El viaje espacial Katy Perry y Blue Origin: once minutos que ya forman parte de la historia

Seis mujeres han cruzado la línea de Kármán en la misión NS-31. Entre ellas, Katy Perry, que besó el suelo tras regresar del espacio.

Redacción

Katy Perry ya puede presumir de algo más que llenar estadios o liderar listas musicales. Este lunes 14 de abril ha vivido una experiencia sin precedentes al formar parte de una tripulación íntegramente femenina que ha viajado al espacio a bordo del cohete New Shepard, propiedad de Blue Origin. Una travesía breve, de tan solo diez minutos y 21 segundos, que sin embargo ha tenido un enorme valor simbólico.

Desde el desierto texano, a las 15:30 hora peninsular española, ha despegado la misión NS-31, llevándose consigo a seis mujeres excepcionales.

Además de la cantante, viajaban Lauren Sánchez, periodista y prometida de Jeff Bezos; Aisha Bowe, ingeniera aeroespacial; Amanda Nguyen, activista por los derechos civiles; Gayle King, presentadora de CBS; y Kerianne Flynn, productora de cine.

Una cápsula femenina alcanza el espacio por primera vez desde 1963

Más de seis décadas han pasado desde que Valentina Tereshkova orbitara la Tierra en solitario en 1963. Desde entonces, ninguna misión había contado únicamente con mujeres. Hasta ahora. En este vuelo suborbital, las pasajeras han cruzado la línea de Kármán, el umbral que marca el inicio oficial del espacio exterior, situado a más de 100 kilómetros sobre la superficie terrestre.

Allí, en ese breve instante de ingravidez, las emociones se han desbordado. Voces entrecortadas, risas, gritos de sorpresa. Algunas lágrimas. Katy Perry ha entonado ‘What a Wonderful World’, y según ella misma confesó después, no lo hizo por lucimiento personal: «Es por nosotras, para que también estemos. Por este mundo maravilloso».

Besos al suelo, flores en la mano y un tributo inesperado

Nada más aterrizar, el simbolismo se ha multiplicado. Lauren Sánchez ha sido la primera en salir de la cápsula. Le ha seguido Katy, que con gesto solemne ha levantado el brazo, ha mirado al cielo y ha besado el suelo, emocionada. Llevaba en la mano una margarita blanca, homenaje a su hija Daisy. Gayle King ha repetido el gesto poco después, como una especie de ceremonia silenciosa.

Desde el lugar del lanzamiento, entre el público, observaban Oprah Winfrey, Khloé Kardashian y Kris Jenner, testigos de excepción de una escena que ha sido seguida por millones de personas en todo el mundo a través de la retransmisión en directo.

Entre moda, tecnología y reivindicación: la estética también viaja al espacio

Más allá de la hazaña técnica, el vuelo también ha tenido un fuerte componente estético. Los trajes espaciales, diseñados por Fernando García y Laura Kim, han sido concebidos expresamente para esta misión: ajustados, cómodos, resistentes al fuego, y con un aire que recuerda al de los uniformes de esquí. Nada de monos holgados y sin forma. Cada detalle ha estado pensado para reivindicar la feminidad sin renunciar al rigor técnico.

La ropa interior, por cierto, también ha sido elegida con intención: todas llevaban modelos de la firma SKIMS, de Kim Kardashian. Una mezcla entre pasarela y laboratorio, que ha generado tanto admiración como críticas. Algunas voces, como la de la actriz Olivia Munn, han tachado la misión de «ostentosa» y «fuera de lugar» en el contexto actual. Pero otras defienden que no hay motivo para que las mujeres renuncien a su identidad ni a su estilo por entrar en la historia aeroespacial.

Amanda Nguyen y la fuerza del testimonio silencioso

Una de las tripulantes más discretas, pero no por ello menos relevantes, ha sido Amanda Nguyen, bioastronauta y activista por los derechos de las mujeres. Ha sido la primera mujer vietnamita en viajar al espacio, y lo ha hecho con un propósito muy claro: representar a las víctimas de violencia sexual y reivindicar un espacio ―también literal― para ellas en el mundo de la ciencia.

«Las mujeres somos mucho. Podemos ser ingenieras, activistas, científicas… y también llevar pintalabios», dijo semanas antes del vuelo. Un mensaje que ha calado más allá de su propio relato.

Un rugido pop que alcanza la estratósfera

En su primer contacto con la prensa tras aterrizar, Perry ha resumido el viaje con una frase tan suya como inesperada: «Todo ha durado como tres canciones». Y no es exagerado. El New Shepard, completamente autónomo y sin necesidad de pilotos, ha alcanzado velocidades de hasta 3.750 km/h, triplicando la del sonido, antes de iniciar su descenso controlado con paracaídas.

La cápsula ha aterrizado a los 10 minutos, mientras que el módulo propulsor ha regresado a la plataforma 20 minutos después del lanzamiento. Todo bajo un protocolo milimétrico, que forma parte del ambicioso programa de vuelos comerciales que Jeff Bezos impulsa con Blue Origin.

El futuro espacial empieza a diversificarse

Aunque algunos se empeñen en reducirlo a un «paseo de celebridades», este vuelo lleva consigo datos biomédicos, pruebas sobre las capacidades de los sistemas automáticos de descenso, y una intención declarada: democratizar el acceso al espacio.

Ya no son únicamente astronautas de élite los que protagonizan estas misiones. El espacio comienza a abrirse a perfiles diversos, capaces de inspirar vocaciones desde lugares menos esperados: la música, el activismo, la comunicación. Y, por supuesto, sin olvidar el rigor científico que sigue siendo la base de todo programa aeroespacial.