Aunque desde la Tierra algunos planetas parecen moverse hacia atrás en el cielo durante ciertos periodos, esta inversión es solo una ilusión óptica provocada por la dinámica orbital del sistema solar. A este fenómeno se lo conoce como movimiento retrógrado aparente, y ha sido objeto de estudio desde la antigüedad. Su explicación reside en la geometría y las velocidades relativas de los cuerpos celestes.
Una inversión aparente del trayecto planetario
El movimiento retrógrado aparente se produce cuando, desde nuestra perspectiva en la Tierra, un planeta parece invertir su trayectoria habitual y desplazarse en sentido contrario al fondo de estrellas.
Habitualmente, los planetas se mueven de oeste a este en lo que se denomina movimiento directo o prógrado. Sin embargo, durante ciertos periodos describen una curva retrógrada de este a oeste.
Este efecto fue fuente de confusión durante siglos. Fue el sistema heliocéntrico propuesto por Copérnico el que permitió comprender que la causa no era un cambio real de dirección. Era, en su lugar, un efecto de paralaje derivado del movimiento de la Tierra alrededor del Sol.
Por qué ocurre: una cuestión de perspectiva y velocidades orbitales
La clave del fenómeno está en la diferencia de velocidad entre la órbita terrestre y la de los demás planetas. La Tierra recorre su órbita más rápidamente que los planetas exteriores, como Marte o Júpiter. Cuando adelanta a uno de estos cuerpos, la trayectoria aparente del planeta en el cielo forma un bucle que da la impresión de retroceso.
En el caso de los planetas interiores, como Mercurio y Venus, también se produce este efecto, aunque sus fases retrógradas coinciden con su paso entre la Tierra y el Sol, lo que dificulta su observación directa debido al resplandor solar.
Este fenómeno, común en los sistemas planetarios, fue documentado ya en tablillas astronómicas mesopotámicas. Desde entonces, ha sido descrito y analizado por múltiples culturas, aunque su interpretación científica no se consolidó hasta el Renacimiento.
Un fenómeno visible en el cielo: los bucles retrógrados
El movimiento retrógrado puede observarse marcando la posición de un planeta a la misma hora durante varias noches consecutivas. El trazado resultante forma una curva característica, un bucle que refleja el cambio aparente de dirección.
Este efecto es más evidente en los planetas exteriores, como Marte o Júpiter, especialmente cuando se encuentran en oposición, es decir, en el punto más cercano a la Tierra y con mayor brillo. Herramientas como Sky Tonight permiten visualizar estas trayectorias retrógradas de forma precisa y acelerada, facilitando su estudio y seguimiento.
Calendario de movimientos retrógrados en 2025
A lo largo de 2025, se producirán varias fases de movimiento retrógrado visibles desde la Tierra, en distintos planetas del sistema solar. Aunque no se trata de eventos excepcionales —todos los planetas retrogradan en algún momento—, cada uno lo hace con una frecuencia, duración y visibilidad distintas, determinadas por su posición relativa respecto a la Tierra y al Sol.
El primero en invertir aparentemente su dirección será Venus, que comenzará su fase retrógrada el 28 de febrero y la mantendrá hasta el 10 de abril. Este periodo se solapará parcialmente con la primera retrogradación de Mercurio, prevista del 14 de marzo al 6 de abril. Ambos fenómenos ocurrirán a baja altura sobre el horizonte, lo que puede dificultar su observación directa en cielos urbanos o con contaminación lumínica.
Tras esa primera fase, Mercurio repetirá su retrógrado en otras dos ocasiones: del 17 de julio al 10 de agosto y del 9 de noviembre al 29 de diciembre. En estas fechas, el planeta más cercano al Sol volverá a describir sus característicos bucles celestes al ser adelantado por la órbita terrestre.
Los planetas exteriores también experimentarán su retroceso aparente durante el año. Neptuno iniciará su fase el 5 de julio, prolongándola hasta el 10 de diciembre. Saturno lo hará del 14 de julio al 28 de noviembre, mientras que Urano, más lento y distante, comenzará a retrogradar el 6 de septiembre, concluyendo el 4 de febrero de 2026.
El más tardío será Júpiter, que entrará en movimiento retrógrado el 11 de noviembre y lo mantendrá hasta el 11 de marzo del año siguiente. Aunque su desplazamiento parece sutil a simple vista, es posible detectarlo observando noche tras noche su posición relativa respecto a las constelaciones de fondo.
Por su parte, Marte no experimentará retrógrado en 2025, ya que su ciclo sinódico —de aproximadamente 780 días— solo le hace retroceder cada dos años. Su próxima fase tendrá lugar en 2027.
La explicación científica detrás del movimiento retrógrado
Los antiguos modelos geocéntricos no podían explicar adecuadamente el movimiento retrógrado. Fue necesario abandonar la idea de que la Tierra era el centro del universo para comprender su verdadera naturaleza. La teoría heliocéntrica permitió interpretar estos bucles como una consecuencia natural de observar desde un sistema móvil.
En la práctica, el planeta no modifica su velocidad ni su trayectoria real, sino que el ángulo desde el cual lo observamos cambia a medida que la Tierra avanza más rápido en su órbita. El fenómeno es equivalente a la sensación de que un vehículo más lento parece retroceder cuando lo adelantamos en carretera.