María José Montesinos
Con el paso de los años, las estanterías del supermercado y las tiendas especializadas se han ido llenando de líneas de productos novedosas. Muchas de ellas llevan etiquetas «bio», «eco» y «orgánico» y que, como consumidores, pueden generar confusión por sus diferencias.
En primer lugar, hay que señalar que los términos «natural», «bio», «eco» y «orgánico» se utilizan para hablar de alimentos.
El objetivo de estas denominaciones es muy claro. Ser identificados por el potencial consumidor como productos especialmente buenos para la salud y poco lesivos para el medio ambiente.

Diferencias entre productos: no es lo mismo «eco», «bio» y «orgánico»
Aún así, no todos significan lo mismo. Las denominaciones «bio» y «eco», usadas para referirse a los alimentos biológicos y ecológicos resultan prácticamente equivalentes. Sin embargo, no es así con los alimentos orgánicos.
España, Alemania y los países nórdicos hablan de alimentos ecológicos, mientras Francia e Italia los llaman biológicos
La confusión en las diferencias entre «eco» y «bio» puede llegar por los distintos usos que se hacen de ellas en nuestro entorno europeo. Así, en España, Alemania o los países nórdicos se utiliza el término ecológico.
Por otro lado, en sitios como Francia, Holanda, Italia, Grecia y Portugal es más usual referirse a ellos como alimentos biológicos. En cambio, Inglaterra los denomina productos orgánicos.

Independientemente del lugar en que se comercialicen, existen unos parámetros y características establecidos por organismos oficiales, como la Organización Mundial de la Salud (OMS). Esta especifica que son alimentos «bio» o «eco» aquellos que son producidos de manera tradicional y sostenible.
Es decir, aquellos que se fabrican sin la intervención de pesticidas, antibióticos y otros químicos, y sin haber sido alterados genéticamente.
Agricultura y ganadería ecológicas
Así, los alimentos «eco» (o ecológicos) son aquellos fruto del cultivo natural, sin usar abonos sintéticos o plaguicidas, respetando los ciclos naturales de la planta. Tampoco introducen alteraciones en el agua de riego o en la tierra.
En el caso de la ganadería, se trata de animales criados al aire libre. Sin olvidar que han sido alimentados con pastos naturales y sin recurrir a hormonas para forzar su crecimiento.
En los alimentos procesados, al menos el 95% de sus componentes deben ser ecológicos.
Respecto a los alimentos procesados será necesario que al menos un 95% de su peso esté compuesto por ingredientes de origen ecológico. Idénticos principios marcan a un alimento «bio», o biológico. Tanto natural como procesado.

¿Dónde está entonces la diferencia? En el fondo no la hay. Esta diferenciación sí puede existir en la apreciación del consumidor. Y existe porque suele asociar el término ecológico a la sostenibilidad en la explotación de los cultivos agrícolas y su respeto al medio ambiente.
Por su lado, con la denominación de alimento biológico se tiende a pensar en una especial calidad nutricional de los productos. Esta calidad está vinculada tanto a la excelencia del producto original como al cuidado en su desarrollo. Utilizando siempre métodos naturales y asegurando el buen estado del entorno en el que se genera.
Suele asociarse el término eco a la sostenibilidad y el de bio a un producto saludable y de calidad
Las leyes sobre cultivos ecológicos y las diferencias entre «eco» y «bio»
La normativa española (vigente desde el 01/01/09) establece que un alimento debe cumplir estos requisitos para poder ser etiquetado como ecológico o biológico. Son las CCAA las encargadas de garantizar el cumplimiento de las normas, que deben seguir la cobertura legislativa común de la Unión Europea.

Precisamente España fue uno de los primeros países en tener una ley específica que regulara la agricultura ecológica. Algo que sucedió en 1988, sólo precedida por Francia (1988) y Dinamarca (1987).
¿Qué es un alimento orgánico?
Una vez aclarado qué es un producto «eco» o «bio», surge la siguiente duda. ¿Es lo mismo un producto «bio» o «eco» que un alimento orgánico? No exactamente.
Un alimento orgánico también está producido sin la intervención de elementos químicos, pero no es obligado que sea de origen natural.
Por ejemplo, un pan orgánico se habrá elaborado con un cereal libre de plaguicidas, pesticidas o cualquier otro elemento sintético. Sin embargo, su semilla puede haberse modificado genéticamente.

De manera que no todo lo que suena a natural lo es realmente. De hecho, en muchas ocasiones nuestras propias percepciones pueden engañarnos. Un ejemplo claro es el hecho de aceptar que se llame ‘naturales’ a unas galletas que son un producto sintético, ya que han sido procesadas.
Cultivo ecológico vs. sostenibilidad
En otros casos, aunque la etiqueta ecológica o biológica nos remita a un proceso de cultivo respetuoso con el medio ambiente puede suceder el producto vaya envuelto en plásticos. O que haya recorrido miles de kilómetros hasta llegar a nuestra mesa. Ese factor influye y le resta sostenibilidad.
Un alimento ecológico producido a miles de kilómetros no es sostenible por su huella de carbono
Es precisamente por esta razón por la que los consumidores cada vez están más concienciados el consumo de «Kilómetro 0». Y es que, es preferible comprar un alimento de cercanía aunque no sea ecológico, siempre que no se haya abusado de pesticidas o abonos químicos.

Los alimentos «Kilómetro 0» son más sostenibles. Lo son porque, entre otros motivos, evitan la emisión de toneladas de CO2 a la atmósfera. Además, mantienen mejor las propiedades y las vitaminas porque son más frescos (ya que transcurre poco tiempo entre su recolección y consumo).
Los alimentos Km 0 mantienen mejor sus propiedades al pasar poco tiempo entre recolección y consumo
Además, consumiendo alimentos de «Kilómetro 0» contribuimos al mantenimiento de los productores locales y al pequeño comercio. Por lo tanto, a la mejora personal que obtenemos de comer alimentos saludables y frescos, se suman los beneficios sociales que generan.
Un movimiento que comenzó en el siglo XX
El interés por la alimentación saludable y la agricultura sostenible va tomando cada vez más auge entre la población. Pero esta conciencia no es algo que acabe de nacer. Históricamente, se puede fijar su origen hacia 1930.
Este movimiento «nació» centrado en el uso racional de los recursos locales y la protección de suelos para mejorar la salud de las plantas.

En la década de los 60 apareció un movimiento a favor de los alimentos ecológicos. Éste defendía el control de las plagas por métodos biológicos. Para ello, afirmaba que estos cultivos son más resistentes a las enfermedades y ofrecen un mejor producto final.
En la década de 1970 crece la preocupación por la alimentación sana y los productos ecológicos
Durante los años 70, la denominación de alimentos ecológicos comenzó a ser habitual. Se extendió la preocupación por una alimentación sana y un desarrollo sostenible.
Finalmente, en la época de los 90 estos términos fueron asumidos oficialmente por los gobiernos y las instituciones. Además, se crearon organismos específicos que los regularan y oficializaran.