Volvamos al presente:
Esa noche, puede que por ser solo cinco en el albergue, dormimos bien. Felix y Michelle nos habían dejado el desayuno preparado.
Yo me puse a hacer la mochila y cuando me di cuenta no quedaba nada del desayuno. Le pregunte a Michelle y me dijo que sólo habían dejado desayuno para cuatro (4 zumos, ocho magdalenas, café y te), total que le pregunte a la chica coreana
si ella había pagado el desayuno y me dijo que no, resulta que había cogido un zumo y dos magdalenas y los había guardado en su mochila. Como le dije a Christina prefiero pensar que fue un despiste y no morro.
Esa mañana día conocí a Alex un chico inglés estudiante de historia, a un señor sudafricano de 90 años que era todo un veterano que había hecho varias veces el camino y poco después me encontré con Jacinto un señor de Arganda, que era la primera vez que hacía el camino, y nos estuvimos riendo porque ninguno de los dos habíamos hablado español el día anterior. Estuvimos hablando de que su mochila iba muy cargada y además ladeada y le dije que yo había enviado cosas desde Santo Domingo y le animé a que cuando llegará al albergue (tenía pensado quedarse en Castrogeriz) revisara todo lo que llevaba para ver que podía llevar a casa. Poco después paramos a desayunar y compartimos las cerezas que yo había comprado la tarde anterior en Burgos.
Como yo iba con menos peso enseguida perdí a Jacinto por ese día, pero al poco rato conocí a Lorena y Loren, una pareja de rumanos que habían llegado a España en autostop y que de vez en cuando dormían en tienda de campaña y curiosamente conocían Salvatore y Maria.
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Volvamos al presente: Esa noche, puede que por ser solo cinco en el albergue, dormimos bien. Felix y Michelle nos habían dejado el desayuno preparado. Yo me puse a hacer la mochila y cuando me di cuenta no quedaba nada del desayuno. Le pregunte a Michelle y me dijo que sólo habían dejado desayuno para cuatro (4 zumos, ocho magdalenas, café y te), total que le pregunte a la chica coreana
si ella había pagado el desayuno y me dijo que no, resulta que había cogido un zumo y dos magdalenas y los había guardado en su mochila. Como le dije a Christina prefiero pensar que fue un despiste y no morro. Esa mañana día conocí a Alex un chico inglés estudiante de historia, a un señor sudafricano de 90 años que era todo un veterano que había hecho varias veces el camino y poco después me encontré con Jacinto un señor de Arganda, que era la primera vez que hacía el camino, y nos estuvimos riendo porque ninguno de los dos habíamos hablado español el día anterior. Estuvimos hablando de que su mochila iba muy cargada y además ladeada y le dije que yo había enviado cosas desde Santo Domingo y le animé a que cuando llegará al albergue (tenía pensado quedarse en Castrogeriz) revisara todo lo que llevaba para ver que podía llevar a casa. Poco después paramos a desayunar y compartimos las cerezas que yo había comprado la tarde anterior en Burgos. Como yo iba con menos peso enseguida perdí a Jacinto por ese día, pero al poco rato conocí a Lorena y Loren, una pareja de rumanos que habían llegado a España en autostop y que de vez en cuando dormían en tienda de campaña y curiosamente conocían Salvatore y Maria.