Así reduce el cambio climático las horas de sueño

El calor quita el sueño y, a medida que suben las temperaturas, restan horas de descanso.

Mario Picazo

Mario Picazo

Bien es sabido que el cambio climático amplifica los periodos de calor. Según los expertos, en un futuro, las elevadas temperaturas restarán un buen número de horas de sueño a muchos habitantes del planeta. 

La relación entre elevadas temperaturas y horas de sueño

Un estudio realizado por científicos de la Universidad de Copenhague muestra a escala planetaria como las temperaturas que están por encima de la media afectan el sueño humano.

El aumento térmico que viven todas las regiones, causado por el consumo de combustibles fósiles (que contribuyen al cambio climático) está relacionado con pérdidas sustanciales en las horas y la duración del sueño. 

Las temperaturas vividas a lo largo del año nos quitan cerca de 11 noches de sueño.

En la actualidad, los valores de temperatura con los que vivimos, nos quitan aproximadamente 11 noches de sueño cada año. Los resultados se basan en datos de los rastreadores de sueño de más de 47.000 personas repartidas en 68 países. También se han comparado más de 7 millones de sus registros con datos meteorológicos globales.

Horas de sueño y cambio climático: noches tropicales cada vez más frecuentes

Una parte importante de ese aumento térmico diario lo causan las temperaturas nocturnas. Las llamadas noches tropicales se producen cuando la temperatura no baja de los 20 ºC. Son cada vez más frecuentes. Sobre todo en España, que las vive con frecuencia durante los meses de verano. 

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Mapa mostrando los lugares de la península y Baleares donde las noches tropicales son más frecuentes. Fuente: AEMET

Según el equipo de investigación danés, si la quema de combustibles fósiles sigue al ritmo actual, este fenómeno irá en aumento. Y es que, para el año 2099, los escenarios climáticos calculados y las consiguientes noches calurosas podrían restar hasta 58 horas de sueño por persona al año.

Los grupos más vulnerables son las personas mayores y las mujeres.

En países de bajos ingresos, donde el acceso reducido a ventiladores eléctricos o aires acondicionados es más difícil, la pérdida de horas de sueño es más habitual. No hay que olvidar que muchos de ellos serán de los más afectados por las sequías derivadas generalizadas del cambio climático.

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La pérdida de horas de sueño debido al calor es más frecuente entre personas mayores y mujeres. Fuente imagen: Pixabay

Esa falta de horas de sueño ocurre, principalmente, al retrasarse la hora a la que las personas se duermen. También, como es lógico, por despertarse antes de su hora habitual. En noches muy cálidas, con más de 30ºC, la duración del sueño disminuye aún más, con un promedio de unos 14 minutos.

En general, cuando las temperaturas nocturnas no bajan de los 25ºC, aumenta la probabilidad de dormir menos de 7 horas a lo largo de la noche. Los minutos perdidos de sueño pueden no parecer mucho a diario. Pero, a largo plazo, van sumando. Como consecuencia, afectan negativamente a la salud y la productividad humana.

Más calor se traduce en menos sueño y peor bienestar corporal

Una sola noche sin dormir puede afectar el bienestar mental, emocional y físico de una persona. Una vez se inicia un déficit de sueño, es difícil volver a recuperarlo, incluso consiguiendo un prolongado periodo de sueño.

El cuerpo humano es muy eficiente a la hora de mantener una temperatura corporal estable, algo de lo que depende nuestra vida. Sin embargo, todas las noches realizan una función de la que no somos conscientes.

Se encarga de transmitir calor desde nuestro interior hacia el entorno, al dilatar los vasos sanguíneos y aumentar el flujo de sangre hacia nuestras manos y pies. Cuando el entorno es más cálido que el propio cuerpo, éste no consigue desprenderse de calor mientras duerme.

En noches húmedas, se vuelve más difícil eliminar el calor corporal. Por lo tanto, conciliar el sueño es más difícil aún.

Si hubiera que elegir el escenario más confortable, el ser humano es más de frío que de calor. En condiciones de vida normales, las personas parecen adaptarse mucho mejor a temperaturas exteriores más frías que a las más cálida. Aunque, lo cierto es que cada cuerpo es un mundo