La sonda Voyager 1 vuelve a enviar señales a la Tierra tras cinco meses

La comunidad astronómica ha estado muy pendiente de la sonda Voyager 1, de la que ahora la NASA ha informado que vuelve a funcionar correctamente

Alejandro Riveiro

Alejandro Riveiro

En los últimos meses, la comunidad astronómica ha estado muy pendiente de la sonda de la nave espacial Voyager 1, de la que ahora la NASA ha informado que vuelve a funcionar correctamente. Durante un tiempo, se temió que esta longeva misión pudiese terminar algo antes de lo esperado.

El extraño error de Voyager 1 en sus comunicaciones

Todo comenzó en noviembre de 2023, cuando, de repente, la nave respondió a uno de los habituales comandos, para comprobar la salud y el estado de sus diferentes componentes. A esa petición, la nave respondió con información completamente ilegible.

Era algo extraño porque, al margen de esto, todo sobre Voyager 1 indicaba que estaba en buen estado. Lo único que no funcionaba era el envío de datos científicos y de ingeniería. Pero, naturalmente, si esta parte no funcionaba bien, la misión no podía continuar.

Así que el primer paso fue determinar qué estaba sucediendo. El equipo identificó en marzo cuál era la fuente del problema. Se trataba de uno de los tres ordenadores de a bordo, el subsistema de datos de vuelo (FDS, por sus siglas en inglés).

Este subsistema es el que se encarga del empaquetado de los datos científicos y de ingeniería para enviarlos hacia la Tierra. Concretamente, todo se resumía en un chip, responsable de almacenar una parte de la memoria del subsistema.

Ese chip, que contenía parte del código del programa del FDS no estaba funcionando correctamente. Al no disponer de ese código, los datos de ciencia e ingeniería eran ilegibles y, lo peor de todo, es que no había manera de repararlo.

Las sonda Voyager 1, hay que recordar, está a más de 24 000 millones de kilómetros de la Tierra. Por fortuna, había otras soluciones disponibles. Optaron por mover ese código a otro lugar de la memoria que sí funcionase correctamente…

Un problema más complejo de lo que podríamos pensar

¿El inconveniente? Ningún otro lugar en la memoria del subsistema de datos de vuelo era lo suficientemente grande como para poder almacenar la totalidad del código que había quedado afectado por el chip que fallaba.

Así que tuvieron que idear una forma de fragmentar ese código, separándolo en diferentes secciones, más pequeñas, que sí pudiesen ser reubicadas en otros lugares de la memoria. Para llevarlo a cabo habría que realizar varios cambios.

Por un lado, ese código tendría que ser modificado para poder funcionar como un conjunto a pesar de estar dividido en varias partes. Por otro lado, el programa del FDS contenía referencias que indicaban dónde estaba almacenado ese código.

Neptuno y Tritón, vistos por la sonda Voyager 2. Crédito: NASA

Así que también había que actualizarlo, indicando las nuevas ubicaciones del código segmentado. Con este plan ya ideado, el primer paso fue identificar qué código se encarga del empaquetado de los datos de ingeniería de la sonda.

Tras conseguirlo, el pasado 18 de abril lo enviaron a su nueva ubicación en la memoria del FDS. Algo que ha sido muy lento. Por la enorme distancia que nos separa de Voyager 1, cualquier señal que se envíe (de la Tierra a la sonda o viceversa) tarda 22,5 horas en llegar a su destino.

Hubo que esperar hasta el 20 de abril para recibir la respuesta de Voyager 1 y, afortunadamente, no pudo ser mejor. La modificación había funcionado correctamente y, por primera vez en cinco meses, han podido comprobar el estado de la nave.

Hubo que esperar hasta el 20 de abril para recibir la respuesta de Voyager 1 y, afortunadamente, no pudo ser mejor

El trabajo todavía no ha terminado

En las próximas semanas, el equipo de Voyager 1 va a dedicarse a la segunda parte del trabajo. Reubicarán y ajustarán las porciones del código del FDS que todavía siguen afectadas, incluyendo las secciones encargadas del envío de datos científicos.

La sonda Voyager 2, por su parte, sigue funcionando con normalidad y no ha mostrado ningún síntoma de posibles errores similares. Aunque ya están al final de su misión, las sondas Voyager siguen siendo muy útiles para la ciencia.

Ambas se encuentran en el medio interestelar, el espacio entre estrellas. Allí, la actividad del Sol ya no es el factor dominante frente a la actividad del resto de estrellas y material de la Vía Láctea. Ninguna nave había llegado tan lejos.

Por lo que, hasta que la misión llegue a su final, se quiere aprovechar al máximo los años de funcionamiento que tengan por delante para entender cómo es esta región. No hay ninguna nave que, próximamente, vaya a ofrecer una oportunidad parecida.

46 años después de su lanzamiento, el legado de las sondas es inigualable. Antes de comenzar la misión interestelar, visitaron Júpiter y Saturno (ambas), así como Urano y Neptuno (lo hizo Voyager 2) ofreciendo un vistazo a esos planetas por primera vez.

Además, llevan a bordo un disco de oro con música, imágenes y sonidos de la Tierra, así como información sobre nuestro planeta y el ser humano. Un mensaje de nosotros para el futuro, que vagará por el espacio durante millones de años.