Más de 20.000 cotorras invaden las ciudades españolas y ponen en jaque la biodiversidad

Más de 20.000 cotorras han colonizado las ciudades españolas, causando daños ecológicos, cortes eléctricos y problemas de salud pública. ¿Qué soluciones hay?

Pablo Ramos

En apenas unas décadas, las cotorras han pasado de ser una rareza exótica a un verdadero quebradero de cabeza en numerosas ciudades de España. Su expansión, tan rápida como persistente, ha generado un problema ambiental que muchos expertos ya califican como plaga.

El impacto de estas aves no solo afecta a la biodiversidad autóctona, sino que alcanza también a la salud pública, la seguridad ciudadana y el patrimonio vegetal urbano. En este contexto, la Asociación Nacional de Empresas de Sanidad Ambiental (ANECPLA) ha vuelto a alzar la voz para advertir sobre la urgente necesidad de una intervención estructurada.

«El control de las cotorras no puede seguir abordándose desde la improvisación. Es urgente establecer una estrategia conjunta y sostenida en el tiempo que permita frenar los efectos negativos que esta especie está provocando en nuestros entornos urbanos», reivindica Jorge Galván, director general de ANECPLA.

Cotorra argentina, una especie invasora en España
Fuente: Banco de imágenes Canva

Cotorras argentinas y de Kramer: del colorido exótico al desajuste ecológico

Procedentes de América del Sur y del subcontinente indio, la cotorra argentina (Myiopsitta monachus) y la cotorra de Kramer (Psittacula krameri) fueron introducidas inicialmente como animales de compañía. Hoy, sin embargo, se han convertido en una de las especies invasoras más problemáticas del territorio español.

Su colorido plumaje y aparente simpatía han eclipsado durante años su carácter invasivo. Pero en realidad, estas aves encuentran en parques y jardines con árboles de gran porte un ecosistema ideal para reproducirse con rapidez. Su alimentación omnívora, basada en semillas, brotes, flores, insectos y larvas, les permite adaptarse con notable facilidad a entornos urbanos.

Aunque su presencia se detectó por primera vez de forma aislada a mediados del siglo XX, en la actualidad se contabilizan más de 20.000 ejemplares de cotorra argentina, según estimaciones de la Sociedad Española de Ornitología (SEO/BirdLife). Las comunidades autónomas de Madrid, Andalucía y Cataluña concentran la mayor parte de la población, aunque su área de distribución continúa en expansión.

Cotorras en España: Colonias ruidosas y aves desplazadas

Uno de los aspectos más notorios de la proliferación de cotorras es el nivel de ruido que generan. Al vivir en colonias muy numerosas y activas, su vocalización constante se convierte en una fuente de contaminación acústica persistente, sobre todo en zonas residenciales.

Pero no se trata solo de una cuestión de decibelios. Estas aves construyen nidos de gran tamaño que deterioran gravemente los árboles, debilitando sus ramas y afectando a su estabilidad. A su vez, compiten agresivamente con otras especies, desplazando a aves autóctonas como gorriones, estorninos o herrerillos, que ven comprometido su acceso al alimento y al espacio de nidificación.

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Más allá del ruido: cultivos, cableado y riesgo sanitario

El impacto de las cotorras no se limita al ámbito ecológico. También provocan daños materiales en infraestructuras urbanas, como cortes de suministro eléctrico, al anidar cerca de instalaciones eléctricas o deteriorar el cableado. Asimismo, su presencia en zonas agrícolas o ajardinadas afecta a cultivos y vegetación urbana, generando pérdidas económicas y desequilibrios paisajísticos.

No menos preocupante resulta su potencial como vectores de enfermedades zoonóticas. Su proximidad al ser humano y a otras especies animales facilita la propagación de parásitos y patógenos, lo que convierte su expansión en una cuestión de salud pública de creciente relevancia.

«Estamos hablando de un problema medioambiental, pero también de salud pública y seguridad ciudadana. No se puede seguir ignorando», recalca Galván.

Hacia una respuesta nacional: estrategia técnica y voluntad política

Los expertos coinciden: la solución no puede depender de acciones puntuales ni de decisiones fragmentadas por municipios. Lo que se necesita con urgencia es una estrategia nacional coherente, basada en criterios científicos y coordinada entre administraciones.

Esta hoja de ruta debería incluir protocolos estandarizados para el control poblacional, así como medidas preventivas para evitar nuevas introducciones. Solo con un enfoque sostenido, técnico y riguroso será posible reducir el impacto ecológico y sanitario que suponen las cotorras y proteger la biodiversidad urbana.