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La fruticultura: cómo los cambios en la temperatura afectan a su floración y cosecha

Durante los meses más fríos del año y en plena época de cultivos y cosecha de las frutas de temporada, así es como nuestros expertos fruticultores viven el día a día del campo enfrentando heladas intermitentes y la escasez de agua.

Cada mañana al levantarse, José María Sellés pisa el suelo de su habitación para sentir la temperatura de su finca situada en una zona agraria próxima a Altea, en la provincia de Alicante. Lo normal es que la temperatura sea fresca, pero si nota el suelo de arcilla demasiado frío, sale corriendo a ver el campo. Una helada o una ola de calor puede acabar con la cosecha de aguacates que gestiona y por tanto arruinar la campaña.

“La planta está acostumbrada a una temperatura óptima de desarrollo. El aguacate, por ejemplo, florece en los meses de marzo y abril en España. Si hace un calor abrasivo, el árbol se estresa y suelta toda la fruta a modo de supervivencia”,

José María Sellés, agricultor en Altea (Alicante)

El clima, un factor esencial

Sellés hace hincapié en la llegada de tormentas o corrientes de aire muy fuertes, comentando que al final «la agricultura está a merced de las inclemencias del tiempo. Si a finales de marzo, que es cuando brotan muchas cultivo, se produce una helada, puede quemarlo todo y te quedas sin hortalizas. Es muy importante que no haya cambios muy bruscos”.

La fruticultura, un pilar esencial de la agricultura, se encuentra en un constante vaivén debido a las variaciones climáticas, siendo la temperatura un factor crítico en su ciclo de vida. Las fluctuaciones en el clima afectan directamente procesos fundamentales como la floración y la cosecha, desencadenando un impacto significativo en la producción de frutas y hortalizas.

Las plantas frutales, meticulosamente sincronizadas con las estaciones, dependen de patrones climáticos estables para desplegar su deslumbrante exhibición de flores y frutas. ¿Es posible protegerse ante los posibles cambios climáticos? David de Scals, experto técnico de Biológicos de Corteva Agriscience nos explicaba en el podcast AgroPrecisión cómo los agricultores pueden adelantarse a estos fenómenos climáticos.

Esta realidad plantea desafíos significativos para los agricultores, quienes deben enfrentar condiciones climáticas impredecibles y ajustar sus prácticas agrícolas para preservar la salud de sus cultivos. En este sentido, Corteva ayuda a los agricultores con soluciones bioestimulantes cuyo objetivo es nutrir el cultivo de manera adecuada y formar esas estructuras celulares consistentes que les ayude a resistir a los períodos desfavorables. “La idea es que los agricultores puedan sacar no sólo la máxima cantidad sino la máxima calidad de sus frutos”, explica de Scals.

“Es clave llevar el cultivo bien nutrido, con paredes celulares bien formadas, de tal manera que tenga una buena acumulación de agua y nutrientes y les ayude a soportar esas bajas temperaturas en mejores condiciones”.

David de Scals, experto técnico de Biológicos de Corteva Agriscience.

La digitalización puede desempeñar un papel crucial en la mitigación de los impactos negativos de las variaciones de temperatura en la fruticultura, proporcionando herramientas y tecnologías que facilitan la adaptación y la gestión eficiente de los cultivos. “El disponer de datos nos va a permitir ver tendencias y hacer previsiones. Tener un sistema que nos permite prever lo que va a suceder nos va a ayudar significativamente a poder a adaptar nuestras variedades y nuestras recomendaciones de siembra. Es una pata fundamental para la agricultura”, afirma Scals.

La monitorización climática en tiempo real, sistemas de predicción, la automatización y control de invernaderos, la gestión eficiente del riego, el análisis de datos… La digitalización, cuando se implementa de manera efectiva, puede ser una aliada poderosa para la fruticultura al ofrecer herramientas y conocimientos que contribuyan a la resiliencia de los cultivos frente a los desafíos climáticos.

La calidad y la cantidad de la cosecha están intrínsecamente ligadas a la capacidad de la industria frutícola para adaptarse a este nuevo escenario climático, lo que determinará el futuro de nuestro suministro de frutas frescas y nutritivas.