¿Por qué no puede haber extraterrestres en la Tierra?

Respondemos a una de las preguntas más realizadas en los últimos tiempos.

Alejandro Riveiro

Alejandro Riveiro

El exmilitar David Grusch compareció el pasado 23 de julio ante el Congreso de EE. UU. asegurando que el país tiene un programa ultrasecreto, desde hace décadas, de recuperación de naves y restos biológicos no humanos… Pero, ¿qué tiene esto de cierto? ¿Cuánto de probable es que se haya producido alguna visita extraterrestre en la Tierra?

Las afirmaciones de David Grusch no se apoyan en evidencia alguna

Es importante destacar que David Grusch es un antiguo oficial de inteligencia del ejército de EE. UU. y que llegó a formar parte del grupo de trabajo de fenómenos aéreos no identificados. Sin embargo, en ningún momento ha aportado evidencia alguna.

Esta es una parte importantísima que no podemos olvidar. No basta con que alguien ostente un cargo de importancia para dar validez a sus palabras. De hecho, si caemos en ese error, estamos cometiendo lo que se conoce como una falacia de autoridad.

Incluso las personas en posiciones de poder pueden equivocarse o realizar afirmaciones incorrectas, por lo que es necesario aportar evidencias de lo que se afirma. Grusch, a todas las preguntas del Congreso, respondió con evasivas.

David Grusch en su comparecencia ante el Congreso de EE. UU. Crédito: U.S. Federal Government public domain

Es decir, afirmaba que algo era real (por ejemplo, que EE. UU. tenga naves no humanas en su poder) pero sin poder aportar evidencia alguna. Además, en algunos casos las acusaciones llegaron a ser tremendamente graves.

Grusch aseguró que su país estaba, incluso, asesinando a aquellos que sabían demasiado del proyecto ultrasecreto para evitar que se filtrase. Al mismo tiempo, aparentemente, que permitía que empresas privadas trabajasen con ellos.

No solo eso, según el propio Grusch, ni siquiera el presidente de EE. UU. estaría al corriente de este tipo de programas. En definitiva, su comparecencia, así como una entrevista previa al medio NewsNation, está plagada de contradicciones.

¿Por qué no se da credibilidad a sus palabras?

La realidad es que, sin evidencia alguna que apoye sus palabras, lo que dice David Grusch carece de valor alguno. Cualquiera de nosotros podría afirmar que los elefantes vuelan, pero ante tan extraña afirmación, alguien nos pedirá, comprensiblemente, que lo demostremos.

Del mismo modo, podemos pensar en el caso del Área 51. La versión oficial es que es un lugar de desarrollo de tecnología militar. La versión popular es que allí se ocultan naves alienígenas estrellas, cadáveres de extraterrestres y demás.

Sin evidencias que lo confirmen, naturalmente solo se puede pensar en la primera posibilidad como una explicación plausible. Además, es necesario tener presente que, en el caso de las palabras de Grusch, algunas cosas afirmadas son directamente imposibles.

Por ejemplo, afirma que EE. UU. tiene en su poder tecnología no humana, así como restos biológicos no humanos. No dice extraterrestres, si no que utiliza una expresión diferente. ¿El motivo? Argumenta que se trata de criaturas interdimensionales.

David Grusch no dice extraterrestres, si no que utiliza una expresión diferente. ¿El motivo? Argumenta que se trata de criaturas interdimensionales.

Aunque esto puede resultar muy atractivo, la ciencia ha permitido entender (y demostrar) que el universo está compuesto por cuatro dimensiones, tres son físicas (las tres dimensiones que ya conocemos) y la cuarta es el tiempo.

Aunque se ha planteado que pudiesen existir otras dimensiones (por ejemplo, en la teoría de cuerdas), no se ha llegado a demostrar su existencia. En alguna ocasión, Grusch ha mencionado términos científicos, pero lo ha hecho de manera incorrecta.

¿Por qué no puede haber extraterrestres en la Tierra?

Si dejamos a un lado el hecho de que Grusch, en realidad, ni siquiera llega a mencionar la palabra extraterrestre, nos podemos preguntar por qué no parece probable que nuestro planeta esté recibiendo visitas de otras civilizaciones.

Lo cierto es que la presencia de una civilización, de manera inequívoca, solo se puede detectar por medio de una tecnofirma. Es decir, una señal cuyo origen sea tecnológico (porque, naturalmente, solo puede proceder de una civilización).

En el caso de la Humanidad, la primera señal tecnológica que enviamos al espacio se produjo en 1936. Fue el discurso de Hitler en la ceremonia inaugural de los Juegos Olímpicos de Berlín. Es decir, han pasado 87 años.

«The Blue Marble», la canica azul, la primera vista completa de la Tierra.

Esa señal viaja a la velocidad de la luz y, por tanto, ha recorrido como mucho 87 años-luz de la Tierra. Esa es la distancia máxima, por tanto, a la que una tecnofirma de nuestro planeta podría ser detectada. La Vía Láctea mide 120 000 años-luz.

No hay nada que haga sospechar, siquiera, que pudiera haber civilizaciones más avanzadas que la nuestra a una distancia tan cercana (en términos astronómicos). De hecho, de ser así, la implicación es que la galaxia debería estar repleta de civilizaciones.

E, incluso si hubiese una civilización, primero tendría que captar esa señal y, posteriormente, determinar que es de origen tecnológico, así como cuál fue el lugar desde el que se emitió. Solo entonces podrían plantearse alguna acción.

Los viajes interestelares son muy largos

Nada que tenga masa puede viajar a la velocidad de la luz, así que las naves alienígenas que podamos imaginar estarán limitadas del mismo modo. A esto hay que añadirle que, en cualquier caso, hace falta una cantidad de energía enorme para llegar a esas velocidades.

Tenemos que sumarle, además, el hecho de que no está claro qué tipo de materiales podría sobrevivir a un viaje a velocidades tan altas (ni si un ser vivo podría soportar el viaje a partir de cierto porcentaje de la velocidad de la luz).

Podemos pensar en algunos de los mecanismos alternativos que se plantean a nivel teórico, como los agujeros de gusano o el motor de curvatura. Ambas soluciones permitirían recorrer grandes distancias en el universo sin tener que acercarse a la velocidad de la luz.

Concepto artístico de un agujero negro observado delante de la Gran Nube de Magallanes. Crédito: Alain R/Wikimedia Commons

Sin embargo, ambas son soluciones meramente teóricas. Un agujero de gusano necesitaría una cantidad enorme de energía para abrirse y mantenerse estable. No solo eso, necesitaría energía negativa, algo que no se ha observado en el universo.

En el caso del motor de curvatura, nos encontramos de nuevo con un requisito de energía enorme (y exótico) y tampoco está claro cómo se podría llevar a cabo ese viaje entre dos lugares del cosmos. Por lo que no parece haber mecanismo alguno.

¿Hay vida en otros lugares de la galaxia? La expectativa es que probablemente sí, especialmente microbiana. En cuanto a civilizaciones, no está tan claro y, en cualquier caso, parece poco probable que sepan, siquiera, que la Tierra existe.