La guerra arancelaria de Trump, una amenaza para la lucha contra el cambio climático

Aumentar los aranceles implicaría aumentar la produccion local en Estados Unidos y por tanto las emisiones de gases de efecto invernadero

Mario Picazo

La guerra de aranceles impulsada en las últimas semanas por el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, no solo ha tenido repercusiones en la economía global, sino que también ha afectado de forma significativa a los esfuerzos internacionales para frenar el cambio climático de origen humano.

Aunque algunos sostienen que una desaceleración económica podría traducirse en una reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero, la realidad, según apunta The Conversation, es más compleja.

Un escenario así podría derivar en un aumento de la producción local en Estados Unidos, con un consiguiente incremento en el consumo energético. Además, esta política podría obstaculizar la inversión internacional en proyectos de energías renovables.

Los aranceles impuestos por el gobierno estadounidense varían según el país, con un mínimo del 10 % que puede llegar al 20 % para los productos procedentes de la Unión Europea y Australia. En el caso de China, los gravámenes son aún más elevados: comenzaron en el 34 % y, según ha trascendido, Trump podría incrementarlos hasta un 50 % esta misma semana.

El comercio global influye en las emisiones de carbono

Históricamente, el crecimiento económico ha ido de la mano del aumento del comercio internacional. A mayor volumen de intercambios comerciales, mayores son las emisiones de gases de efecto invernadero vinculadas tanto a la producción como al transporte de bienes.

Para los países que dependen del comercio exterior, resulta clave fabricar productos donde exista una ventaja económica competitiva. Esto implica producir a un coste más bajo y, en teoría, reducir el consumo energético, lo que contribuiría a disminuir las emisiones de carbono.

No obstante, la estrategia de Trump pretende fomentar la fabricación local de muchos productos actualmente importados. Este planteamiento, lejos de reducir las emisiones, podría incrementarlas. Aunque el transporte internacional conlleva cierta huella de carbono, los procesos de fabricación en muchos países exportadores son energéticamente más eficientes que los de Estados Unidos.

Energía fósil frente a renovables

La política industrial impulsada por la administración Trump apuesta abiertamente por los combustibles fósiles, tanto en la producción como en la industria.

En contraste, otros países exportadores de bienes —especialmente del sudeste asiático y Europa— han intensificado el uso de energías renovables, reduciendo de forma notable sus emisiones de gases contaminantes. Además, sus procesos de fabricación tienden a ser más eficientes energéticamente.

Un mapa elaborado a partir de datos del satélite OCO-2 de la NASA muestra las emisiones y absorciones netas de dióxido de carbono entre 2015 y 2020. En él, los países que absorbieron más CO₂ del que emitieron aparecen en tonos verdes, mientras que aquellos con mayores emisiones destacan en colores rojizos.Crédito: NASA

Los aranceles limitan la financiación de las energías limpias

A pesar del avance global en la inversión en energías renovables, la guerra comercial liderada por Estados Unidos podría frenar este crecimiento. La financiación de estos proyectos no da frutos inmediatos, pero los beneficios se consolidan a medio y largo plazo.

Tal como advierten los expertos, no invertir hoy en reducción de emisiones implicará costes económicos mucho mayores en el futuro.

El anuncio reciente de nuevos aranceles por parte del gobierno de Estados Unidos ha provocado inquietud en los mercados. La tensión generada ya ha tenido un impacto negativo en el sistema económico mundial y se teme que pueda desembocar en una recesión global.

Aumento de la concentración de dióxido de carbono atmosférico (Curva Keeling). fuente: NASA

Tensiones económicas que amenazan el futuro energético

En este contexto de incertidumbre económica, tanto los gobiernos como las empresas privadas podrían optar por posponer inversiones en energías limpias. Una situación similar se vivió durante la pandemia de la COVID-19, cuando muchas iniciativas renovables quedaron paralizadas por la falta de liquidez y la caída del crecimiento.

A esto se suman posibles restricciones en el suministro de combustibles esenciales. Si Trump decidiera limitar las exportaciones hacia países como China —gran consumidor de energía—, es probable que el país asiático recurra nuevamente al carbón como fuente de energía. Este retroceso supondría un aumento significativo de las emisiones de dióxido de carbono y un deterioro de la calidad del aire.