No, el calor que vivimos no es normal: 10 verdades incómodas del verano actual

El calor extremo ya no es excepcional: olas más largas, noches tórridas y récords sin precedentes confirman el impacto del cambio climático en España.

Mario Picazo

El calor del verano ya no es lo que era, aunque algunos sigan repitiendo que «este calor es normal» o que «en verano siempre hemos llegado a los 40 grados». Lo cierto es que, por regla general, nos estamos adaptando al cambio climático.

Por otra parte, también están quienes, a pesar de saber que el clima ha cambiado, se niegan a aceptar una realidad imposible de ocultar. Es verdad que el verano siempre ha sido la estación más calurosa, que en el pasado se han registrado récords y que algunas noches costaba conciliar el sueño.

La diferencia es que ahora ese calor suele ser más intenso, y lo que lo hace distinto al de antes es que llega antes, se va más tarde y los días extremos son muchos más.

Preocupa el calor, pero preocupa más aún que parte de la población niegue su creciente intensidad. Niegan que el planeta se esté calentando sin control y que los extremos climáticos que vivimos sean algo distinto a lo habitual.

Todo esto sucede mientras observamos el clima con más detalle que nunca, y la ciencia pone sobre la mesa todo lo que miles de expertos en meteorología llevan décadas estudiando.
Estas son 10 verdades incómodas que ayudan a entender por qué el calor de hoy no es el de siempre:

1. Esas olas de calor interminables que llegan cada semana

Lo confirman los datos de la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET): las olas de calor en España se han triplicado desde los años 80 y duran más días. No es casualidad, sino un patrón coherente con el calentamiento global.

Solo entre 2001 y 2020 se han registrado unas 24 olas de calor, es decir, más de una por año, y en algunos años incluso varias.

Antes de los 80, duraban entre 3 y 4 días; hoy es frecuente que superen los 6 o 7 días, y algunas, como las de 2015 o 2022, se prolongaron más de 15 días en distintas regiones.

Las olas de calor ya no son la excepción: se han convertido en el nuevo ritmo del verano.

2. Las temperaturas medias suben como la espuma

España se calienta más rápido que la media mundial. Desde comienzos del siglo XX, la temperatura media ha subido 1,7 ºC en la Península y Baleares, frente a los +1,2 ºC globales.

Andalucía, especialmente el valle del Guadalquivir, es una de las zonas más afectadas. Aquí el aumento medio desde los años 70 supera los +1,7 ºC, y los días con máximas por encima de 45 ºC son cada vez más frecuentes. Córdoba y Sevilla encabezan la lista.

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3. Récords de calor que ni los más mayores recuerdan

Las temperaturas récord, antes excepcionales, ahora son habituales. Córdoba alcanzó 47,6 ºC en agosto de 2021, récord nacional. Y no es un caso aislado: los récords caen uno tras otro.

También aumentan los récords nocturnos: noches tropicales, ecuatoriales o tórridas con mínimas por encima de 30 ºC, como se ha registrado en Almería, Málaga o Murcia.

4. No es un “ciclo natural del clima”, es otra cosa

Aunque el clima varía de forma natural, el ritmo y la magnitud del calentamiento actual no tienen precedentes en milenios. Está directamente relacionado con las emisiones de gases de efecto invernadero.

El cambio climático natural es muy distinto al antropogénico. La actividad solar o las erupciones volcánicas han tenido un efecto menor o incluso ligeramente refrigerante en este periodo, por lo que no explican el aumento actual de temperaturas.

5. La evidencia científica es abrumadora

Los informes del IPCC y los estudios revisados por pares indican sin ambigüedades que el aumento de fenómenos extremos, como el calor en España, es consecuencia directa del cambio climático causado por el ser humano.

El IPCC estima que temperaturas que hace unas décadas solo se daban una vez cada 50 años, ahora ocurren varias veces por década. Eventos como las olas de calor de 2022 habrían sido virtualmente imposibles sin el cambio climático antropogénico.

6. Calor extremo para ecosistemas y agricultura

El calor excesivo ya afecta a cultivos como el olivo, la vid o los cítricos, fundamentales en la economía española. Las pérdidas por calor y sequía son crecientes.

Solo en 2022, con temperaturas extremas y una sequía histórica, el sector agroalimentario español perdió más de 8.000 millones de euros, según organizaciones agrarias. Cifras similares se repitieron en 2005, 2012 y 2017.

7. Nos quedamos secos cada vez más rápido

El calor persistente acelera la evaporación y agrava las sequías. España es uno de los países con mayor estrés hídrico de Europa. Entre 2022 y 2023, el país vivió una de las peores sequías recientes: al final de 2022, los embalses estaban al 31 % de su capacidad, el nivel más bajo desde 1995.

Las zonas más vulnerables son el sur y sureste peninsular, especialmente Almería, Granada, Jaén, Murcia, Comunidad Valenciana y partes de Castilla-La Mancha.

8. Resulta que junio ahora es julio

Junio ya no anticipa el verano: ya es verano intenso. El riesgo de episodios de calor extremo en junio se ha multiplicado por 5. Para la meteorología actual, junio ya no es un mes de transición, sino de agresión térmica.

La canícula ya no se limita a julio y agosto: ahora empieza en junio y no suelta hasta septiembre.

La canícula, que solía concentrarse entre mediados de julio y agosto, ahora se extiende de junio a septiembre, y con valores más altos. Junio de 2025 será probablemente el más cálido de todos los registrados.

9. Las noches tropicales son la nueva normalidad

Las noches con temperaturas por encima de los 20 ºC (tropicales), o incluso 25 ºC (ecuatoriales), se han disparado. Esto afecta al sueño y a la salud de millones de personas.

Nuestro cuerpo necesita enfriarse durante la noche, pero las mínimas se han elevado incluso más rápido que las máximas. Según estudios, las temperaturas nocturnas han subido entre un 10 % y un 20 % más que las diurnas en las últimas décadas.

Nos adaptamos como podemos, pero sin mitigación, el calor será un quebradero de cabeza constante.

EN VÍDEO: ¿Qué es una ola calor?

10. Los datos están ahí: no es una cuestión de opinión

El negacionismo se desmonta con datos. Las mediciones, los satélites, los modelos climáticos y los impactos visibles (incendios más graves, estaciones alteradas, fenómenos extremos) lo demuestran: el calor que sufrimos forma parte de la crisis climática.

Hoy en día, lo que se vuelve noticia es cuando refresca unos días, como si un «tsunami de aire frío» nos sorprendiera. Vivimos en un planeta cada vez más cálido, y este proceso no se va a revertir, salvo en situaciones anómalas.

Invertimos en aires acondicionados, piscinas, soluciones para un calor cada vez más difícil de soportar, pero la adaptación será un quebradero de cabeza si no se actúa con más decisión para mitigar el problema.