¿Cuál es la temperatura en la Luna?

La Luna es un lugar tremendamente hostil, con una diferencia térmica enorme entre el día y la noche. Las condiciones son muy diferentes a lo que experimentamos en la Tierra. A fin de cuentas, no tiene atmósfera ni condiciones especialmente favorables…

Alejandro Riveiro

Alejandro Riveiro

La Luna es un lugar tremendamente hostil en cuanto a temperatura ambiente. Tiene una gran diferencia térmica enorme entre el día y la noche. Las condiciones son muy diferentes a lo que experimentamos en la Tierra. A fin de cuentas, no tiene atmósfera ni condiciones especialmente favorables.

La duración del día en la Luna

Un día en la Luna es mucho más largo que en la Tierra. Dura un poco más de 27 días, frente a las 24 horas que nuestro planeta tarda en rotar sobre sí mismo. Por lo que el día (y la noche) tienen una duración aproximada de dos semanas.

El hecho de que la Luna no tenga atmósfera implica que no tiene una manera de mantener el calor en su superficie. Además, permite que sus cráteres y características geológicas no se erosionen como en sí sucede en la Tierra.

Por ello, nos encontramos con cráteres, en las regiones cercanas a los polos, donde hay regiones de sombra permanente. Allí, las temperaturas son incluso más bajas que en otros lugares del satélite. Es un lugar de extremos.

La mejor medición de la temperatura lunar la proporcionó la sonda Lunar Reconnaissance Orbiter (LRO), lanzada en 2009. Conocer la temperatura de la Luna, en cualquier lugar, tiene diferentes ventajas. Ayuda a entender su topografía.

Se puede deducir la cantidad de rocas lunares presentes en una región porque, a diferencia del suelo, tardan más en calentarse y enfriarse. ¿Qué utilidad tiene todo esto? Es algo esencial para cosas como el ambicioso Programa Artemisa.

La NASA está trabajando en llevar a cabo nuevas misiones tripuladas en la superficie de la Luna (a partir de la misión Artemis III, ahora mismo proyectada para 2026). Esta vez, lo que se busca es llevar a cabo misiones con una duración mayor.

La necesidad de descubrir las regiones más frías

Esta vez, no se busca estar un puñado de horas en la superficie lunar. Las misiones que se plantean son de estancias mucho más largas. Aquí es donde entran en escena esos lugares mucho más fríos de la Luna, a los que nunca llega la luz del sol.

En esos cráteres en sombra permanente, hay depósitos de agua congelada que podrían ser utilizados por las tripulaciones de las misiones del programa Artemisa. Sería una fuente de recursos local, de manera que no sería necesario llevarlos desde la Tierra.

A esto hay que sumarle el enorme contraste en temperaturas, incluso en comparación a las que encontramos durante la noche. En el ecuador, la temperatura diurna es de unos 120º C. La nocturna, por su parte, cae hasta los -130º C.

luna llena marzo 2019
Fuente imagen: Pexels

En esos cráteres en sombra permanente, la temperatura se desploma todavía más. Llega a ser hasta de -253º C. Es una temperatura tan baja que el hielo en su interior permanece congelado durante miles de millones de años.

Todo esto puede llevarnos a una pregunta de lo más natural. ¿Cómo podemos hacer frente a una variación de temperatura tan extrema? ¿De qué manera se puede conseguir que las instalaciones, de una base lunar, resistan?

Una opción es, simplemente, construirla en un cráter en sombra permanente. Otra opción es, directamente, enterrar la base bajo el regolito lunar. Así no queda expuesta a la radiación solar y a la variación en las temperaturas.

¿Cómo sobreviven los astronautas a la temperatura en la Luna?

Esta no es una opción, sin embargo, para los astronautas en la superficie del satélite (durante un paseo lunar, por ejemplo). En primer lugar, hay que destacar que, durante el programa Apolo, todos los paseos lunares se programaron para un momento concreto.

Todos se realizaron durante el amanecer lunar (por eso las sombras proyectadas son tan largas). Hay tres formas de transferir calor. Sólo dos tienen lugar en la Luna. La primera es la radiación, tanto directamente del Sol como del reflejo de su luz en el suelo.

Los trajes espaciales del programa Apolo reflejaban el 90% de la luz solar. Por lo que se transfería muy poco calor. El segundo es la conducción directa, por el contacto de los pies con la superficie. Era un proceso poco efectivo.

Concepto artístico de una nave Starship en una base lunar. Crédito: SpaceX

El regolito lunar no transmite el calor especialmente bien y, además, los pies de los astronautas estaban aislados. En realidad, los astronautas nunca llegaron (ni llegarán) a estar expuestos directamente a esas variaciones de temperatura.

A esto hay que sumarle otros aspectos técnicos (como la necesidad de librarse del calor emitido por el propio cuerpo humano, algo de lo que se encargaba el propio diseño del traje espacial usado en los paseos lunares).

Todo esto nos resultará todavía más familiar en los próximos años. La Luna será una gran protagonista en la exploración tripulada, gracias al programa Artemisa y a otras iniciativas (de diferentes agencias y compañías) que se llevarán a cabo en el futuro.