El perfil del pirómano: la cara oculta de quien provoca incendios en España

¿Qué motiva a una persona a quemar un bosque? ¿Qué diferencia hay entre pirómano e incendiario?

Elisabeth Lahoz

Según los últimos datos de la Fiscalía de Medio Ambiente*, el 4 % de los fuegos deliberados están vinculados a trastornos mentales, como la piromanía. Esto la sitúa en cuarta posición en la lista de posibles causas de los incendios forestales en España. Por detrás de las negligencias, la quema agrícola ilegal y las venganzas o conflictos sociales.

¿Qué lleva a estas personas a provocar un incendio? Hablamos con dos expertas para que nos desvelen qué pasa por la mente de estos sujetos atraídos por las llamas y explicamos cómo es el perfil del pirómano en España.

En la mente del pirómano: ‘Modus operandi’

Prender fuego y contemplar sus consecuencias resulta placentero para un pirómano. Este siente «fascinación y curiosidad por el fuego y todo lo que lo rodea. Esto es, la tensión antes de causar el incendio, el alivio al consumarlo, la sensación de bienestar que le produce observar sus efectos destructivos…». Así lo explica Marina Romero González, psiquiatra del Hospital Vithas Málaga, especializada en trastornos y fobias.

La piromanía responde a un trastorno de salud mental que inhabilita el control de los impulsos. Así está reconocido por la Asociación Americana de Psiquiatría. Esto les lleva a una conducta repetitiva de provocar incendios.

A diferencia de otros sujetos que también provocan fuegos de forma intencionada, el pirómano lo hace por dicha dificultad para controlar los impulsos. Además de por el hecho de encontrar placer en la observación del fuego. También puede ser un modo de sentirse importantes por llevar a cabo un acto que deja huella.

El pirómano siente fascinación por el fuego y elementos relacionados como la gasolina, fósforos o brasas. La ausencia de límites en la infancia y posibles eventos traumáticos pueden contribuir a estos trastornos de control de impulsos. Fuente: Pexels.

No es sencillo entender la mente de un pirómano. Detrás puede haber muchos factores que le lleven a esa situación, como trastornos psicológicos subyacentes, un pasado traumático o problemas de adaptación social.

Alba Fernández Zamora, psicóloga de Sanitas, sostiene que «suelen ser personas con falta de empatía que pueden tener dificultades para comprender o identificarse con el sufrimiento causado». También es común «que tengan ansia de poder o control. Por eso, el acto de encender fuego y ver cómo se propaga puede proporcionar una sensación de dominio», añade.

La piromanía, como la mayoría de los trastornos mentales, tiene un origen multifactorial. Coexisten tanto factores genéticos —estos individuos a menudo heredan alteraciones en las sinapsis neuronales vinculadas a la regulación de las emociones— como ambientales y la influencia familiar.

La doctora Romero destaca la crianza como un factor de gran influencia en la regulación de las emociones. Y es que las personas tienden a imitar los comportamientos que observan en su entorno. Por lo tanto, es posible que de pequeños no les enseñaran a gestionar la ira y la frustración.

Es frecuente encontrarnos con personas que tienen dificultades para gestionar las frustraciones y baja autoestima, que intentan suplir con el empoderamiento que les proporciona generar un incendio.

Alba Fernández Zamora, psicóloga

¿Pirómano o incendiario? Placer o interés por prender fuego

No todos los pirómanos queman bosques y no todos los incendios forestales son obra de un pirómano. Tal como refleja la memoria de la Fiscalía, en muchas ocasiones hay móviles económicos, políticos, vengativos.

Otra causa es la intención de ocultar un delito o las imprudencias y accidentes fortuitos. Estos últimos son, de hecho, la causa más común (más del 60%) por la que se suceden los incendios en nuestro país.

En dicha motivación para originar un fuego radica la diferencia entre un pirómano y un incendiario. «La piromanía se considera un trastorno mental relacionado con el control de impulsos. Es decir, la existencia de un impulso irresistible a provocar fuego con la sola finalidad de obtener placer. En cambio, el incendiario actúa con premeditación y ánimo de lucro», dice la Dra. Marina Romero.

Por su parte, la psicóloga Alba Fernández aclara que estos últimos encajarían más en un comportamiento poco cívico o un descuido.

«Los pirómanos no buscan un beneficio material, venganza o daño. Sus acciones están impulsadas por una necesidad compulsiva de encender fuegos. En cambio, los incendiarios pueden tener diversos motivos para iniciar incendios, como obtener ganancias financieras, venganza, dañar a otros o llamar la atención. Los incendiarios se mueven por la tristeza o la rabia; el pirómano simplemente siente una sensación de éxtasis ante el fuego».

Habitualmente la piromanía se da en el contexto de otra sintomatología como la tristeza o la ira, dificultades para afrontar el estrés, pensamientos suicidas, conflictos interpersonales…

Marina Romero González, psiquiatra

La piromanía, un trastorno mental que ¿tiene cura?

¿Cómo ayudarles y evitar que reincidan? Este es un trastorno psicológico complejo y raro que no tiene una cura como tal, pero es tratable mediante terapia y, en algunos casos, medicación.

Fernández señala que el «objetivo principal del tratamiento es controlar los comportamientos incendiarios, así como abordar las causas subyacentes». Para reducir dichos comportamientos, «es importante —dice— trabajar en el autocontrol de los impulsos, la autoestima y la empatía».

La piromanía puede llegar a controlarse de manera efectiva. Para ayudarles, la mejor opción es «un buen abordaje multidisciplinar de psicoterapia. Muchas veces se necesita también tratamiento farmacológico», apunta asimismo la psiquiatra Marina Romero, que recuerda que la de estas personas ha de ser «una intervención a largo plazo si queremos que esta eficacia se mantenga en el tiempo».

*Álvarez, J. L. G., Espinosa, V. M., Alcázar, M. C., & Plaza, A. S. (2017). Perfil psicosocial del incendiario forestal español privado de libertad. Behavior & Law Journal, 3(1), 26-34.