Un destello verde ilumina el cielo de Moscú en plena temporada de meteoros

El resplandor, visible durante la madrugada del 27 de octubre, coincidió con la actividad de las lluvias de meteoros Oriónidas y Táuridas.

Javier Castaño

Una bola verde cruzó el cielo de Moscú antes del amanecer del lunes. Su movimiento lento, casi flotante, y la forma en que se desintegró en varias chispas captaron la atención de miles de personas que grabaron el fenómeno desde distintos puntos de la capital rusa.

Los vídeos, que fueron (por supuesto) compartidos en redes sociales, muestran un objeto brillante que deja tras de sí una estela breve y un resplandor verdoso. A simple vista, recuerda a los bólidos, esos meteoros de gran tamaño que arden al entrar en contacto con la atmósfera.

Nadie escuchó explosiones ni se han hallado restos. Solo el silencio tras el destello.

Tal vez te interese:

Un fenómeno que coincide con las lluvias de meteoros de otoño

El suceso llega en plena temporada de las Oriónidas y las Táuridas. Esto es, las dos lluvias de meteoros más activas en los meses octubre y de noviembre. En estos días, la Tierra atraviesa zonas del espacio donde aún flotan fragmentos de antiguos cometas.

Cuando uno de esos trozos —a veces del tamaño de una piedra— penetra en la atmósfera, la fricción lo enciende hasta hacerlo brillar con una intensidad que, por un instante, convierte la noche en día.

El color verde del objeto observado sobre Moscú encaja con esa explicación. Los especialistas asocian ese tono a la presencia de níquel o magnesio, metales habituales en la composición de los meteoros. También podría indicar, aunque con menor probabilidad, un fragmento metálico de origen humano que se habría quemado al reentrar desde la órbita terrestre.

A diferencia de un meteoro común, la trayectoria fue más lenta, lo que hace pensar en un bólido de baja velocidad o en basura espacial desintegrándose.

Un cielo con historia de bolas de fuego

Rusia tiene una larga relación con este tipo de fenómenos. En febrero de 2013, el meteorito de Cheliábinsk atravesó el cielo de los Urales a más de 30 kilómetros por segundo y explotó con una energía equivalente a cientos de kilotones de TNT. Aquel impacto causó daños materiales y más de un millar de heridos por los cristales rotos de los edificios.

Nada de eso ha ocurrido esta vez. Pero el recuerdo de aquel suceso convierte cualquier luz intensa en el cielo ruso en motivo de atención y de análisis inmediato por parte de los observatorios astronómicos.

En Moscú, las primeras estimaciones apuntan a que el objeto se desintegró completamente antes de alcanzar las capas más densas de la atmósfera. Si se confirma, el fenómeno se quedará solo en espectáculo visual y en nuevas imágenes para los registros astronómicos.

Las lluvias de meteoros Oriónidas y Táuridas

Las Oriónidas, visibles cada mes de octubre, se originan a partir de los restos del cometa Halley, que deja una estela de partículas en su órbita. Este año, su máximo se produjo entre los días 20 y 21, con una actividad que aún puede dejar meteoros esporádicos durante varios días.

Las Táuridas, por su parte, son más lentas y tienden a generar bolas de fuego más grandes y brillantes. Permanecen activas hasta finales de noviembre y, según algunos astrónomos, podrían ser las responsables del destello visto en Moscú.

Ambos fenómenos ofrecen cada otoño algunos de los meteoros más llamativos del año. En noches despejadas y lejos de las luces urbanas, pueden observarse con facilidad a simple vista.