¿Cómo nos calentaremos este invierno en Europa si escasea la energía?

Si no queremos que esta situación se repita en el futuro, es evidente que además de implementar medidas de urgencia debemos ponernos manos a la obra de inmediato

Alfredo García

Alfredo García

Europa se encuentra en la misma situación que los malos estudiantes en vísperas de un examen. Ha tenido tiempo, recursos y capacidad para prepararse, y sin embargo se ha dedicado a perder el tiempo. Hace décadas que sabemos que debemos prepararnos para mitigar el calentamiento global, garantizar el suministro energético para nuestro bienestar y el buen funcionamiento de nuestra sociedad, reducir la dependencia del exterior y al mismo tiempo no dejar a nadie atrás.

Sin embargo, en lugar de estudiar juntos, compartiendo experiencias y conocimientos, cada uno se ha dedicado a lo suyo: el Gobierno de turno de cada Estado ha elegido la política energética que más le convenía a sus intereses partidistas y nacionales, sin importar las repercusiones a medio y largo plazo o los inevitables imponderables, como una pandemia, una guerra en el corazón de Europa o un duro y largo invierno.

Continuando con el símil del mal estudiante, los Gobiernos europeos están tomando medidas de urgencia para al menos aprobar el examen de mañana, como limitar el precio del gas natural, buscar suministradores alternativos (aunque su gas provenga del fracking, prohibido en Europa), reabrir centrales eléctricas de carbón o retrasar el cierre de algunas centrales nucleares.

Son medidas necesarias, pero sin duda se trata de parches a una mala gestión realizada durante décadas, plagada de decisiones erróneas, partidistas, cuando no han sido fruto de la corrupción. Si no queremos que esta situación se repita en el futuro y seguimos teniendo claros los objetivos citados, es evidente que además de implementar medidas de urgencia debemos ponernos manos a la obra de inmediato.

El papel de la Unión Europea y su Pacto Verde

Lo curioso del asunto es que estos estudiantes que representan a Europa ya tienen un adecuado plan de estudios, solo basta la voluntad política de implementarlo. En septiembre de 2019, durante su primer discurso sobre el estado de la Unión, la primera presidenta de la Comisión Europea, Ursula von del Layen, anunció un ambicioso plan para reducir al menos el 55% de los gases de efecto invernadero (GEI) en 2030 respecto al nivel de emisiones de 1990.

De esta forma, la Comisión Europea puso en funcionamiento el Pacto Verde Europeo, con el objetivo de convertirnos en el primer continente climáticamente neutro. Además, con este pacto la UE pretende jugar un papel de liderazgo internacional en esta transición energética, tratando de fortalecer a Europa en la lucha contra el cambio climático y la degradación del medio ambiente frente a otros Estados como China, Rusia y Estados Unidos.

Molinos de viento generan energía eólica en Pontevedra, Galicia.

El Pacto Verde Europeo no impone responsabilidades para cada Estado miembro, aunque sí les obliga a comprometerse de forma pública mediante Planes Nacionales Integrados de Energía y Clima (PNIEC), que deben estar coordinados para que resulten compatibles con los objetivos globales.

Además, la Comisión Europea evalúa de manera sistemática el plan de cada Estado par a verificar que es consistente con los propósitos establecidos para toda la UE en 2030. La taxonomía verde europea busca decidir qué actividades económicas son consideradas medioambientalmente sostenibles a efectos industriales, políticos y financieros.

A nadie le puede sorprender que las energías renovables estén incluidas en la taxonomía verde, como también lo está la producción de hidrógeno y los sistemas de almacenamiento

Las recomendaciones sobre la energía nuclear

En el caso de la energía nuclear, el Grupo Técnico de Expertos (TEG, por sus siglas en inglés) sobre la financiación sostenible de la Comisión Europea recomendó que esta tecnología fuera evaluada por un grupo de especialistas en la materia antes de decidir su inclusión en la taxonomía verde.

La Comisión solicitó a su servicio de asesoramiento científico y tecnológico, el Joint Research Centre (JRC), que evaluara la energía nuclear con los mismos criterios de análisis establecidos por el TEG para incluir a las energías renovables.

En marzo de 2021, el JRC publicó un extenso informe analizando el impacto de la energía nuclear en el cambio climático, la destrucción de la capa de ozono, la acidificación del agua, la eutrofización (exceso de nutrientes aportados por el ser humano), el smog fotoquímico (niebla por contaminación en las ciudades), la toxicidad acuática y terrestre, el agotamiento de los recursos, el uso del terreno, el empleo de agua, las partículas inorgánicas y la radiación ionizante.

Central nuclear en Amberes, Bélgica

El resultado, en vista a la comparación de múltiples estudios, fue que «los análisis de los impactos de la energía nuclear no revelaron ninguna evidencia científica de que produzca más daño a la salud de los seres humanos o al medio ambiente que las otras energías ya incluidas en la taxonomía para mitigar el cambio climático».

En febrero de 2022, la Comisión Europea presentó el Acto Delegado Complementario a la taxonomía climática, es decir, una propuesta oficial de anexo al Pacto Verde Europeo para que la energía nuclear fuese considerada una actividad sostenible desde el punto de vista medioambiental y proporcionar, de este modo, seguridad a los inversores privados.

Sin embargo, y debido a las presiones de Alemania, fuertemente dependiente del gas ruso y especialmente tras haber cerrado catorce de sus diecisiete reactores nucleares, el gas también se incluyó en la propuesta de la Comisión Europea, aunque con mayores restricciones.

En julio de 2022, el Parlamento Europeo aprobó el Acto Delegado Complementario, completando la hoja de ruta para la descarbonización: energías renovables, energía nuclear y gas natural como energía de transición.

¿Y qué ocurre con España?

Veamos ahora cómo se ha preparado para el examen nuestro estudiante que es España. De acuerdo con la solicitud de la Unión Europea sobre el Pacto Verde, el Gobierno de España envió a la Comisión Europea su PNIEC (Plan Nacional Integrado de Energía y Clima 2021-2030), que tiene el propósito de alcanzar un sistema eléctrico 100% renovable en 2050, confundiendo el fin con los medios.

Un análisis detallado del PNIEC muestra, además de una enorme apuesta por energías renovables (especialmente energía eólica y energía solar fotovoltaica), el plan del Gobierno de cerrar los siete reactores nucleares del país, sustituyendo su producción por centrales de gas natural.

El plan del Gobierno, además de una enorme apuesta por las renovables, es cerrar los siete reactores nucleares del país, sustituyendo su producción por centrales de gas natural.

La Agencia Internacional de la Energía, en su informe de 2021 sobre la política energética de España, aplaude los objetivos del Gobierno en cuestión de reducción de emisiones y su decidida apuesta por las energías renovables.

Sin embargo, el documento plantea que la eliminación acelerada de la energía nuclear durante la próxima década (comenzando en 2027 con Almaraz y terminando con Trillo en 2035) podría aumentar la demanda de gas natural, y recomienda al Gobierno que evalúe de forma minuciosa los costes que esto tendrá para el consumidor.

Las advertencias a este estudiante que representa a España también han surgido puertas adentro. También en 2021, el colegio de Enginyers Industrials de Catalunya (EIC) publicó un informe analizando la propuesta de cierre de las centrales nucleares españolas previsto en el PNIEC de cara al año 2030 y calculó que el cierre de los primeros cuatro grupos nucleares provocaría un déficit de potencia garantizada de cerca de 4,3 GW, necesaria para cubrir la demanda de energía eléctrica en los momentos de máximo consumo.

Central nuclear de Ascó, en Tarragona, Cataluña

Debido a los ciclos de funcionamiento de las energías renovables variables, la eólica y la solar son muy similares tanto en España como en Francia y Portugal, cuando España tenga falta de producción, también la tendrán sus países vecinos.

Según el EIC, el análisis histórico de la explotación de las centrales nucleares de España, así como el refuerzo de seguridad llevado a cabo tras el accidente de Fukushima en 2011, evidencia que es injustificable no prorrogar la vida útil de nuestras centrales nucleares por encima de los cuarenta años previstos inicialmente.

Una cifra que tiene que ver con la garantía de amortización del capital invertido y no se trata de una fecha de caducidad, siempre que las centrales se revisen y mantengan en los mismos estándares de seguridad, cuestión de la que es garante el Consejo de Seguridad Nuclear (CSN). El EIC también analiza el impacto económico y medioambiental del cierre nuclear.

¿Podremos «calentarnos» sin energía nuclear?

La parada de los primeros cuatro reactores supondría un encarecimiento del precio de la energía por el mayor consumo de gas y un aumento de las emisiones de gases de efecto invernadero superior a unos 12 Mt de CO2 al año, por el mismo motivo. Para ponerlo en perspectiva, este valor supone la mitad de las emisiones del transporte marítimo en España.

Del mismo modo que un buen estudiante no utiliza una sola herramienta para estudiar (requiere libros, material de escritura, calculadora, ordenador, reglas, compases o material de laboratorio), tampoco existe una única solución para afrontar la transición energética y al mismo tiempo evitar el riesgo de pasar frío durante los próximos inviernos.

No existe una única solución para afrontar la transición energética y al mismo tiempo evitar el riesgo de pasar frío durante los próximos inviernos.

La solución pasa por evitar confundir el fin con los medios y utilizar una combinación bien equilibrada de todas las herramientas o tecnologías disponibles: la eficiencia energética, la electrificación de todos los sectores posibles, las energías renovables, la energía nuclear, los sistemas de almacenamiento (ente ellos, el hidrógeno) y la captura de dióxido de carbono.

Todo ello sin dejar de investigar en todas esas herramientas que pueden sumar, como las energías renovables menos desarrolladas (como la geotérmica o la mareomotriz), la mejora en la capacidad de almacenamiento y, por supuesto, la herramienta energética del futuro de la humanidad, la fusión nuclear, que no sabemos cuándo llegará, pero más valdrá tarde que nunca.


Artículo de opinión elaborado por Alfredo García – Operador Nuclear: Licencia de Operador de Reactor y Supervisor, Ingeniero de Telecomunicaciones, Licenciado en Comunicación Audiovisual y Divulgador Científico.