Los glaciares suizos se desvanecen y el hielo de los Alpes se extingue ante nuestros ojos
Son varios los glaciares suizos que han visto menguar su hielo a un ritmo nunca observado y entre ellos destaca el Pizol
Mario Picazo
Como otros del mundo, los glaciares de los Alpes suizos se están reduciendo a un ritmo nunca visto, una señal clara de la velocidad con la que el calentamiento global está transformando los Alpes.
Lo que antes eran enormes ríos de hielo, hoy se funde a tal velocidad que el trayecto que hace 35 años se podía recorrer en pocos minutos desde el aparcamiento del glaciar del Ródano, hoy requiere una caminata de media hora.
La situación que viven en Suiza forma parte de un fenómeno global. Según la Organización Meteorológica Mundial, solo en 2024 los glaciares situados fuera de Groenlandia y la Antártida perdieron unos 450.000 millones de toneladas de hielo.
Para ponerlo en contexto, esa cantidad de hielo supondría 180 millones de piscinas olímpicas llenas de agua helada.

Una década de deshielo súper acelerado
En la última década, los glaciares suizos han perdido alrededor de una cuarta parte de su volumen. Las imágenes por satélite muestran que el glaciar del Ródano termina hoy en un lago que antes era una masa sólida de hielo, mientras que otros más pequeños, como el Pizol, en el noreste del país, están a punto de desaparecer por completo.
Hasta hace poco, una pérdida anual del 2 % del hielo se consideraba un escenario extremo para los glaciares alpinos. Sin embargo, en 2022 Suiza perdió casi un 6 % del hielo que le quedaba, y las pérdidas han tenido continuidad en 2023, 2024 y 2025. Incluso el glaciar más grande de los Alpes, el Gran Aletsch, ha retrocedido cerca de 2,3 kilómetros en los últimos 75 años. En algunas zonas, donde antes corría el hielo, ahora crecen árboles.
Es cierto que los glaciares han avanzado y retrocedido a lo largo de los siglos, pero los científicos insisten en que el ritmo actual de desaparición se debe, sobre todo, a la actividad humana.
Aunque las temperaturas mundiales se estabilizasen mañana, el deshielo seguiría avanzando durante años, ya que los glaciares responden con retraso a los cambios que experimenta el clima de la Tierra.

El dramático caso del Glaciar Pizol
El glaciar Pizol, ubicado en los Alpes suizos, se puede decir que ya ha desaparecido. Como apuntan algunos expertos, ha dejado de cumplir los criterios científicos de un glaciar desde 2022, por lo que su desaparición, si no se considera del todo al 100 %, es casi inminente.
En septiembre de 2019 se celebró una marcha fúnebre por el glaciar Pizol porque se había reducido a unos pocos trozos congelados. Entonces ya no se consideraba un glaciar desde una perspectiva científica, puesto que carecía de un área de hielo continua y había dejado de fluir. Fue declarado oficialmente extinto en 2022, habiendo perdido el 98 % de su volumen desde 2006.
El año 2025 ha sido declarado Año Internacional de la Preservación de los Glaciares por la ONU para destacar la crisis actual, durante la cual otros glaciares suizos restantes han seguido experimentando una pérdida significativa de volumen debido a las temperaturas récord y las escasas nevadas.

El futuro del hielo glaciar y el agua que genera, en nuestras manos
Según el profesor Ben Marzeion, del Instituto de Geografía de la Universidad de Bremen, “una gran parte del deshielo futuro ya está garantizada, ya que los glaciares están intentando ponerse al día con el clima que ya tenemos”.
Los expertos estiman que limitar el calentamiento global a 1,5 °C por encima de los niveles preindustriales podría salvar cerca de la mitad del hielo glaciar que aún queda en las montañas. Pero si la temperatura sube hasta 2,7 °C, como indican algunas proyecciones, podrían perderse hasta tres cuartas partes.
Las consecuencias serían enormes para los recursos hídricos. Los glaciares actúan como depósitos naturales, alimentando ríos que se utilizan para el riego, la generación de energía hidroeléctrica y el abastecimiento de agua potable. El impacto sería especialmente grave en el llamado “Tercer Polo” de Asia, donde cerca de 800 millones de personas dependen de los ríos alimentados por glaciares de las cordilleras cercanas.
A pesar de este panorama preocupante, los expertos insisten en que aún hay margen para actuar. “Es triste, sí, pero también alentador”, afirma la profesora Regine Hock, de la Universidad de Oslo. “Si reducimos las emisiones y la huella de carbono, todavía podemos conservar muchos glaciares. Está en nuestras manos”.