Las razones «físicas» por las que una central nuclear no explotaría como una bomba atómica

Una central nuclear es totalmente distinta a una bomba atómica y sus riesgos de explosión también son muy diferentes.

Pablo Ramos

Pablo Ramos

La guerra en Ucrania y el reciente bombardeo cercano a una central nuclear ha levantado las alarmas globales. Todas ellas se enfocan en los riesgos y consecuencias de una posible explosión central nuclear en este tipo de instalación.

Muchos creen que una explosión como esta podría tener el alcance y consecuencias que tuvieron episodios como el Chernóbil o el de Hiroshima y Nagasaki. Desde ElTiempo.es explicamos las razones ‘físicas’ por las que una central nuclear nunca explotaría como una bomba atómica. 

¿Qué semejanzas existen entre ellas?

Lo primero que hay que tener en cuenta es que una central nuclear en nada se parece a una bomba atómica:

Una central nuclear es una infraestructura que utiliza la energía liberada por pastillas de uranio para producir energía.

– Por su parte, un arma atómica es un artefacto pensado para causar el mayor daño posible. Un desastre gracias a la energía que se produce con el combustible nuclear enriquecido. 

“En la naturaleza encontramos esencialmente dos tipos o isótopos del uranio. Por un lado, el uranio-235 (muy escaso) y, por otro, uranio-238 (mucho más común). El único que causa fisiones al ser bombardeado con neutrones – el único capaz de producir energía nuclear – es el U-235”.

Así lo explica a Eltiempo.es Alfredo García, supervisor nuclear, divulgador y responsable de la cuenta de Twitter de @OperadorNuclear.  

Principales diferencias

Debido a estas características, un reactor nuclear podría funcionar sólo con U-235 pero, tendría que parar cada dos o tres meses para recargar. También podría recargar en funcionamiento. Por ello, lo que se hace es enriquecer el uranio en valores entre el 3% y el 5%. De este modo, se alarga la vida del combustible y se produce energía de una manera mucho más eficaz.

En el caso de una bomba nuclear, en su desarrollo se requiere un uranio enriquecido de más de 90%. Esto es para que pueda producirse una explosión nuclear. “Esta diferencia en el enriquecimiento requerido hace imposible, hablando en términos de física, que una central nuclear sufra una explosión nuclear”, apunta García.

De hecho, la única similitud entre una bomba atómica de uranio o plutonio y una central nuclear es que ambas utilizan fisiones. Sin embargo, la reacción en cadena se produce para generar energía eléctrica en un caso y destructiva en el otro.  

Las víctimas causadas por las bombas nucleares de Hiroshima y Nagasaki se cuentan por centenares de miles, entre 300.000 y 400.000 muertos.

En el caso de las bombas atómicas, como el enriquecimiento es mayor del 90%, casi todos los núcleos que encuentran los neutrones son de U-235. Esto hace que la reacción en cadena sea descontrolada. En cambio, en un reactor nuclear la mayor parte de los neutrones no causan nuevas fisiones. Por tanto, la reacción en cadena es controlada”, detalla el experto.

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¿Cómo es la seguridad de una central nuclear?

A pesar de que una central nuclear no puede explotar, (razón por la que no requiere de ningún sistema de ‘anti-explosión’) este tipo de instalaciones sí disponen de los sistemas de seguridad más exigentes. Sobre todo, para mantener productos de fisión y materiales radioactivos separados de las personas y del medio ambiente y evitar riesgos en caso de accidente. 

Las centrales nucleares modernas disponen de varias barreras para evitar fugas, a modo muñeca rusa o capas”, apunta este supervisor nuclear. Estas barreras son:

– La vaina que contiene el combustible radiactivo.

– El circuito primario.

– El edificio de contención. 

Además de otros muchos sistemas de seguridad que, como mínimo, están duplicados. Esto es para evitar que un fallo de un componente afecte a la capacidad de hacer frente a un accidente”, recalca García. 

Qué es lo que lo que sucedió en el accidente nuclear de Chernóbil 

La situación de guerra en Ucrania y el incendio de un edificio de formación en una de las centrales nucleares más grandes de Europa ha puesto en alerta a la comunidad internacional. Y ha hecho recordar el desastre nuclear de Chernóbil. Un accidente nuclear que no se produjo en una central nuclear convencional. 

La explosión de Chernóbil no fue nuclear, sino de vapor, por un cambio súbito de fase, de líquido a gas. Al producirse al menos dos explosiones de vapor, parte del núcleo del reactor salto por los aires. Eso sí, era un reactor diseñado para producir el plutonio necesario en la fabricación de bombas atómicas. Y como subproducto se generaba electricidad.

Por ese motivo, la seguridad era secundaria. Y no disponía del edificio de contención que tienen los reactores actuales, incluidos todos los de Ucrania”. Así lo asevera el supervisor nuclear, quién recuerda que este accidente no se podría producir en los reactores nucleares actuales. 

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Aunque el accidente de Chernóbil provocó el fallecimiento directo de unas 4000 personas, las víctimas mortales de Hiroshima y Nagasaki fueron cientos de miles. Más o menos, entre 300.000 y 400.000 personas perdieron la vida por la explosión de las bombas atómicas. 

Consecuencias medioambientales en caso de un accidente

Aún así, si bien una central nuclear no puede explotar como una bomba atómica , sí que tiene una serie de riesgos y peligros. Una explosión o fuga que libere radiactividad a la naturaleza tiene unas gravísimas consecuencias. 

Por un lado, en un primer momento, la liberación de agentes y partículas radioactivas contaminaría el entorno más inmediato. Desde el aire, las plantas, el agua, el suelo y los animales y todos los alimentos del aérea afectada. Una situación que haría que todos esos elementos fueran productos radiactivos y por tanto dañinos, tóxicos o cancerígenos. Incluso, resultarían mortales para la salud de las personas si se inhalaran. 

En Chernóbil, los animales y plantas han absorbido la radiactividad.

Con el paso del tiempo, la contaminación nuclear liberada permanecería en ese entorno durante décadas, aunque fuera decayendo. Así es como ha ocurrido en la zona cero de la central nuclear de Chernóbil. Este área es una superficie en exclusión. Allí, aunque la vegetación y los animales han proliferado, contienen aún unos niveles de radiactividad algo más elevados que el fondo natural.

Debido a estos altos índices de contaminación nuclear, las plantas y los animales del entorno de Chernóbil han absorbido partículas y agentes radiactivos. De hecho, en los años posteriores a la explosión se detectaron rastros de contaminación radioactiva en:

La madera.

La leche.

La carne.

Los productos alimenticios procedentes de los bosques.

Los ríos cercanos a la planta e instalaciones de Chernóbil.