Pablo Ramos
Tras unos meses (y años) de sequía intensa, las lluvias tienden a tener buenos titulares y aparecer como buenas noticias. Sin embargi, no siempre lo son, especialmente si son intensas en forma de lluvia torrencial y si provocan inundaciones.
Las precipitaciones con grandes volúmenes de agua en cortos periodos de tiempo pueden llegar a no empapar el suelo.
De hecho, pueden incluso dañar en gran medida las primeras capas de sustratos y la biodiversidad. Esta es una particularidad y características de los suelos secos que recibe el nombre de hidrofobia. Al estar afectados por la sequía pierden algunas de sus propiedades como la capacidad de retención, sustentación y su cobertura vegetal.

¿Qué es la hidrofobicidad del suelo?
La hidrofobicidad es una característica de algunos suelos por la que repelen el agua y no la absorben o la almacenan. Esta hidrofobicidad del suelo puede estar causada por varios factores. Por ejemplo, por la acumulación de compuestos orgánicos, las cenizas de un incendio o la misma sequía entre muchos otros.
Estos factores reducen la capacidad de infiltración del agua en el suelo. Como consecuencia, se reduce la disponibilidad de agua y nutrientes para las plantas.
Un suelo con hidrofobicidad por sequía también es más probable que se vea afectado por las aguas de escorrentía. Los torrentes erosionan el suelo y arrasan con las primeras capas del suelo que suelen ser las más fértiles.

Riesgos de la hidrofobicidad del suelo por sequía
Los riesgos de los suelos con hidrofobicidad radican en el deterioro de su estructura al verse afectada por las lluvias. Esto conlleva una pérdida importante de biodiversidad y nutrientes, elementos fundamentales ya sean para el mantenimiento de los hábitats naturales o para las tierras de cultivo.
Además, esta falta de retención de humedad del suelo también puede provocar que las raíces de las plantas no cumplan su función e impidan a la vegetación absorber los nutrientes necesarios para su desarrollo y supervivencia.
Según los expertos, los terrenos secos tienen una mayor probabilidad de ser hidrofóbicos por lo que ante grandes periodos de sequía, las consecuencias de las lluvias pueden ser muy dañinas. Más aún en terrenos con inclinación.
Por ejemplo, en áreas afectadas por un incendio forestal, que arrasa la vegetación, las lluvias intensas pueden provocar una importante erosión del terreno. Del mismo modo, el agua arrastra las cenizas y puede contaminar los acuíferos y otros terrenos.

Daños en los suelos por las lluvias
Hay mucha información sobre cómo afecta la lluvia intensa a los suelos, como el estudio publicado por la Unión Europea de Geociencia. Este evaluó los efectos de la sequía en el comportamiento de infiltración de agua de los suelos forestales.
Las conclusiones señalan que los terrenos afectados por la sequía son más susceptibles de sufrir daños, también por las lluvias.
«Los efectos de la sequía sobre la infiltración deben considerarse en los modelos hidrológicos para obtener predicciones realistas sobre la calidad y cantidad del agua en la escorrentía y la recarga de aguas subterráneas», apuntan los expertos.