Cinco hábitos fashion que no son tan positivos como pensabas

Hábitos que es necesario revisar en nuestras compras para mejorar nuestro impacto en el planeta

Laura Opazo

Laura Opazo

Motivados por un deseo o una voluntad de mejorar el mundo en nuestro día a día, repetimos
una y otra vez conductas o hábitos que pensamos tienen un efecto positivo en el entorno.

A veces, nos quedamos en una capa un tanto superficial y damos por sentados algunos mantras que, si bien es cierto llevan una gran carga de razón, conviene matizar para entender que no es
todo tan blanco o negro como parece. Especialmente en nuestra relación con el consumo de
moda.

Comprar prendas confeccionadas con fibras naturales

Puede que los tejidos naturales sean biodegradables (siempre y cuando no vayan mezclados con otras fibras y los tintes empleados para su teñido, sean naturales), pero eso no quiere decir que su cultivo u obtención sea respetuosa con los animales o con el planeta.

Por ejemplo, para que las ovejas den más lana, han sido modificadas genéticamente hasta
lograr una raza con la piel arrugada. La excesiva cantidad de arrugas provoca mayor sudoración
y mayor riesgo de contraer miasis, una infección causada por las larvas de una mosca que
anida en las arrugas de la piel sudorosa de las ovejas.

Para paliar esta infección de forma económica sin recurrir a medicamentos, los ganaderos mutilan a la oveja con una técnica denominada mulesing. Consiste en cortar sin anestesia la zona que rodea al ano, para que las moscas depositen allí sus larvas y no se perjudique el resto de la lana. Además, el hecho de que el animal produzca tanta lana se convierte en un sufrimiento añadido por el sobrepeso
que tiene que soportar.

En el caso del cachemir, este está hecho con el pelo de las cabras de Cachemira. Las que tienen
el pelo defectuoso son matadas antes de los dos años de edad. En cuanto a la seda, para
conseguir un capullo más grande y un filamento de seda más largo, algunos productores
suministran hormonas a las larvas para que se hagan más grandes.

Para matar a los gusanos y hacer que los capullos sean más fáciles de desenredar, las larvas se suelen hervir, hornear, gasear o exponerse al sol. Además, si compramos una prenda de tejido natural pero de procedencia lejana, la huella de CO2 sea alta, por lo que es conveniente valorar todo en su conjunto.

Fuente imagen: Pixabay

Evitar las fibras sintéticas por ser más contaminantes

Al contrario que en el caso anterior, esta afirmación conviene matizarla. Por ejemplo, el poliéster es una fibra sintética que se produce a partir de productos químicos derivados del petróleo, una fuente no renovable y muy contaminante.

Ahora bien, su versión reciclada ofrece muchas ventajas, partiendo que permite utilizar materiales reciclados como el plástico de las botellas, por ejemplo, reduciendo así la cantidad de residuos plásticos que terminan en vertederos o en el océano.

Además, a niveles prácticos no hay ninguna diferencia entre el poliéster tradicional y el
reciclado. Durante el proceso de reciclado se reconstituye la fibra a nivel molecular y por tanto
el poliéster reciclado es igual de resistente, durable y tiene las mismas propiedades que el
virgen.

Otra ventaja, es que es una fibra que no se arruga ni se deforma, por lo que no necesita
planchado, ahorrando en gasto energético, se puede combinar con otros materiales, es liviano
y absorbe bien las tintas.

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Llevar tus prendas al contenedor de reciclaje

Es muy habitual que llevemos al contenedor aquellas prendas que hemos descartado tras hacer una limpieza de armario. Sin embargo, conviene saber que debe ser el último sitio al que deben llegar, ya que las prendas que están confeccionadas con mezcla de materiales no pueden reciclarse.

Sólo un 15% de esas prendas entra en proceso de reciclaje, sirviendo para hacer materiales de relleno, paños de limpieza o materiales de aislamiento y tan solo un 0,1% acaba siendo ropa reciclada en ropa. El resto de las prendas acaba en vertederos o en incineradoras, provocando un fuerte impacto
medioambiental
, además de un gran gasto en la gestión de residuos.

Lo mejor que podemos hacer es reducir nuestro consumo y buscar otras alternativas cuando
estas prendas ya no nos sirvan pero estén en buen estado. Siempre podemos transformarlas o
reconvertirlas en otras prendas útiles para nuestra vida o podemos donarlas, regalarlas o
revenderlas
para que otra persona pueda utilizarlas y se alargue su ciclo vital.

Leer superficialmente las etiquetas de las prendas.

Leer las etiquetas de las prendas denota curiosidad e interés por estar bien informado. Sin embargo, las etiquetas de las prendas no son lo suficientemente elocuentes como para saber toda la trazabilidad del producto y conocer si ha sido realizado con criterios de calidad, medioambientales y socialmente responsables.

Además, muchas veces nos centramos en leer la etiqueta mirando sólo el material y no el lugar
donde está confeccionado y en muchas ocasiones se trata de países en los que las condiciones
laborales son injustas.

Además, aunque las condiciones laborales fueran las adecuadas, la huella de carbono que supone su traslado y distribución suponen que a veces otras alternativas de proximidad sean más interesantes. Así pues, conviene valorar todos los datos en su conjunto para tomar decisiones con sentido común.

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Dar por válido cualquier certificado

Una manera de que no nos den gato por liebre y saber de forma certera si un producto está fabricado de manera sostenible, es echar un ojo a los certificados o sellos que suelen acompañarlo.

Es importante que se trate de sellos gestionados por organismos gubernamentales ya que son los más fiables, puesto que hay empresas que utilizan sus propios sellos de certificación, aprovechándose de la ignorancia del consumidor y del vacío legal que hay a este respecto.