La aurora boreal de 1938 que desconcertó a España

En 2023 se han cumplido 85 años desde que una aurora boreal, en 1938, provocase sorpresa y estupor en muchos lugares de España. El país, sumido en plena guerra civil, vio sus cielos iluminados por una aurora con un marcado tono rojizo…

Alejandro Riveiro

Alejandro Riveiro

En 2023 se han cumplido 85 años desde que en 1938 una aurora boreal provocase sorpresa y estupor en muchos lugares de España. El país, sumido en plena guerra civil, vio sus cielos iluminados por una aurora con un marcado tono rojizo sobre la que merece la pena hablar.

Los años del máximo solar

¿Qué fue lo que sucedió realmente? El Sol había alcanzado su pico de actividad, el máximo en aquel ciclo solar, en 1936. Aunque su actividad ya estaba declinando, seguía siendo muy intensa. El ciclo solar es una pieza importante de esta historia.

Nuestra estrella pasa constantemente por un ciclo de unos 11 años de duración. A lo largo de él, la actividad de nuestra estrella (en forma de manchas solares, llamaradas y eyecciones de masa coronal) va aumentando y disminuyendo.

Durante el mínimo solar, naturalmente, la cantidad de manchas solares que podemos esperar ver en nuestra estrella es muy baja. Puede llegar a pasar temporadas sin tener ni una sola mancha solar. Su actividad, por tanto desciende.

No podemos olvidar que es, precisamente, desde esas regiones desde donde se emiten las llamaradas, y las eyecciones de masa coronal suelen proceder de su entorno. En el máximo solar, el Sol puede tener multitud de manchas solares.

Algunas pueden llegar a ser tremendamente grandes (superiores al tamaño de la Tierra). En condiciones normales, la actividad solar provoca auroras boreales que son visibles en las regiones más cercanas a los polos de la Tierra.

Escandinavia y Canadá, por ejemplo, son lugares donde podemos observar auroras boreales con frecuencia. Todo se debe a la interacción de las partículas procedentes del Sol, que chocan con la atmósfera de nuestro planeta.

¿Por qué hubo auroras tan lejos de las regiones habitual?

Las partículas del Sol chocan con las partículas de nuestra atmósfera, iluminando el cielo al provocar que los átomos se exciten. El motivo por el que, generalmente, son visibles a 10º de los polos, se encuentra en el campo magnético.

Provoca que las partículas se vean arrastradas hasta los polos, confinando las auroras a latitudes que no están especialmente pobladas. En ocasiones, sin embargo, la tormenta solar puede ser lo suficientemente intensa como para que se vean auroras más lejos.

La ocasión más famosa, sin duda, fue la tormenta solar de 1859. A principios de septiembre de aquel año, las auroras fueron visibles muy lejos de lo habitual. Llegaron a ser observables hasta en Cuba o Colombia. Es algo que se conoce como el Evento Carrington.

Aurora boreal 1938
Fuente imagen: Pexels

Aquella tormenta fue tan intensa que hubo daños en superficie. El tendido eléctrico se quemó, y los telégrafos seguían funcionando incluso desconectados de la red. Algunos operadores explicaban que habían sufrido calambres.

En territorio español, el evento Carrington llegó a provocar auroras que fueron visibles mucho más al sur de lo que se podría esperar. Desde lugares como Sevilla, se llegó a observar una aurora en el horizonte (que también había sido vista desde Madrid).

En 1938, se produjo una tormenta solar que, aunque no tan intensa, también provocó que las auroras se viesen mucho más lejos de lo habitual. En nuestro país, la reacción fue variada, por el hecho de encontrarse en plena Guerra Civil.

La tormenta de Fátima, detrás de la aurora boreal de 1938

El 25 de enero de 1938, el cielo se tiñó con un marcado color rojo. Fue visible desde lugares como Mallorca o Zaragoza. Su tono es algo que quizá debamos explicar. Generalmente las auroras son verdes, pero en ocasiones muestran otros colores.

El verde se produce por la excitación de átomos de oxígeno a una altura de unos 80-100 kilómetros. En tormentas muy intensas, los átomos de oxígeno a más altura, en torno a los 200 kilómetros, pueden verse excitados produciendo en su lugar un color rojo.

La visión de aquellas auroras resultó desconcertante. En muchos lugares pensaron que lo que estaban observando era, en realidad, el resplandor de incendios en la distancia. Otros temieron que estuviesen presenciando poco menos que el fin de los tiempos.

Aurora boreal 1938
Fuente imagen: Pexels

Sólo algunos científicos, que habían estado observando el Sol, fueron conscientes en todo momento de lo que estaban observando. Esta tormenta, curiosamente, es conocida en ocasiones por el nombre de tormenta de Fátima.

Hace referencia a las supuestas apariciones marianas que, a principios del siglo pasado, presenciaron tres pastorcillos en Portugal. Supuestamente, el segundo secreto era: «Cuando veas una noche iluminada por una luz desconocida, sabrás que es la señal dada por Dios de que va a castigar al mundo por sus crímenes».

Sería una alusión al inminente inicio de la Segunda Guerra Mundial (que comenzó en 1939). Sea como fuere, a pesar del miedo, las profecías o el desconcierto, lo que sucedió fue un fenómeno atípico, pero totalmente inocuo. El cielo se tiñó de rojo, recordándonos que la Tierra es parte de algo mucho más complejo: el Sistema Solar.