Un dron capta a una orca transportando a su cría muerta en el mar de Salish

La orca Alki fue observada en el mar de Salish empujando a su cría muerta, un episodio que refleja la crítica situación de la especie.

María Rivas

La escena tuvo lugar el pasado 12 de septiembre. Entre Orcas Island y Cypress Island, en el estado de Washington, la orca J36 «Alki» fue avistada sosteniendo a su cría muerta. El cuerpo de la neonata, aún con el cordón umbilical adherido, flotaba sobre el rostro de su madre, que nadaba lentamente en superficie.

Los investigadores estiman que se trataba de una hembra a término o casi a término. La causa exacta de la muerte no se conoce: podría haber sido un mortinato o un fallecimiento ocurrido poco después del parto.

El día siguiente, la madre fue vista moviéndose hacia el sur. Se sumergía una y otra vez para recuperar el cadáver cuando este se hundía, repitiendo el gesto con insistencia. Finalmente, horas más tarde, fue localizada frente a Seattle sin el cuerpo de la cría.

Una trayectoria marcada por pérdidas reproductivas

Alki, de 26 años, pertenece al J pod, uno de los tres clanes que forman la comunidad de orcas residentes del sur. Este grupo se considera en peligro de extinción, con un censo que en 2024 apenas alcanzaba los 75 ejemplares.

La historia reproductiva de Alki refleja las dificultades que atraviesa esta población. En 2015 dio a luz a J52 «Sonic», un macho que murió en 2017 tras un proceso de emaciación y el síndrome conocido como “peanut head”, caracterizado por la pérdida de grasa alrededor del cráneo y el cuello debido a la malnutrición.

En años posteriores, se confirmaron embarazos en 2019, 2021 y 2023, todos ellos fallidos. La pérdida de la neonata de 2025 se suma a esa secuencia de gestaciones sin éxito, lo que convierte a Alki en un caso especialmente preocupante para los científicos que estudian a la especie.

El duelo en el comportamiento de las orcas

La conducta observada en Alki no es un hecho aislado. En 2018, la orca J35 «Tahlequah» protagonizó un episodio que conmovió a la opinión pública: cargó a su cría muerta durante 17 días y recorrió más de 1.600 kilómetros sin soltarla. Aquella imagen se convirtió en símbolo del duelo animal y abrió un debate mundial sobre la complejidad emocional de los cetáceos.

Los especialistas coinciden en que estas conductas representan una forma de afrontar la pérdida en animales con vínculos familiares profundos. En ausencia de extremidades para sostener el cuerpo, la madre recurre a sostenerlo con el rostro o el hocico, repitiendo el gesto de manera obsesiva. Según la bióloga Deborah Giles, de la SeaDoc Society, se trata de una manifestación inequívoca de dolor.

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Escasez de alimento: un problema de fondo

La raíz del problema se encuentra en el déficit alimentario que arrastra esta población. Las orcas residentes del sur dependen en gran medida del salmón chinook, la especie más grande y con mayor contenido graso del Pacífico.

Hace apenas dos décadas, no era raro encontrar ejemplares de hasta 18 kilos. Hoy, la media apenas alcanza los 5,5 kilos. Esta disminución en tamaño y abundancia obliga a las orcas a invertir más tiempo y energía para conseguir el mismo aporte calórico.

Las consecuencias son directas: embarazos que fracasan, crías que no sobreviven y adultos que muestran signos de malnutrición crónica. Un estudio reciente estima que alrededor de dos tercios de las gestaciones detectables en esta población no llegan a buen término, y un porcentaje importante de esos fallos ocurre en las etapas finales del embarazo.

Fuente: Banco de imágenes Canva

Un ecosistema cada vez más hostil

A la escasez de alimento se suman otros factores que complican la recuperación de la especie. El ruido submarino generado por el tráfico marítimo interfiere en la ecolocalización, la herramienta con la que las orcas localizan a sus presas. El aumento de contaminantes en la cadena trófica —como los PCBs— también afecta a su salud y capacidad reproductiva.

La situación de las orcas residentes del sur se enmarca en un entorno donde las alteraciones ambientales, la competencia por los recursos y las presiones humanas se superponen, reduciendo sus posibilidades de supervivencia.

Medidas para reducir el impacto humano

La entrada del J pod en aguas al sur de Admiralty Inlet coincidió este año con el inicio del programa Quiet Sound, que invita a los grandes buques a reducir la velocidad. El objetivo es disminuir el ruido submarino y reducir los riesgos de interacción con los cetáceos.

En paralelo, los equipos de investigación que siguen a Alki optaron por no interferir durante su duelo. Evitaron recoger muestras fecales de la madre, que habrían permitido conocer su estado de salud, para no añadir estrés en un momento crítico.

Lo que sabemos y lo que aún se desconoce

Datos confirmados:

  • -La cría era hembra y estaba a término o casi.
  • -Las imágenes de dron previas al parto mostraban a Alki en buen estado corporal.
  • -Los últimos registros la ubican frente a Seattle ya sin la neonata.

Aspectos pendientes:

  • -Determinar la causa exacta de la muerte.
  • -Evaluar el impacto acumulado de las pérdidas reproductivas en la condición futura de Alki.
  • -Analizar el papel de factores combinados como nutrición insuficiente, contaminación química y ruido marino.

Un futuro incierto para la población

Cada cría que no sobrevive supone meses de energía invertida sin retorno. La pérdida de una hembra a término implica, además, una oportunidad menos de que en el futuro aumente el número de reproductoras en una población en retroceso.

Con menos de 75 ejemplares documentados en 2024, los expertos insisten en que cada nacimiento es crucial para garantizar la viabilidad demográfica del grupo. La restauración de las cuencas salmoneras, la gestión pesquera sostenible y el control del ruido submarino aparecen como medidas imprescindibles para frenar la tendencia al declive.

Fuente imagen destacada: The SEADOC Society