Dos asteroides se acercan a la Tierra: uno pasará incluso más cerca que la Luna

El pequeño 2025 LB fue descubierto hace solo unos días y cruzará a menos de 152.000 kilómetros. El otro, de más de 600 metros, se aproxima sin peligro

Redacción

La Tierra recibirá esta semana la visita de dos asteroides de diferente envergadura, cuyos trayectos han sido vigilados con especial atención por la comunidad astronómica.

Uno de ellos, descubierto hace apenas unos días, se acercará a nuestro planeta a una distancia inferior a la que nos separa de la Luna. El otro, más colosal y ya conocido desde hace años, figura en la lista de objetos potencialmente peligrosos, aunque no supone ningún riesgo de impacto.

El recién llegado 2025 LB: un visitante diminuto pero inquietantemente cercano

El 1 de junio de 2025 —muy recientemente— fue detectado un pequeño asteroide que en las últimas horas ha captado el interés de los astrónomos. Bautizado como 2025 LB, este cuerpo celeste de unos 15 metros de diámetro fue identificado por el sistema Pan-STARRS1 (PS1), que opera desde el observatorio Haleakala, en la isla hawaiana de Maui. No es un telescopio cualquiera: está equipado con la cámara digital más grande del mundo, con más de 1.400 millones de píxeles.

La trayectoria de este objeto se afinó gracias a observaciones cruzadas desde diversos puntos del globo. Se espera que su máxima aproximación se produzca el 4 de junio a las 07:07 UTC, cuando rozará la Tierra a solo 151.843 kilómetros —menos de la mitad de la distancia que nos separa de la Luna—. Se desplaza a una velocidad de 11 kilómetros por segundo, un ritmo vertiginoso para un objeto celeste de estas dimensiones.

No obstante, no representa ningún peligro real. Actualmente, 2025 LB se encuentra en la constelación de Boötes, visible desde el hemisferio norte. A pesar de su escasa envergadura, su detección tan tardía subraya un hecho inquietante: no todos los objetos cercanos a la Tierra se descubren con antelación suficiente.

El asteroide gigante 2008 DG5 pasará a 3,5 millones de kilómetros de la Tierra

A diferencia de su diminuto homólogo, el asteroide 2008 DG5 lleva años bajo observación. Fue localizado en 2008 por el proyecto Catalina Sky Survey, desde el desierto de Arizona, y su trayectoria ha sido calculada con gran precisión desde entonces. Su nombre técnico es 424482 (2008 DG5) y su tamaño impresiona: se estima que mide entre 310 y 690 metros, lo que lo hace comparable al Golden Gate Bridge o incluso a la Torre Eiffel.

Aunque su distancia de paso —3,49 millones de kilómetros— pueda parecer abismal, la NASA clasifica como “potencialmente peligrosos” a todos los asteroides de más de 150 metros que transiten a menos de 7,4 millones de kilómetros. Esta etiqueta no implica riesgo inmediato, pero sí exige un seguimiento riguroso.

DG5 pertenece al grupo de los asteroides Apolo, cuya órbita cruza la de la Tierra. Su periodo orbital es de 514 días terrestres y no se volverá a acercar hasta el año 2032.

Impactos históricos y escenarios hipotéticos: ¿qué podría ocurrir?

Aunque ni 2025 LB ni 2008 DG5 suponen una amenaza real, su estudio permite preparar escenarios preventivos. La NASA suele recordar casos históricos como el Evento de Tunguska en 1908, cuando un objeto de apenas 40 metros explotó en la atmósfera sobre Siberia, arrasando más de 80 millones de árboles. El asteroide ni siquiera impactó directamente contra el suelo, pero los efectos fueron devastadores.

Y en el otro extremo del espectro se encuentra el famoso Chicxulub, con una anchura de entre 10 y 15 kilómetros, responsable —según múltiples teorías— de la extinción masiva de los dinosaurios hace 66 millones de años.

En el caso concreto de 2008 DG5, un hipotético impacto generaría ondas de choque, incendios a gran escala y, si se produjera en un entorno oceánico, tsunamis con consecuencias catastróficas a nivel regional. Por fortuna, su órbita es estable y no plantea ningún riesgo en su aproximación de esta semana.

La vigilancia del cielo: una tarea constante y global

Las detecciones de objetos como estos no son fruto del azar. Sistemas como Pan-STARRS, en Hawái, o Catalina Sky Survey, en Estados Unidos, colaboran con instituciones como el Minor Planet Center y otras redes internacionales. La coordinación entre telescopios permite refinar órbitas, evaluar posibles desviaciones y actuar con rapidez en caso de emergencia.

En el caso de 2025 LB, por ejemplo, el margen de anticipación ha sido de apenas tres días. Es decir, el descubrimiento se ha producido justo antes de su paso cercano. Este hecho, aunque sin consecuencias, demuestra la fragilidad de nuestra capacidad de detección a corto plazo y la necesidad de invertir en sistemas más sofisticados.

Por su parte, los programas de defensa planetaria, cada vez más presentes en las agendas espaciales de agencias como la NASA o la ESA, buscan no solo rastrear, sino también desarrollar posibles tecnologías de desvío o mitigación.