En la piel de un alpinista: mirando la vida desde arriba

Pasamos un día con Sebastián Álvaro, una vida siempre al filo de lo imposible. La meteorología, detrás de muchos de los sucesos más duros de su vida.

Cristina Herrera

Cristina Herrera

VÍDEO: EN LA PIEL DE UN ALPINISTA, A UN PASO DE LA CIMA

 

Ni su aspecto, ni su forma forma física ni, sobre todo, sus palabras reflejan la edad que tiene. ¿Está mal preguntarle la edad a un alpinista? A él no le importa decirlo. «Tengo 65 años». Lo afirma con la misma seguridad con la que mira el pico que vamos a conquistar -a 1.700 metros de altura- sin darle apenas importancia.

Pasamos un día con Sebastián Álvaro para ponernos en la piel de un alpinista, o más bien de todo un aventurero. Esa palabra que a él mismo le gusta definir como «aquél que dedica su vida a vivir aventuras». «Llevo más de 30 años metiéndome en líos», cuenta risueño.

Nos subimos con él a uno de los riscos de La Pedriza, en plena Sierra de Guadarrama. La travesía (un paseo para él) va marcada de anécdotas, historias de más de treinta años de aventuras y más de 200 expediciones almacenadas en una mochila.

Porque Sebastián Álvaro lo mismo te está contando su próxima hazaña en Pakistán, que te cuenta lo que se siente al echar un polvo a 7.000 metros de altura. Tal cual.  Sebas, como le llama todo el mundo, en definitiva, es un tío normal. Aunque haya parado por los últimos rincones del planeta.

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Sus pisadas están marcadas en todas las cumbres de las grandes montañas –desde el Himalaya o el Karakorum a los Andes o la Patagonia– y la piel se la ha dejado desafiando a los extremos de la Tierra: los Polos, la Patagonia, Groenlandia y todos los grandes desiertos.

Fue precisamente su primera expedición, a la cordillera del Karakorum (Pakistán), lo que le cambió la vida. «Un punto de no retorno», cuenta él mismo. Tenía 30 años y era técnico de montaje en informativos de Televisión Española.

Esa experiencia -aunque casi le costó la vida- le sirvió para saber que debía de cambiar los estudios de Prado del Rey y su horario de oficina para lanzarse a la montaña.

Al filo de los imposible


Pronto llegaría su gran tesoro. Porque la cara de Sebastián Álvaro está inevitablemente asociada a Al filo de lo imposible, el programas de TVE que hizo historia.

Y todavía, a pesar de haber pasado ocho años ya desde la última transmisión, se le sigue llenando la boca hablando de aquellos años. «Conseguimos cosas que muchos consideraban imposibles», recuerda.

Por eso, sabe que la forma física no lo es todo. Las palabras trabajo en equipo, voluntad, valentía, coraje, determinación y capacidad de sacrificio están en su boca continuamente.

Climas extremos


Pero el camino no ha sido fácil. Sebas en sus primeras expediciones, sin partes meteorológicos ni información, recuerda cómo trazaba sus expediciones basándose simplemente en la intuición. «La frase ‘hoy creo que va a hacer buen tiempo’ la decíamos constantemente». «Nos sorprendían entonces todo tipo de imprevistos meteorológicos«, señala.

Ahora la exactitud de la previsión meteorológica casi asusta. «Gracias a esto las escaladas hoy en día son mucho más seguras y menos azarosas», recalca.

Sin embargo, a pesar de la capacidad de planificación y experiencia, la fuerza de la naturaleza es mucho más fuerte que todos nosotros. «Pero por eso es una aventura, porque hay riesgo, imprevistos y posibilidades de morir», afirma.

Los dos límites -apunta-, tanto el calor como frío extremo, «no estamos hechos para aguantarlo». «Hemos estado en los Polos a -47ºC. y en los desiertos haciendo expediciones a más de 45ºC. Así es muy fácil no salir con vida», destaca.

De profesión: optimista


Sebas es un optimista declarado; por eso, siempre vive con un reto en la cabeza . «Me he dedicado a vivir la vida con intensidad, con pasión», nos cuenta entusiasmado. Y es que cuando habla, no puedes hacer otra cosa que admirarle.

«La vida no sólo se mide en años, días y minutos. El tiempo tiene otra dimensión que se nos escapa, que tiene que ver con las emociones que somos capaces de vivir», nos cuenta.

«Al final cuando nos estemos muriendo no nos vamos a arrepentir de aquéllo que hicimos, aunque hayamos fracasado; de lo único que te arrepentirás es de aquello que no te atreviste hacer». Son lecciones de alguien que ha visto la muerte de cerca pero que ha seguido plantándole cara.

Pero no todo ha sido un camino de rosas en estos años. ¿Su peor aventura? «Ver morir al lado tuyo a alguien que quieres», cuenta, recordando la pérdida de dos compañeros de Al filo en plena expedición.

Pero la palabra jubilación, de momento, no se encuentra en el diccionario de Sebas. ¿Límites? «Sólo los que tenemos dentro de nuestra cabeza», afirma.

«Mientras que la vida merezca el nombre de ser vivida, lo que hay que hacer es seguir viviéndola. No podré hacer las mismas cosas que hacía con 30 años, pero todavía puede hacer mucho. Y las voy a hacer», sentencia.

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