Aldeas abandonadas en España donde empezar una vida sostenible desde cero

En España hay 7.036 núcleos de población sin ningún habitante censado a 1 de enero de 2020. Esta es la historia de quien decidió empezar de cero.

María José Montesinos

María José Montesinos

La tentación de dejar el ruido y las prisas de la ciudad y reencontrarse con la naturaleza está creciendo entre muchas personas, que buscan no solo una mayor armonía con el entorno sino también consigo mismos. Con este propósito, no son pocos los que buscan aldeas abandonadas en España donde empezar una vida sostenible desde cero.

Más de 7.000 aldeas abandonadas

En España había 7.036 núcleos de población sin ningún habitante censado a 1 de enero de 2020, según datos del Instituto Geográfico Nacional (IGN) recopilados por elDiario.es. Por su parte, el INE (Instituto Nacional de Estadística), advierte que el 42,2% de los municipios está en peligro de despoblación.

Esta cifra contrasta con que la población española haya crecido un 38% desde 1975 hasta 2021: se ha pasado de los 34,2 millones de habitantes a los 47,3 millones actuales.

En la actualidad viven en estas aldeas recuperadas en el Pirineo oscense 150 adultos y unos cuantos niños

Irse a vivir al campo y recuperar un patrimonio a punto de desaparecer es lo que hicieron hace más de 35 años los primeros repobladores en Artosilla, una pequeña aldea pegada al Pirineo oscense, en la que ya no vivía nadie desde hacía décadas. Junto a los voluntarios que fueron a reconstruir las también deshabitadas Ibort y Aineto, crearon la asociación Artiborain.

Tras conseguir la cesión de uso por parte de la Diputación General de Aragón, los miembros de Artiborain instalaron su proyecto de vida en estos pequeños núcleos de población, a los que se unió poco después Solanilla, otro pueblo vacío cercano a ellos. En la actualidad viven 150 personas adultas entre las cuatro localidades, además de unos cuantos niños.  

Vecinos de la Asociación de Artiborain. Fuente: Facebook

Jesús y Mamen, los padres de Azpe García, fueron unos de los pioneros en esta aventura. “Vivíamos en Zaragoza pero ellos buscaban un cambio de vida, más en contacto con la naturaleza”, explica esta bióloga, que llegó a Artosilla con 3 años y creció allí hasta que, a los 18 se marchó a estudiar a la universidad. Tras 10 años fuera, volvió en 2014.

“Vivíamos en Zaragoza pero ellos buscaban un cambio de vida, más en contacto con la naturaleza”

Mamen, bióloga que ocupó la aldea de Artosilla

Recuperar el patrimonio y vivir en la naturaleza

Azpe explica que su padre era ceramista, y que el interés por la artesanía llevó a su familia a recuperar antiguos oficios como el de tejer, cuyas técnicas ancestrales aprendieron con un antiguo tejedor que quedaba en la zona.

A la vez, poco a poco, los nuevos pobladores de Artosilla fueron recuperando las casas, que se encontraban totalmente abandonadas “siguiendo la arquitectura tradicional, manteniendo las fachadas de piedra, etcétera”.

Su alejada ubicación había privado a Artosilla de la llegada de la luz, lo que tuvo la virtud de que sus nuevos pobladores buscaran la autosuficiencia gracias a la instalación de placas solares, que a día de hoy son las que siguen suministrando la energía a sus habitantes.

Para el agua “nos autoabastecemos con pozos o haciendo acopio en un depósito de la que llega de fuentes y barrancos”, explica Azpe. Un huerto familiar les provee de vegetales, para vivir “de la manera más sostenible posible”, como en su casa, construida con criterios de bioconstrucción.  

«Quería recuperar la libertad de vivir en la naturaleza, de un entorno casi salvaje»

Azpe García, otro de los vecinos de la «abandonada» Artosilla

La bióloga, que es también educadora ambiental, ha creado su proyecto de vida en Artosilla. “Fui muy feliz estudiando en Madrid pero tenía claro que no quería vivir allí”, afirma. Remarca que quería recuperar “la libertad de la naturaleza, de estar en un entorno casi salvaje” y que “eso era también lo que quería para mis hijos”. Sus pequeños son dos de los siete niños que viven ahora en la localidad.

Usar los recursos naturales cercanos forma parte del modo de vida rural. Fuente: Pexels

En la propia Artosilla lleva a cabo actividades en un aula ambiental, como complemento a sus colmenas de abejas, gracias a las que, junto a su pareja, Álvaro, comercializan miel ecológica, polen y propóleo con su empresa ‘A redolada’. Para Azpe, los inconvenientes, como que “almacenar leña para el invierno puede llevarte un mes”, se compensan con “abrir la puerta de casa y tener delante la naturaleza”.

Ecoaldea de Valdepiélagos

El camino hacia una vida más natural lo comenzó también hace tiempo Víctor Torre Vaquero, fundador de la ecoaldea de Valdepiélagos, en el valle del Jarama. Ubicada a una hora de Madrid, la ecoaldea se creó como un barrio de la localidad ya existente, buscando “la belleza de la naturaleza y vivir en un espacio abierto”.

Los fundadores de la ecoaldea de Valdepiélagos buscaban bajar su huella ecológica. Fuente; Facebook

El proyecto que comenzó en 1995 cuenta ya con unas 30 casas en las que viven “unos 80 adultos y muchos niños”. Entre sus habitantes hay familias jóvenes y jubilados, pero todos con el objetivo común de “bajar nuestra huella ecológica y vivir de la manera más sostenible posible”, indica Torres.

Viviendas de bioconstrucción

Desde un principio esta aldea contó con “calefacción solar y suelo radiante”, apunta Torres, quien detalla que supone “un ahorro del 80% en energía”. Todas las viviendas son de bioconstrucción, utilizando materiales como la arcilla, la madera y el corcho que “son 100% reciclables”, subraya.

El compostaje de la basura orgánica para usarla en los huertos, un ejemplo de economía circular

Gracias a las placas fotovoltaicas, “cada familia cubre entre el 70-80% de su demanda eléctrica” afirma Torres. A ello se añade el compostaje de la basura orgánica en muchos de estos hogares para usarlos en los huertos de la aldea, en un claro ejemplo de “economía circular”.

Huertos en Valdepiélagos. Fuente: Facebook

Valdepiélagos es miembro de la Red Ibérica de Ecoaldeas (RIE), cuyo portavoz, Kevin Lluch, afirma que “hay un movimiento brutal de gente que quiere vivir de manera armoniosa con la naturaleza, revertiendo el deterioro al medio ambiente”.

Las ecoaldeas son comunidades donde «se comparte y se colabora» en un entorno «natural»

Con ese deseo nacen las ecoaldeas, cuando “un grupo de gente elige voluntariamente vivir juntos, en un entorno natural, con un ecologismo responsable”. Son “comunidades” donde “se comparte y se colabora” creando una red que deja de lado “la competitividad y el materialismo”. En algunos casos se añade también un componente “espiritual”.

Recuperar aldeas abandonadas o crearlas desde cero

A veces estas comunidades ocupan aldeas abandonadas para recuperarlas y otras se crean desde cero. Este es el caso de Los Portales, la ecoaldea en la que vive Kevin, situada en la provincia de Sevilla. Desde el punto de vista de la sostenibilidad destaca el aprovechamiento de la energía solar y la eólica –a través de un generador construido por ellos mismos-, a las que en invierno se une la energía hidráulica obtenida de un pequeño salto de agua.  

En Los Portales han añadido la cría de animales. Fuente: Pexels

En Los Portales cultivan el 80% de las verduras que consumen y producen su propio aceite de oliva. También elaboran pan “que vendemos en Sevilla”, según explica Kevin. Con los años al aprovechamiento agrícola se ha unido la cría de animales, con los que también producen pequeñas cantidades de carne.

“No se trata de ir al campo y vivir como en la ciudad”, dicen desde la Red Ibérica de Ecoaldeas

El portavoz de la Red de Ecoaldeas indica que “tenemos una relación creativa con el entorno” y aclara que “no se trata de ir al campo y vivir como en la ciudad”, sino que esta vida en comunidad supone “una implicación en el trabajo” y en “la gestión colectiva”. Un “reto” que supone una “dinámica de trabajo personal” para pasar de “una vida individualista” a una existencia en comunidad.

Estas iniciativas se suman a otras de la España vaciada, que busca repoblarse con iniciativas como el Erasmus rural que ya mencionamos en esta sección. Rehabita Patrimonio, Abraza la Tierra, La Era Rural o Volver al Pueblo son plataformas que buscan también la recuperación de pueblos y aldeas abandonadas.