Una marea monstruosa de sargazo arrasa el Caribe y amenaza ecosistemas y economías
Desde Puerto Rico hasta Guyana, la proliferación de sargazo en 2025 rebasa los 40 millones de toneladas y pone en jaque al Caribe.
Redacción
Aunque cada primavera el sargazo comienza a multiplicarse en mar abierto, la cifra alcanzada en 2025 ha pulverizado todos los registros anteriores. Más de 40 millones de toneladas métricas flotan actualmente en el Atlántico tropical, según los datos satelitales analizados por la Universidad del Sur de Florida.
El aumento ha sido tan abrupto que ha duplicado el récord de 2022, lo que ha generado una preocupación generalizada. El cinturón de sargazo, esa franja oceánica que se extiende desde las costas de África hasta el Caribe occidental, no deja de crecer.
Cuba, Puerto Rico, Guyana y especialmente las playas mexicanas de Quintana Roo ya notan los estragos. Y lo peor podría estar por llegar: los expertos prevén que el pico máximo de acumulación no se alcance hasta mediados del verano.
Un desastre ecológico que asfixia el litoral
Estas algas pardas, pertenecientes al género Sargassum, forman en mar abierto un ecosistema flotante que puede resultar beneficioso. Pero cuando varan en la costa, su impacto es radicalmente distinto. Al descomponerse, liberan ácido sulfhídrico, un gas con olor nauseabundo que afecta la calidad del aire y la salud de los habitantes.
En zonas como Playa del Carmen o Mahahual, el paisaje habitual ha sido sustituido por alfombras espesas y malolientes que bloquean la luz solar, elevan la temperatura del agua e impiden la fotosíntesis. Debajo de estas masas de sargazo, los arrecifes de coral y las praderas marinas quedan sepultadas.
En 2021, un estudio científico ya alertó de que la temperatura bajo estas esteras puede subir hasta 5ºC y reducir la luz hasta en un 73 %.
La paradoja del sargazo: un alga marina que arruina el turismo
Aunque parezca irónico, un organismo natural está afectando la principal fuente de ingresos de muchas islas del Caribe. En Barbados, la acumulación de sargazo ha provocado cancelaciones hoteleras. En Martinica, incluso se cerraron escuelas por los gases tóxicos. Y en República Dominicana, el gobierno ha instalado barreras antialgas para evitar el colapso en destinos como Punta Cana.
En el Caribe mexicano, más de 20.000 toneladas se han retirado manualmente en los primeros meses del año. Sin embargo, los esfuerzos no siempre resultan eficaces ni sostenibles. Las retroexcavadoras dañan la arena, los escurrimientos contaminan acuíferos y el personal no da abasto.

Contaminación, lluvias y aguas más cálidas: el caldo perfecto
El origen de este crecimiento explosivo no es sencillo de acotar. Hay consenso en que el cambio climático y la actividad humana tienen un papel fundamental. Las escorrentías cargadas de nitrógeno y fósforo desde la cuenca del Amazonas actúan como fertilizante.
A esto se suman aguas más calientes, corrientes alteradas y lluvias extremas. El resultado: un alga que se reproduce asexualmente, impulsada por condiciones cada vez más favorables.
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El futuro inmediato: soluciones caras y falta de estrategia
Frente a la magnitud del problema, las respuestas institucionales se muestran dispersas. En Quintana Roo, más de cien trabajadores, junto con embarcaciones de la Marina, participan a diario en la retirada del alga. En San Martín, las limpiezas de emergencia se hacen con maquinaria pesada, aunque con riesgo para huevos de tortuga marina.
El mantenimiento de barcazas recolectoras es costoso y muchas islas no disponen de recursos suficientes. Algunos hoteles ofrecen reembolsos o transporte a zonas no afectadas, pero eso no soluciona el problema estructural: el Caribe necesita una estrategia regional, continua y sostenible.