Alerta en Europa: la chinche acuática gigante avanza por el Mediterráneo
Un gran insecto se expande por el mar Mediterráneo alterando los hábitats y alertando a los turistas y visitantes.
Pablo Ramos
La irrupción de un insecto acuático de tamaño colosal ha suscitado inquietud en varios puntos del mar Mediterráneo. Aunque su presencia se remonta a décadas pasadas en determinadas regiones, ha sido en Chipre donde su proliferación ha adquirido recientemente un cariz preocupante, tanto por su comportamiento como por las posibles implicaciones ecológicas.
Este nuevo foco de atención biológica tiene nombre propio: Lethocerus patruelis, más conocido como chinche acuática gigante, un depredador voraz que habita en medios de agua dulce y cuya envergadura ha sorprendido incluso a los entomólogos más experimentados.

Un insecto fuera de escala: llega a medir 8 centímetros y muerde
Considerado uno de los insectos más grandes del continente europeo, el Lethocerus patruelis alcanza longitudes de hasta ocho centímetros, lo que lo convierte en una auténtica rareza dentro de la fauna local. Su aspecto robusto, unido a una mandíbula potente capaz de infligir pequeñas mordeduras en los pies de los bañistas, lo ha situado en el centro del debate científico y social.
Aunque su hábitat originario abarca desde los Balcanes hasta el sudeste asiático, su avance hacia zonas más meridionales, incluidas las islas del Egeo, el sur de Italia y, más recientemente, la costa chipriota, ha puesto en alerta a investigadores y autoridades medioambientales.
Chipre, en el epicentro de la chinche acuática gigante
La detección de la plaga no ha llegado por vías oficiales. En marzo de 2024, el Museo Nacional de Historia Natural «Grigore Antipa» documentó la creciente presencia de la chinche acuática gigante en Chipre, pero fueron los propios turistas y ciudadanos quienes, a través de publicaciones en redes sociales, alertaron con imágenes de su inesperada aparición.
Las fotografías y testimonios hacían referencia al tamaño inusitado del insecto y a incidentes menores, como picaduras en zonas sensibles del cuerpo, generalmente los pies. Esta dimensión viral contribuyó a acelerar la investigación científica sobre la expansión de la especie.
El clima cambia: el fenómeno de la “mediterraneización”
Detrás de esta expansión se esconde un proceso más profundo. Según un estudio reciente publicado en la plataforma científica ARPHA, el calentamiento global estaría promoviendo un fenómeno denominado “mediterraneización”: es decir, la progresiva transformación de los climas templados europeos en entornos con características propias del clima mediterráneo.
Este cambio de patrón climático, que altera precipitaciones, temperaturas y ciclos biológicos, modifica los hábitats naturales y permite que especies propias de latitudes más cálidas encuentren ahora condiciones idóneas más al norte de su distribución habitual.
Riesgo ecológico: amenaza a ecosistemas de agua dulce
Los investigadores alertan de que la introducción de especies como Lethocerus patruelis en hábitats no acostumbrados puede provocar alteraciones severas en la biodiversidad local, sobre todo en ecosistemas fluviales y lacustres, donde estos insectos compiten con especies autóctonas por el alimento y el espacio.
“En las últimas décadas, los avistamientos de L. patruelis fuera de su distribución original han aumentado notablemente, especialmente en Italia”, explican los autores del estudio. Registros previos ya confirmaban su establecimiento en el sur de Italia y algunos enclaves de Grecia, pero la intensificación de su presencia en zonas turísticas añade una dimensión económica al problema.
De lo biológico a lo económico: turismo en entredicho
Aunque por ahora no se han registrado consecuencias graves, los expertos reconocen que una proliferación masiva de estos insectos podría afectar a la actividad turística, sobre todo en playas y zonas de baño, donde el contacto con bañistas resulta más probable.
Los sectores económicos vinculados al litoral, como la hostelería o los deportes acuáticos, podrían verse comprometidos si la percepción del riesgo se afianza entre los visitantes.
No obstante, en la actualidad, se confía en que la fauna autóctona –aves, peces y otros depredadores naturales– sea capaz de mantener un equilibrio poblacional que impida que el insecto adquiera el estatus de plaga invasora.
