El aumento del nivel del mar amenaza millones de edificios costeros, según un estudio

El nivel del mar sigue subiendo y con medio metro de aumento del nivel del agua, cerca de tres millones de edificaciones estarían en riesgo

Mario Picazo

Un equipo internacional de científicos, encabezado por la Universidad McGill, ha puesto cifras a una advertencia que ya se intuía: el nivel del mar está subiendo. Lentamente, sí, pero sin detenerse. Y esa tendencia podría dejar a millones de edificios costeros frente a un futuro de inundaciones.

El trabajo combina imágenes por satélite con modelos digitales de altitud, una unión que permite observar el riesgo desde una escala inédita: edificio a edificio, costa a costa. El resultado no deja lugar a dudas. Aunque el impacto inmediato recaerá sobre países del hemisferio sur, Europa —y España, en particular— tampoco podrán esquivarlo.

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Un análisis global con datos de alta precisión

Para elaborar el estudio, los investigadores utilizaron mapas de elevación satelitales cruzados con distintos escenarios de subida del mar. África, el sudeste asiático, América Central y del Sur fueron parte del foco. En muchas de esas regiones, las ciudades crecen sobre suelos que apenas se elevan unos metros sobre el nivel del mar, lo que las convierte en zonas críticas.

Las simulaciones contemplaron ascensos desde medio metro hasta 20 metros. Cada hipótesis reveló un impacto distinto: con solo 0,5 metros de aumento, cerca de tres millones de construcciones entrarían en riesgo. Si el nivel subiera cinco metros o más, la cifra superaría los 100 millones.

Y no hablamos solo de viviendas. También infraestructuras vitales, como puertos, refinerías o centrales eléctricas. La profesora Natalya Gomez, coautora del estudio, recuerda que no se trata de una amenaza puntual. «El aumento del nivel del mar es lento, pero imparable», señala. Y ese proceso, añade, se extenderá durante siglos.

Fuente: NPJ Urban Sustainability

Europa, un continente de costas densamente pobladas y vulnerables

Aunque gran parte del estudio se centra en el Sur Global, los investigadores subrayan que Europa también está expuesta. Sus costas —urbanizadas, habitadas, repletas de infraestructuras— están entre las más vulnerables del planeta.

En los Países Bajos, más de una cuarta parte del territorio está por debajo del nivel del mar. Su sistema de diques, esclusas y estaciones de bombeo deberá reforzarse una y otra vez en las próximas décadas. En el Reino Unido, el estuario del Támesis y parte del sureste de Inglaterra se enfrentan ya a inundaciones más frecuentes, pese a los diques que lo protegen.

El caso de Venecia es conocido. La ciudad vive a merced del agua. El sistema MOSE frena las mareas, sí, pero quizá no sea suficiente si el mar sigue subiendo. En Francia, tanto la Camarga como el litoral atlántico sufren una erosión creciente.

Según el Centro Común de Investigación de la Comisión Europea (JRC), si las emisiones globales continúan al ritmo actual, más de cinco millones de europeos podrían verse afectados por inundaciones costeras a finales de siglo. Las pérdidas serían multimillonarias, con especial impacto en viviendas, puertos y zonas turísticas.

Fuente: ESA

En España, el Mediterráneo y el Atlántico están bajo presión

En España, los efectos del aumento del nivel del mar se sentirán de forma desigual. El Mediterráneo concentra muchas de las zonas más expuestas. En el Delta del Ebro, por ejemplo, los expertos estiman que con una subida de un metro podría perderse más del 40 % del terreno. Sería un golpe para la agricultura, los ecosistemas y las comunidades locales.

También la Albufera de Valencia, el Mar Menor y Doñana presentan riesgos evidentes: inundaciones, salinización de acuíferos y pérdida de biodiversidad. Mientras tanto, en el Atlántico, la bahía de Cádiz, las Rías Gallegas o el Golfo de Vizcaya sufren una erosión constante, agravada por temporales más intensos.

Las Islas Baleares y las Islas Canarias tampoco quedan al margen. La pérdida de playas y zonas turísticas afectaría de lleno al sector hotelero y a las economías locales.

El Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico ha advertido del problema. Sin políticas de adaptación firmes, los costes económicos por daños, retroceso de la línea de costa o pérdida de playas podrían ascender a miles de millones de euros antes de 2050.

Algunos municipios costeros han iniciado proyectos de restauración de dunas y planes locales de adaptación, pero los expertos son claros: las medidas actuales no bastarán si el mar continúa subiendo.

Fuente: ESA

Adaptarse o retirarse: el dilema costero

El informe plantea una cuestión difícil: ¿adaptarse o retirarse?. En la práctica, probablemente habrá que hacer ambas cosas.

Los científicos recomiendan estrategias mixtas: reforzar muros de contención, restaurar humedales y dunas —barreras naturales que frenan el agua— y revisar el planeamiento urbano para evitar nuevas construcciones en zonas críticas.

En casos más extremos, la única salida podría ser una retirada planificada, trasladando poblaciones e infraestructuras tierra adentro. Una decisión compleja, costosa, pero cada vez más difícil de aplazar.

El coautor Eric Galbraith advierte de que el impacto del aumento del mar trasciende las fronteras costeras. Afectará a la economía mundial, incluso a quienes viven lejos del litoral, porque los puertos, rutas marítimas y cadenas de suministro se concentran en las zonas más expuestas.

Fuente: NOAA

Un futuro inevitable, pero manejable

Hay consenso entre los expertos: una parte del aumento del nivel del mar ya no se puede detener. El calor acumulado en los océanos y el deshielo de glaciares y capas polares continuarán durante siglos.

Lo que sí puede modificarse es la magnitud del impacto. Reducir las emisiones, invertir en adaptación y proteger las costas no eliminará el riesgo, pero puede limitar los daños y ganar tiempo para quienes vengan después.

La profesora Gomez lo resume de forma directa: «El ascenso del mar no se puede detener, pero puede gestionarse». En esa gestión —en las decisiones que se tomen ahora— está buena parte del futuro. Porque lo inevitable, si se planifica bien, todavía puede ser manejable.