Icebergs en desprendimiento: una amenaza oculta para el turismo polar

Las autoridades y expertos advierten: los frentes glaciares activos pueden colapsar sin previo aviso y generar olas capaces de volcar embarcaciones.

Redacción

Bajo su aparente solidez, los glaciares encierran una dinámica invisible de tensiones internas, grietas profundas y movimientos constantes. Son monumentos de hielo que, pese a su majestuosidad, pueden transformarse en trampas letales.

Según la NASA, estos colosos pueden desprenderse sin previo aviso: «las paredes de hielo y torres pueden colapsar súbitamente», advierte la agencia, alertando de que una persona situada cerca del frente podría sufrir consecuencias fatales.

El climatólogo Shaun Marcott coincide en esa visión: «los glaciares son inherentemente peligrosos por su inestabilidad». Una afirmación que se torna trágicamente real al recordar el caso del glaciar Exit, en Alaska. En 1987, una turista murió al desplomarse sobre ella un bloque de hielo de más de 450 kilos mientras se encontraba en la base del glaciar, accesible a pie. La belleza del entorno ocultaba una amenaza latente.

Olas repentinas y colosales: el riesgo de los tsunamis glaciares

No solo en tierra reside el peligro. Cuando una gran masa de hielo se desprende sobre el agua, puede provocar oleajes de gran magnitud, conocidos como tsunamis glaciares. El National Snow and Ice Data Center subraya que estos eventos pueden afectar gravemente a embarcaciones o turistas en la orilla.

En 2019, un incidente en Jökulsárlón (Islandia) evidenció este riesgo. Cuatro enormes bloques de hielo se desgajaron del glaciar Breiðamerkurjökull, generando una oleada que obligó a los turistas presentes a huir a zonas elevadas. Aunque no se registraron heridos, el susto fue monumental, y dejó patente que incluso en destinos turísticos populares, el glaciar puede actuar con violencia repentina.

Turismo polar bajo control: normas estrictas y distancias mínimas

La Asociación Internacional de Operadores Turísticos de la Antártida (IAATO) establece normas claras para evitar accidentes. Subraya que, debido al riesgo de colapsos y avalanchas, los visitantes deben permanecer a una distancia segura del frente del glaciar.

En zonas del Ártico, los expertos sugieren una separación mínima de al menos 1,5 veces la altura del acantilado de hielo. La razón es simple: incluso un desprendimiento moderado puede proyectar bloques con gran fuerza y alcance. En Alaska, el Parque Nacional Kenai Fjords cierra cada verano el acceso al pie del glaciar Exit como medida preventiva, aunque no todos los visitantes acatan estas restricciones.

Cuando la belleza se torna tragedia

Casos documentados confirman los peligros. El 4 de julio de 2018, dos muertes se produjeron en glaciares de Alaska en un solo día: una mujer de 32 años fue aplastada al colapsar una cueva de hielo en Byron Glacier, y un niño de cinco años falleció tras el desprendimiento de rocas junto al glaciar Worthington. Ambos lugares eran zonas frecuentadas por familias, aparentemente seguras.

La tragedia no es exclusiva de América del Norte. En 2009, dos hermanos fallecieron en Nueva Zelanda al cruzar una barrera en el glaciar Fox. Querían una foto más cercana; encontraron la muerte bajo una cornisa colapsada.

Más recientemente, en agosto de 2024, una excursión guiada en el glaciar Breiðamerkurjökull terminó con un turista fallecido y otro gravemente herido tras el derrumbe de una cueva de hielo. Ni siquiera la presencia de profesionales elimina por completo el riesgo.

VER MÁS:

El espejismo de la invulnerabilidad turística

Un estudio de 2021 en el glaciar Sólheimajökull, al sur de Islandia, reveló que más de 150 grupos turísticos desobedecieron las señales de advertencia. El cartel era claro: “¡Atención, peligro natural! Desprendimientos y glaciar inestable. No pasar de este punto”. Aun así, lo cruzaron.

Según la investigadora Deanne Bird, muchos turistas se sienten invulnerables en vacaciones. Buscan la selfie perfecta o confían ciegamente en que, si van en grupo o acompañados de un guía, nada puede salir mal. Esta percepción errónea aumenta la exposición al riesgo.

Guías y expertos locales: la primera línea de prevención

La experiencia de los guías es fundamental. Stephan Mantler, guía en Islandia, recuerda que durante el episodio de 2019 en Jökulsárlón, todos los presentes habían recibido instrucciones claras para abandonar la zona en caso de desprendimiento. Ese protocolo salvó vidas.

Por su parte, el geólogo y parlamentario islandés Ari Trausti Guðmundsson ha sido tajante: «nunca se debe navegar cerca de un glaciar en desprendimiento ni caminar junto a su orilla». En Alaska, Lee Hart, responsable del área recreativa del glaciar Worthington, apunta que ni las señales ni los senderos delimitados logran frenar a todos. «Hay algo en el hielo que atrae irresistiblemente a la gente», lamenta.

También desde el agua acechan los peligros

En 2015, un grupo de turistas navegaba frente a un glaciar en Alaska cuando una pared de hielo colapsó con estrépito. La ola resultante sacudió violentamente la embarcación y un tripulante sufrió una fractura. Solo la rápida maniobra del capitán evitó un accidente mayor.

En Groenlandia, un fotógrafo que captaba imágenes desde un bote presenció el colapso de un iceberg de 50 metros. El impacto generó un oleaje que casi volcó su embarcación. «No solemos acercarnos a menos de 100 metros, pero esta vez el evento nos tomó completamente por sorpresa», relató después. Estos testimonios confirman que incluso a bordo, la distancia de seguridad es vital.

Cómo observar un glaciar sin poner en riesgo la vida

Admirar un frente glaciar es una experiencia inolvidable. Pero debe hacerse con conciencia. Los expertos recomiendan respetar siempre las señales, no cruzar zonas prohibidas, no acercarse ni por tierra ni por mar a un glaciar en actividad, y utilizar equipo de seguridad apropiado: chalecos salvavidas, cascos y ropa adecuada para condiciones extremas.

Como resume Deanne Bird, «ir al glaciar es seguro la mayor parte del tiempo, pero existe riesgo de accidentes; lo importante es que la gente lo sepa y tome decisiones informadas». La distancia, lejos de arruinar la experiencia, es la que permite disfrutarla sin consecuencias fatales.