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Frío

El frío, derivado del latín frigĭdus, se define como la ausencia de calor. Según la Real Academia Española (RAE), describe «un estado en el que la temperatura de un cuerpo es significativamente inferior a la habitual del entorno».

Sin embargo, más allá de esta definición objetiva, el frío es también una experiencia subjetiva influenciada por factores individuales y ambientales.

La temperatura y su relación con el frío

La temperatura es una magnitud física que mide la energía cinética promedio de las partículas en un sistema. A mayor movimiento de estas partículas, mayor es la temperatura; cuando este movimiento disminuye, se percibe el frío. Para cuantificarla, se emplean diversas escalas:

  • Celsius (°C): Utilizada principalmente en Europa, donde el punto de congelación del agua es 0 °C y el de ebullición es 100 °C.
  • Fahrenheit (°F): Predominante en Estados Unidos, con el punto de congelación del agua a 32 °F y el de ebullición a 212 °F.
  • Kelvin (K): Usada en el ámbito científico, comienza en el cero absoluto, equivalente a -273,15 °C.

Aunque los termómetros proporcionan una medida objetiva, la sensación térmica puede diferir debido a factores como el viento y la humedad. Por ejemplo, una temperatura de 10 °C puede sentirse más fría en presencia de viento fuerte, ya que este incrementa la pérdida de calor corporal.

Sensación térmica y su relación con el frío

El frío no se mide únicamente con un termómetro. La sensación térmica, es decir, cómo percibimos la temperatura, se ve afectada por factores como el viento y la humedad. Esta percepción subjetiva puede diferir significativamente de los valores reales registrados por los instrumentos.

¿Por qué el viento intensifica el frío?

El viento elimina la capa de aire cálido que rodea nuestra piel, intensificando la pérdida de calor corporal. Este fenómeno, conocido como enfriamiento por viento o wind chill, puede hacer que una temperatura relativamente moderada se sienta mucho más fría.

Por ejemplo, un día con 0 °C y vientos de 30 km/h puede provocar una sensación térmica de hasta -6 °C, haciendo que la exposición sea más severa para el cuerpo humano.

¿Y qué papel juega la humedad?

La humedad relativa también tiene un impacto significativo. En ambientes húmedos, la capacidad del cuerpo para disipar el calor mediante la evaporación del sudor disminuye, intensificando la percepción de calor.

Sin embargo, en climas fríos, una baja humedad puede hacer que el aire se sienta aún más penetrante, ya que el aire seco facilita la pérdida de calor corporal.

Radiación solar y sensación térmica

La radiación solar es otro factor importante. En días despejados, la exposición directa al sol puede suavizar la percepción del frío, mientras que la ausencia de radiación aumenta la sensación térmica de frío, especialmente durante las noches despejadas, cuando las temperaturas descienden rápidamente.

Meteorólogos y científicos han desarrollado índices como el índice de enfriamiento por viento para calcular cómo se siente la temperatura bajo diferentes condiciones climáticas. Estas herramientas permiten emitir alertas más ajustadas a la experiencia humana, ayudando a las personas a protegerse de los efectos adversos del frío extremo.

¿Cómo se genera el frío? Fenómenos meteorológicos y climáticos

El frío en la atmósfera resulta de diversos procesos. Durante la noche, la Tierra emite calor hacia el espacio, especialmente en condiciones despejadas, un fenómeno conocido como radiación terrestre.

Además, las inversiones térmicas, donde una capa de aire cálido se sitúa sobre una más fría, pueden atrapar el aire frío cerca del suelo, provocando temperaturas más bajas. Los sistemas de alta presión, o anticiclones, estabilizan el aire y reducen la nubosidad, permitiendo un enfriamiento más intenso del suelo y generando el característico «frío seco».

Por otro lado, las corrientes oceánicas frías, como la corriente de Humboldt, transportan agua fría desde regiones polares, enfriando las zonas costeras y afectando el clima local.

Tipos de frío: diferencias entre frío polar, continental y de montaña

Frío polar

El frío polar domina las regiones árticas y antárticas, donde la limitada incidencia de la radiación solar provoca temperaturas extremas. En la Antártida, las mediciones en la estación Vostok han registrado -89,2 °C, el récord de temperatura más baja en la Tierra.

Frío continental

En zonas alejadas de la influencia marítima, como Siberia, las temperaturas en invierno pueden descender por debajo de -50 °C. Estas áreas suelen presentar grandes fluctuaciones térmicas entre estaciones debido a la falta de moderación térmica que ofrecen los océanos.

Frío de montaña

En regiones montañosas, la altitud es determinante para las bajas temperaturas. Según el gradiente térmico vertical, por cada 1.000 metros de altura, la temperatura desciende aproximadamente 6,5 °C. Este efecto es evidente en cordilleras como los Andes o los Alpes.

Fenómenos meteorológicos extremos asociados al frío

Olas de frío

Las olas de frío son períodos prolongados de temperaturas inusualmente bajas. Estas ocurren cuando masas de aire polar se desplazan hacia latitudes más bajas. Durante estos eventos, el impacto puede ser severo para la población, la economía y los ecosistemas.

Ventiscas y nevadas extremas

Las ventiscas combinan vientos fuertes, bajas temperaturas y precipitaciones de nieve, creando condiciones de baja visibilidad y peligro. Estas tormentas son comunes en regiones donde el aire frío interactúa con fuentes de humedad, provocando nevadas intensas.

Instrumentos meteorológicos para medir el frío

En meteorología, entender el frío implica más que registrar cifras; se trata de captar las variables clave que determinan las condiciones atmosféricas. Entre los instrumentos esenciales se encuentran aquellos que miden temperatura, viento y humedad.

La temperatura del aire, por ejemplo, se registra con termómetros, que han evolucionado desde los de mercurio hasta los digitales. Cada uno tiene su campo de aplicación: los de mercurio ofrecen gran precisión, pero han sido sustituidos en muchas regiones debido a su impacto ambiental. Por otro lado, los digitales son rápidos y precisos, ideales para uso cotidiano o en estaciones meteorológicas modernas.

El viento, un factor crucial en la percepción del frío, es medido por anemómetros. Cuando el viento incrementa la pérdida de calor corporal, amplifica la sensación térmica. Instrumentos como los anemómetros de cazoletas o de hélice son esenciales para este fin.

Además, la humedad relativa, medida con higrómetros, desempeña un papel fundamental. En condiciones de alta humedad, el aire puede sentirse más frío de lo que es realmente, especialmente en climas fríos y húmedos.

Las estaciones meteorológicas integran estos y otros dispositivos, recopilando datos precisos que permiten predecir y analizar patrones climáticos. La fiabilidad de estas mediciones depende no solo de la calidad de los instrumentos, sino también de su correcta instalación y mantenimiento.

Impacto del frío en el cambio climático global

Aunque el calentamiento global es una tendencia general, eventos de frío extremo siguen ocurriendo debido a desajustes en las corrientes en chorro. Estos flujos de aire debilitados permiten que las masas polares se desplacen hacia latitudes más bajas, generando olas de frío inesperadas.

El cambio climático también altera los patrones invernales. Aunque los inviernos son en promedio más cálidos, la variabilidad climática puede dar lugar a eventos extremos, como nevadas intensas o descensos rápidos de temperatura.

Zonas más frías del planeta y de España

El frío extremo tiene sus protagonistas en regiones polares, montañosas y áreas interiores alejadas del influjo moderador de los océanos. Estas zonas registran las temperaturas más bajas del planeta y de España debido a su altitud, latitud y condiciones atmosféricas únicas.

Las zonas más frías del planeta

En el contexto global, las regiones polares dominan el escenario del frío extremo. La Antártida ostenta el récord de la temperatura más baja jamás medida en la Tierra: -89,2 °C, registrada en la estación Vostok en 1983.

Más recientemente, con tecnología satelital, se identificaron temperaturas aún más bajas en la meseta antártica, alcanzando -98 °C en 2018, según la Organización Meteorológica Mundial (OMM).

En el hemisferio norte, el Ártico y zonas como Groenlandia también son protagonistas. En 1991, una estación automática en Groenlandia registró -69,6 °C, el valor más bajo oficialmente confirmado para el hemisferio norte.

Siberia, en Rusia, destaca por sus temperaturas extremas, especialmente en Oymyakon, considerado uno de los lugares habitados más fríos del mundo, con registros de -67,7 °C.

Además de las regiones polares, áreas montañosas como el Himalaya también experimentan fríos extremos. El Everest, la montaña más alta del mundo, puede registrar temperaturas de hasta -60 °C en invierno, combinadas con vientos intensos.

Las zonas más frías de España

En España, el frío extremo se concentra en áreas del interior peninsular, particularmente en zonas altas y valles cerrados donde las inversiones térmicas son frecuentes.

Durante la borrasca Filomena, en enero de 2021, se registraron valores excepcionales como -25,2 °C en Molina de Aragón (Guadalajara) y -21,0 °C en Teruel, según la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET).

Otras localidades que suelen destacar por sus bajas temperaturas incluyen Calamocha (Teruel), conocida por descender regularmente por debajo de los -20 °C en inviernos rigurosos. También destaca La Covatilla (Salamanca), una estación de esquí en la sierra de Béjar que registra temperaturas bajo cero durante gran parte del invierno.

Por otro lado, en el Puerto de Navacerrada (Madrid), el clima frío es característico durante todo el invierno debido a su altitud. En áreas montañosas como los Pirineos, el clima alpino domina y las temperaturas pueden descender hasta -15 °C o menos en estaciones como Baqueira Beret, especialmente en noches despejadas y sin viento.

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Fuente: Banco de imágenes Canva