Cambio de hora: así puede afectarte si eres meteorosensible

Los cambios horarios afectan a nuestro organismo junto con los cambios estacionales.

Mar Gómez

Mar Gómez

Este último fin de semana de octubre hemos cambiado la hora. El reloj se ha retrasado una hora de las 03.00 a las 02.00 de la madrugada del sábado, ganando así por lo general una hora de sueño (menos para la gente que trabaja de noche).

¿Qué supone el cambio de hora de invierno? Implica que amanecerá antes, pero anochecerá también antes, algo que unido a la disminución de las horas de luz durante estos meses puede afectar a nuestra salud. Ajustar nuestro reloj biológico no siempre es sencillo. Por eso, y por los muchos mitos en torno al cambio de hora. son muchos sus detractores.

Alteración de ritmos circadianos

Los ritmos circadianos son los cambios físicos, mentales y de conducta que siguen un ciclo diario y que atienden sobre todo a la luz y oscuridad en el ambiente. Es decir, son oscilaciones de las variables biológicas en intervalos regulares de tiempo que tienen todos los seres vivos.

En el caso del ser humano un ejemplo claro de ritmo circadiano es dormir por la noche y estar despierto durante el día.

Esto puede verse alterado con el cambio horario y puede afectar con síntomas como la somnolencia o el cansancio, irritabilidad, cambios en el estado de ánimo y déficits de atención y memoria, especialmente en niños y personas mayores.

Las recomendaciones son de una adaptación progresiva, cambiando lentamente el horario de las comidas y cenas, ajustando la hora de acostarnos y evitar compensar el desajuste horario durmiendo el día posterior al cambio de hora.

No obstante, los efectos como mucho duran un par de semanas.

Menos horas de luz en nuestro tiempo libre: ¿más tristes?

Durante estos meses de transición hacia el invierno, los días son cada vez más cortos. Si a esto le sumamos que el atardecer se producirá aún más temprano debido al cambio horario, el número de horas de luz natural cuando acaba nuestra jornada laboral se ve notablemente reducido o en muchos casos es inexistente.

Esto puede dar lugar a trastornos en el estado de ánimo, en lo que se conoce como trastorno afectivo estacional, un tipo de depresión que se ve relacionado con los cambios de estación.

En la mayor parte de los casos estos síntomas aparecen a final del otoño y principio del invierno, siendo estos un estado de animo bajo, perdida de interés en las actividades que antes se disfrutaban, disminución de la energía, cambios en el apetito, dificultad para concentrarse o problemas para dormir.

La disminución de horas de luz produce un descenso de los niveles de serotonina, una sustancia química del cerebro relacionada con el estado de ánimo. Además, la melatonina —la hormona que interviene en el ciclo natural del sueño— puede verse alterada.