La basura espacial crece pero se buscan nuevas soluciones

Con el aumento de los fragmentos de basura espacial en la órbita de la Tierra, es mucho más probable que haya otras colisiones.

Alejandro Riveiro

La basura espacial es una de las mayores preocupaciones, en los próximos años y décadas, en cuanto al aumento de actividad en el entorno de la Tierra. Por las consecuencias que pueden desencadenar, se están planteando diferentes soluciones.

La basura espacial es un problema que no se puede ignorar

La expansión de las tecnologías relacionadas con el espacio tiene un beneficio innegable. Gracias a constelaciones como Starlink, las personas que viven en lugares de difícil acceso, en cualquier rincón del planeta, ahora pueden acceder a Internet.

Es sólo uno de los muchos ejemplos que podemos poner, como el uso del GPS, que nos permite llegar a nuestro destino, sin importar dónde se encuentre. Son algunos ejemplos obvios que repercuten en nuestra calidad de vida.

No podemos olvidar, tampoco, el uso de satélites con fines científicos. Algunos de los satélites, sin ir más lejos, se despliegan con el objetivo de observar la Tierra y monitorizar los efectos del calentamiento global en nuestro clima.

60 satélites Starlink a punto de desplegarse en el espacio tras su lanzamiento. Crédito: SpaceX

El inconveniente es que, con más y más lanzamientos, también aumenta la cantidad de basura espacial que tenemos en el entorno del planeta. Hay más de 1 millón de fragmentos que tengan un tamaño superior a un centímetro.

Aunque pudieran parecer inofensivos, estos fragmentos se mueven a una velocidad de decenas de miles de kilómetros por hora. Tienen tanta energía que, si colisionan contra un satélite operativo, pueden provocar serios daños.

Además, algunas de esas piezas de basura espacial no son pequeñas. También hay satélites inoperativos que, en ocasiones, se acercan demasiado a otros satélites grandes. Si no se intenta controlar, se puede convertir en un gran problema.

En busca de evitar el síndrome de Kessler

El mayor problema de la basura espacial es que es imposible controlar todos los fragmentos. Los más grandes están bien vigilados y se puede evitar, por ejemplo, cosas como la colisión entre un satélite operativo y uno ya retirado.

Pensemos en la dinámica de una colisión en el espacio. Un satélite, por ejemplo, choca con otro. Dos objetos se desintegran en el espacio, pasando de ser dos piezas de basura espacial a cientos o miles. Ahora, podemos ir un paso más allá.

Con el aumento de los fragmentos de basura espacial en la órbita de la Tierra, es mucho más probable que haya otras colisiones. Estas, a su vez, generarán todavía más colisiones. Así que nos encontramos con una órbita baja de la Tierra que, en ese escenario, sería inutilizable.

A este escenario se le llama síndrome de Kessler. Implica que la órbita baja de la Tierra (hasta a unos 2.000 kilómetros del planeta) sería inutilizable. Aunque sí se podría viajar a través de ella, hacia otros destinos, establecer un satélite sería una locura.

Sólo sería cuestión de tiempo hasta que fuese destruido y, a su vez, aumentase la cantidad de basura espacial en el entorno. Estamos lejos todavía de que se den las condiciones como para que se desencadene el síndrome de Kessler.

Sin embargo, la actividad espacial va en aumento. En la década de 2030, algunas estimaciones apuntan a que podríamos llegar a tener hasta 100.000 satélites desplegados en el entorno de nuestro planeta. Así que es necesario controlar la situación.

En busca de soluciones para mitigar el impacto de la basura espacial

En este sentido, vale la pena destacar un documento recientemente creado por el Foro Económico Mundial, en colaboración con la Agencia Espacial Europea. En él, establecen objetivos ambiciosos y específicos para mitigar el problema.

Así, sugieren objetivos como un porcentaje exitoso de misiones en las que, al finalizar, se logra desechar el satélite de manera segura (en el 95-99% de las misiones). También se establece la cantidad de años que un objeto debería permanecer en órbita al final de su vida.

Además, no se busca que se empiece a ejecutar en algún momento ambiguo en el futuro. La intención es que se comience a aplicar, de manera progresiva, a nuevas misiones ya en 2023, con el objetivo de que esté a pleno rendimiento en 2025.

El documento se puede consultar en inglés, donde se cubren muchos aspectos diferentes. Se menciona la responsabilidad de los gobiernos, las medidas económicas y, también, el trabajo activo de cada operador de satélites.

Estos últimos deberán trabajar, activamente, para evitar que sus satélites puedan suponer un riesgo de colisión con otros. Esto es imperativo siempre que el satélite se encuentre por encima de los 375 kilómetros de altura.

Entre las 27 empresas que han firmado el acuerdo nos encontramos con algunos nombres destacados, como Airbus, Astra, OneWeb o Axiom Space. Esperemos que, a no mucho tardar, sean muchas más las empresas, de todo el mundo, que se sumen a esta u otras iniciativas similares.