La desertización avanza y amenaza a Europa

Algunas regiones de Europa se secan a medida que el calentamiento global se amplifica y se extiende la aridez. España es uno de los países más vulnerables a ese cambio.

Mario Picazo

Mario Picazo

La sequía y la desertización amenazan con degradar la tierra y a día de hoy, las superficies áridas ya cubren más del 41% de la superficie terrestre. Algunas regiones del planeta se secan a un ritmo vertiginoso, entre ellas se encuentran amplias zonas de Europa.

En esas zonas áridas vive más del 38% de la población mundial. Las sequías conducen a la pérdida de tierras cultivables a través de la desertificación, la muerte de la vegetación y la escasez de agua potable.

El 38% de la población global vive en zonas áridas. Ese numero no deja de crecer a medida que aumentan las superficies áridas del planeta.

En Europa hay regiones especialmente vulnerables a la sequía. La aridez es cada vez mayor y tampoco ayudan las, cada vez más frecuentes, olas de calor. Según datos recopilados por el Centro Común de Investigación (JRC, por sus siglas en inglés), el estrés hídrico y la aridez se extienden por cerca de 168.000 kilómetros cuadrados en Italia y 365.000 kilómetros cuadrados en España.

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La sequía es una de las grandes amenazas en algunas regiones de Europa. Con el paso de los años y a medida que el clima se calienta el impacto es mayor.

Entender cómo evoluciona la desertización para facilitar la adaptación de la población

Un grupo de investigadores de la Universidad de Gante, Bélgica, ha utilizado modelos climáticos, datos de satélite y observaciones meteorológicas en superficie para estudiar la capacidad que tienen las sequías y las olas de calor de intensificarse y propagarse de forma autónoma.

Con este estudio (DRY-2-DRY project) se pretende obtener mejores pronósticos de cómo pueden evolucionar las sequías y establecer alertas tempranas para que la población se adapte con suficiente tiempo.

La disponibilidad de agua está determinada por dos factores principales. Uno tiene que ver con la cantidad de lluvia que cae, y el otro con el proceso de evaporación de la superficie. Este equilibrio entre el agua que cae del cielo y lo que pierde la superficie ha estado cambiando debido al calentamiento global.

Si bien la precipitación está cambiando de manera distinta en diferentes regiones, la evaporación está aumentando principalmente debido al aumento de la temperatura. Por lo tanto, hay una tendencia en la mayoría de las regiones del mundo a que el balance hídrico se incline hacia uno más árido.

Sea cual sea la causa de la sequía, esta puede influir en la llamada dinámica general de los ecosistemas. Este impacto afecta a su vez, la disponibilidad de agua potable para la población. 

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La agricultura en España y otras muchas zonas de Europa vive pendiente de la desertización que amenaza amplias extensiones de cultivo.

La sequía también tiene serias implicaciones para la biodiversidad, dado que las plantas dependen de la fotosíntesis. El proceso se complica cuando hay menos agua en el suelo, al aumentar la evaporación por la elevada temperatura media.

La lucha contra la sequía no es cosa fácil, pero hay dos formas de intentar hacerla más llevadera, adaptarse a ella o mitigarla. En el apartado de la adaptación, hay estudios que han mostrado como el cambio de la cobertura del suelo, incorporando más vegetación, puede ayudar a resistir mejor las olas de calor. 

El otro plan, y el que más urge pasaría por dejar de quemar combustibles fósiles ya que ayudan a aumentar las emisiones de gases de efecto invernadero.

El trabajo de los expertos en la sequía en España

En España, el proyecto Biodesert es el primer estudio de campo global que se ha hecho para evaluar cómo el cambio climático y el uso de la tierra, afectan a los ecosistemas en zonas áridas.

Fernando Maestre, catedrático de Ecología de la Universidad de Alicante, comenzó este tipo de investigación en España en 2005. Ahora el proyecto tiene una dimensión mundial e incluye científicos y ecosistemas de 21 países. 

El problema de la degradación de la tierra en zonas áridas y tierras secas se ha extendido desde que se adoptó el primer Plan de Acción de las Naciones Unidas para Combatir la Desertificación en 1977.

Existen amenazas serias para la seguridad alimentaria, la biodiversidad y la economía mundial a medida que una mayor extensión de la superficie de la tierra se desertiza.

La diversidad vegetal y microbiana desempeña un papel clave en el mantenimiento de la capacidad de las tierras secas. Para proporcionar servicios ecosistémicos esenciales relacionados con la fertilidad del suelo y la producción de biomasa vegetal. Estos servicios ecosistémicos son fundamentales para sustentar el alimento de más de mil millones de personas en todo el mundo.

Los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la ONU para 2030 exigen una gestión sostenible de la tierra. También se busca una mayor cooperación en todo lo relacionado con la desertificación, las tormentas de polvo, la degradación de la tierra y la sequía. La idea es promover la resiliencia y evitar desastres que afecten a millones habitantes del planeta.