La Luna se encoge: Cómo afecta a la exploración espacial

Las misiones tripuladas van a ser cada vez más frecuentes, pero no es tan simple como se pudiera pensar: la Luna está encogiendo.

Alejandro Riveiro

Alejandro Riveiro

La Luna va a ser el gran centro de atención de la exploración espacial en lo que queda de década, y buena parte de la siguiente. Las misiones tripuladas van a ser cada vez más frecuentes, pero no es tan simple como se pudiera pensar ya que la Luna está encogiendo.

La Luna está encogiendo y supone un riesgo para el polo sur lunar

A partir de 2026 (si todo va según lo previsto), la NASA espera reanudar sus misiones tripuladas a la Luna, con Artemis III. No sólo Estados Unidos tiene interés en llevar a cabo misiones de esta naturaleza. Otras agencias y compañías también buscan lo mismo.

La principal diferencia con el Programa Apolo, es que ahora se está planteando la presencia permanente de seres humanos en nuestro satélite. Por lo que es importante entender qué condiciones nos encontramos en su superficie en períodos más largos.

Por ello, resulta muy interesante lo comentado en un trabajo publicado recientemente, por parte de un equipo de investigadores. En los últimos cientos de millones de años, añaden, la Luna ha encogido alrededor de 50 metros.

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¿Por qué sucede? La Luna (al igual que otros satélites y los planetas) se enfría desde su formación. El núcleo se va enfriando lentamente, pero afecta a lo que vemos en su superficie. Podemos usar una uva como ejemplo del proceso.

Sabemos que las uvas se arrugan al encoger hasta convertirse en pasas. A la Luna le sucede lo mismo, su superficie también se arruga. La gran diferencia es que su superficie es frágil, a diferencia de la piel de una uva, que es flexible.

Esto provoca que, allí donde diferentes secciones de la corteza empujan entre sí, se formen fallas. Los investigadores han documentado los procesos de este efecto. El encogimiento ha provocado una deformación perceptible en el polo sur.

Los riesgos de la región elegida para las nuevas misiones tripuladas

Por ello, avisan de que hay que tener en cuenta estos factores. Hay que fijarse en la distribución de las fallas, la posibilidad de que se activen e incluso de que se formen otras nuevas. Todo esto afectará a las bases que se instalen en el polo sur lunar.

Específicamente, lo más importante son los sismos lunares de poca profundidad. Se producen a menos de 150 kilómetros del suelo lunar. Son similares a los terremotos que experimentamos en nuestro planeta, producto de las fallas de la Luna.

Además, pueden ser tan intensos como para dañar edificios, equipo y estructuras que se instalen allí. La parte negativa es que los terremotos en la Tierra duran segundos. En la Luna pueden durar muchas horas. En los años 70, se captó un sismo lunar de este tipo.

La tripulación de Artemisa 2. De izquierda a derecha: Christina Koch, Victor Glover (arriba), Reid Wiseman (abajo) y Jeremy Hansen. Crédito: NASA

Fue un sismo lunar de magnitud 5, registrado por la Red Sísmica Pasiva de Apolo que, ahora, se ha logrado asociar con un conjunto de fallas descubierto por la Lunar Reconnaissance Orbiter. Las consecuencias son preocupantes.

Los sismos lunares de poca profundidad (como el registrado en los años 70) podrían devastar los asentamientos que se establezcan en la Luna. Además, la superficie lunar está compuesta por gravilla y polvo que no está especialmente compactado.

Esos sismos, por tanto, pueden provocar deslizamientos y temblores. Los investigadores esperan identificar qué lugares pueden ser peligrosos para las misiones tripuladas y así minimizar los posibles riesgos a los que se enfrenten.

La necesidad de comprender las amenazas para las misiones tripuladas

Por ejemplo, las zonas de aterrizaje planteadas para Artemis III están en la zona de actividad sísmica en la luna. Por lo que todo lo que se pueda comprender sobre esos sismos lunares resultará tremendamente útil para las misiones futuras.

Hay mucho trabajo por realizar en el futuro. Será importante determinar, por ejemplo, qué tipo de construcciones (y diseños) serán capaces de soportar la actividad sísmica. También habrá que identificar las zonas más peligrosas.

El programa Artemis supone el inicio de algo desconocido. Hasta ahora, no se ha trabajado con la posibilidad de tener seres humanos a largo plazo en nuestro satélite. Hay muchos desafíos a los que enfrentarse, en diferentes aspectos.

La Cuenca Aitken, en el polo sur de la Luna (en esta imagen, es la parte oscura, en la zona inferior). Crédito: NASA/Goddard Space Flight Center

Por un lado, cómo mantener la presencia de esa tripulación, de una manera sostenible, aprovechando los recursos in situ. Por otro, siendo conscientes de los posibles peligros a los que se pueda enfrentar una tripulación y las infraestructuras que allí se construyan.

Este trabajo es un recordatorio más de que incluso la Luna, que podría parecer un satélite aparentemente muerto, tiene actividad. El Sistema Solar es un lugar mucho más dinámico de lo que se pudiese pensar al observarlo desde la distancia.

Cada vez queda menos para que se abra un nuevo capítulo de la exploración espacial tripulada. Algo que el ser humano no ha visto hasta ahora. Pero, en el camino, todavía quedan muchas cosas por aprender sobre el rincón en el que vivimos en la Vía Láctea.