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Criosfera

¿Qué es la criosfera y dónde se encuentra?

Es el término que describe las partes de la superficie de la Tierra donde el agua se encuentra en estado sólido, que incluye el hielo de mares, ríos y lagos, la nieve, los glaciares y las capas de hielo y terreno congelado (que incluye el permafrost). Es decir, la conforma la totalidad del agua en estado sólido situada tanto por encima como por debajo de la superficie continental y de la oceánica.

La criosfera es uno de los componentes del sistema climático global, junto con la atmósfera (aire), la hidrosfera (agua en estado líquido), la litosfera (superficie continental) y la biosfera (fauna y flora).

Se estima que alrededor de tres cuartas partes del agua dulce mundial forman parte de la criosfera.

Actualmente la mayor parte de la criosfera la encontramos en las regiones polares de la Tierra. Un porcentaje muy mayoritario se encuentra en la Antártida (alrededor del 90% de la criosfera superficial); a continuación, en orden de mayor a menor porcentaje, tenemos Groelandia y el conjunto de islas del océano Ártico, regiones de alta montaña con nieve permanente (Himalaya y los Andes, principalmente), y los campos de hielo de la Patagonia (entre Argentina y Chile).

El origen del término viene del griego, de los vocablos kryos, que significa “hielo”, y esfera “globo”.

¿Cuáles son las funciones de la criosfera?

Como en el caso de los demás componentes del sistema climático, la criosfera desempeña un papel fundamental en el desarrollo de la vida en la Tierra tal y como lo conocemos.

Tiene una influencia directa sobre el clima gracias a la alta reflectividad de la radiación solar que tienen el hielo y la nieve (alto albedo). De hecho, este tipo de superficies pueden llegar a reflejar hasta el 80% o 90% de la radiación solar incidente.

Gracias a su alta capacidad de reflexión de la luz solar, ayudan a limitar el calentamiento sobre estas superficies, de forma que actúa como un regulador de la temperatura del planeta.

Las variaciones estacionales en la extensión de superficie helada y/o nevada provocan perturbaciones intranuales e interanuales en el balance de energía superficial a escala global, traduciéndose en variaciones en la temperatura del planeta.

Además, las grandes extensiones de hielo desempeñan un papel inequívoco en las variaciones climáticas a escalas de tiempo mayores, de cientos o incluso miles de años, conocidos como periodos glaciales e interglaciares. En este sentido, es indudable que, a mayor extensión de la criosfera, menor será la temperatura promedio del planeta.

De igual forma, el hielo nos da información acerca de lo sucedido en nuestro planeta en el pasado. Gracias a las superficies perpetuas de hielo se ha podido analizar la existencia de varios calentamientos globales naturales en los últimos millones de años, permitiéndonos conocer, por tanto, cómo ha sido la evolución del clima en la Tierra.

El permafrost/permahielo representa aquellas zonas continentales del planeta cuyo suelo está constituido por hielo, de mayor o menor profundidad, y que actúan como depósito de dos gases con enorme potencial de efecto invernadero como son el carbono y el metano. De esta forma, evitan la liberación de estas sustancias a la atmósfera en forma de CO2 y CH4.

Algunos glaciares presentan tonos rosados que están asociados a las algas que se forman en las capas superiores de la nieve y el hielo. Se cree que estas algas actúan como un factor bioindicador de la evolución del clima.

Evolución histórica de la criosfera

La superficie ocupada por la criosfera ha estado y está en permanente evolución, con periodos de mayor extensión que el actual y periodos de menor extensión.

En los periodos glaciales, la criosfera aumenta su extensión de manera considerable, llegando a cubrir una parte importante del norte de América y de Eurasia, con un nivel del mar decenas de metros inferior al actual y con la existencia de grandes superficies de hielo que unían todo el norte del planeta. Un ejemplo de ello lo tuvimos en la última época glacial, la Edad de Hielo, sucedida hace entre 100.000 y 10.000 años, aproximadamente.

Entre medias de estos periodos glaciales aparecen periodos más cálidos intercalados, en los que la superficie de criosfera se ve significativamente mermada: son los denominados periodos interglaciales.

No obstante, aunque nos encontramos en un periodo interglacial, desde el comienzo de la era industrial se observa una reducción acelerada de la superficie de criosfera, y se estima que siga disminuyendo durante las próximas décadas por efecto del calentamiento global.

Efectos del cambio climático en la criosfera

Una de las consecuencias directas que nos está dejando el cambio climático actual es la progresiva disminución de la criosfera.

El derretimiento de las grandes extensiones de hielo de las regiones polares trae consigo una serie de consecuencias de gran impacto:

  • Subida del nivel del mar

Desde 1900, se estima que el nivel del mar a nivel global ha aumentado entre 16 y 21 centímetros, y según el último informe del IPCC, se calcula que, en el peor de los escenarios, puede aumentar casi 1 metro adicional hasta final de siglo.

La subida del nivel del mar trae consigo la inundación de islas y de algunas zonas costeras, con los consiguientes efectos en la poblaciones humana y animal residente en ellas.

El derretimiento del hielo y la nieve trae consigo una ganancia en la absorción de radiación solar por la superficie terrestre. En consecuencia, la temperatura del planeta aumentará, favoreciendo la aceleración de este proceso de deshielo, retroalimentándose.

  • Acidificación de los océanos

Las superficies heladas almacenan CO2 que permanece retenido. Su deshielo provoca que este gas se libere y tienda a acidificar los océanos.

Esta acidificación trae consigo una pérdida de biodiversidad marina, comenzando por la desaparición de importantes hábitats como son los corales.

Al igual que en el caso anterior, el permahielo también actúa como depósito de carbono y de metano, por lo que el deshielo de éste supone la liberación de CO2 y de metano a la atmósfera, con el consiguiente aumento del efecto invernadero (y por tanto, de la temperatura global).