

El Premio Nobel de la Paz Desmond Tutu fallecía hace poco en medio del reconocimiento internacional. El que fuera artífice junto a Nelson Mandela del fin del apartheid en Sudáfrica había dejado dicho que quería un funeral austero y ecológico.

Lo primero, pudimos comprobarlo con su ataúd, una sencilla caja de pino. Lo que no se vio pero se ha sabido más tarde es el método elegido para tratar sus restos mortales: la aquamación, un procedimiento que se ha llamado también cremación ecológica, aunque es una alternativa en la que no se produce ninguna incineración.

Esta curiosa forma de tratar los restos mortales de las personas fallecidas, sorprendía a muchos, ya que es un método poco frecuente todavía, que no tiene la misma presencia que los habituales hasta ahora: el enterramiento y, de manera cada vez más presente, la incineración de los restos. Aunque la aguamación es una opción que está ya disponible en algunos países, como Estados Unidos y Canadá.

Aquamación: ¿cómo es el proceso?

En la aquamación, el cuerpo del fallecido se introduce en un tanque de metal presurizado y completamente hermético, donde se sumerge en una solución líquida compuesta en un 95% por agua y un 5% de ingredientes alcalinos. Estos componentes son principalmente hidróxido de potasio e hidróxido de sodio –también conocido como sosa cáustica-.

Se desencadena una reacción química que hace que la materia orgánica del cuerpo se vaya disolviendo en apenas unas horas

Esta combinación de ingredientes es sometida a una temperatura de unos 150ºC, que no hace que el agua hierva sino que desencadena una reacción química que va progresivamente rompiendo las sustancias del cuerpo hasta hacer que la materia orgánica se vaya disolviendo. El proceso de aquamación dura entre tres y 16 horas.

Aquamación, también cenizas al final del proceso

Al final de la aquamación, solo queda el esqueleto, que se reduce a polvo para entregarlo a los familiares, al igual que se hace con las cenizas tras una incineración. En el caso de la aquamación, los restos son más claros, y, da como resultado aproximadamente un 32 % más de volumen que los obtenidos tras la cremación basada en el fuego, por lo que pueden requerir una urna más grande.

La combustión producida durante la incineración genera muchas emisiones. Fuente: Pixabay

Pero la mayor diferencia entre la aquamación y la cremación es que en el caso de la aquamación habrá invertido un 75% menos de energía que la usada para la cremación de cadáveres. En concreto, 243 kilos de CO2 equivalente en el caso de la incineración, por 59 kilos en el caso de la aguamación, según GreenCremation.com.

En la aquamación se invierte un 75% menos de energía que la usada para la cremación

Emisiones de la incineración

Aunque la cremación se ha presentado como una forma más sostenible que el enterramiento en cementerios, para evitar la ocupación de superficie que suponen, lo cierto que la incineración, que exige temperaturas de unos 1.400º C hasta reducir los cuerpos a cenizas, genera una gran cantidad de emisiones a la atmósfera durante el proceso de combustión.

El enterramiento, el método hasta ahora más tradicional, también tiene impacto ambiental. Fuente: Pexels

Respecto al enterramiento en tumbas, en España no existe un cálculo de la superficie total destinada a cementerios, pero en Estados Unidos se ha contabilizado casi medio millón de hectáreas dedicadas a esta misión. Por otra parte, se ha calculado en 1,6 millones de hectáreas de bosques talados para la madera con la que se fabrican los féretros.  

Un estudio señalaba a la incineración como un método más ‘verde’ que el enterramiento en cementerios

Un estudio francés que realizó una comparativa entre el impacto ecológico de la inhumación y la incineración concluyó que el menos verde es el enterramiento, debido a que se exige que los féretros se depositen en estructuras de hormigón, un material que produce un alto nivel de emisiones durante su fabricación.

El enterramiento directo no está permitido. Fuente: Pexels

Señalaba el informe francés que sería el más ecológico si se permitiese enterrar directamente en la tierra, algo que está prohibido en el país galo y también en España.

En nuestro país, la Fundación Terra ha publicado un informe sobre los efectos de la cremación en la atmósfera, en el que se concluye que, si bien no son relevantes en las emisiones de dioxinas y furanos, si llegan a niveles reseñables en la dispersión de metales pesados, especialmente el mercurio, que puede llegar a influir de manera dañina en el entorno más inmediato.  

La aquamacion reproduce la descomposición natural

Los defensores de la aguamación, como la Cremation Association of North America (CANA), explican que se trata de un método que, simplemente reproduce la descomposición natural de los cuerpos, solo que a un ritmo más acelerado, pero reduciendo a horas lo que habitualmente costaría décadas. También argumentan que se trata de un modo más ‘delicado’ que la incineración.

El enterramiento es el método más extendido. Fuente: Pexels

Desde CANA indican que el efluente líquido que resulta tras el proceso de licuado de la materia orgánica en la aguamación es estéril. Contiene sales, azúcares, aminoácidos y péptidos pero no quedan tejidos humanos ni rastro de ADN una vez el procedimiento se ha completado hasta el final.  En Estados Unidos, simplemente comprueban el pH del agua y lo tratan como aguas residuales. España no admite ese vertido de aguas, vetado por su legislación de salud pública.

Aquamación, una novedad que no lo es tanto

Lo curioso es que la hidrólisis alcalina no es una novedad de los últimos avances tecnológicos. Ni mucho menos: fue desarrollada en 1888 por Amos Herbert Hanson, un agricultor que la patentó como una manera de hacer fertilizante a partir de cadáveres de animales. En 1993, se instaló el primer sistema comercial en Albany Medical College para desechar cadáveres humanos. El proceso se utilizó por primera vez en la industria funeraria en 2011 por dos funerarias diferentes, una en Ohio y otra en Florida.