Mario Picazo
Cuando pensamos en chocolate lo primero que nos viene a la mente es su exquisito sabor y lo adictivo que es para muchos. El chocolate como alimento tiene propiedades nutritivas destacables, pero ¿te imaginas que también pueda servir para luchar contra el cambio climático?
Parece que en Alemania lo tienen claro, y mediante un proceso de transformación son capaces de sacar partido a los desechos derivados de la producción de chocolate. La idea general es que durante su proceso de elaboración, se pueda eliminar carbono del aire a la vez que se generan sub-productos.
Chocolate para reducir la concentración de carbono atmosférico
Circular Carbon, una fábrica de Hamburgo dirigida por Peik Stendlund, está transformando las cáscaras de los granos de cacao en una sustancia conocida como biocarbón. El biocarbón una especie de polvo negro cuya elaboración ayuda a reducir el carbono que emitimos al a atmósfera.
El polvo negro resultante se genera al calentar las cáscaras de cacao en un habitáculo sin oxígeno a 600ºC. Durante el proceso, se bloquean los gases de efecto invernadero y el producto final se puede utilizar como fertilizante o como ingrediente en la producción de otros compuestos.
La tecnología de la generación de biocarbón está aún en sus inicios, pero tiene mucho potencial como método para eliminar carbono del que se acumula en la atmósfera. En alguno de los informes del IPCC (Panel Intergubernamental sobre el cambio climático), se hace mención del potencial que puede tener en las próximas décadas.
Según los expertos, podría capturar cerca de 2.600 millones de los 40.000 millones de toneladas métricas de CO2 que la humanidad produce actualmente cada año. Pero el gran reto al que se enfrentan los productores de biocarbón, es ampliar su uso. De momento la idea es trasladar la tecnología y el proceso a otras plantas del mundo.

Abono para la agricultura y reductor de la huella de carbono
El uso de biocarbón se remonta a los tiempos de las poblaciones indígenas de las Américas. Ya entonces lo empleaban como fertilizante antes de que fuera redescubierto en el siglo XX por científicos que investigaban suelos extremadamente fértiles en la cuenca del Amazonas.
Las cáscaras del cacao, como muchos otros productos de origen vegetal, liberan carbono a la atmósfera cuando se descomponen. Pero con el biocarbón, una buena parte de ese carbono se acaba almacenando durante siglos.
Una tonelada métrica de biocarbón puede almacenar el equivalente a entre 2,5 y 3 toneladas de dióxido de carbono. Además, la sorprendente estructura esponjosa de la sustancia estimula los cultivos al aumentar la absorción de agua y nutrientes por parte del suelo.
De la fábrica, el producto pasa a unos sacos blancos que compran los agricultores locales en forma de gránulos. A pesar del uso local, los estudios realizados del producto han revelado que este fertilizante, sería más efectivo en climas tropicales que en Alemania donde se está usando.
El precio final del fertilizante es bastante elevado. De media viene a costar unos 1.000 euros por tonelada, un precio excesivo para la mayoría de los agricultores de la región.

Cacao convertido en biogás para generar electricidad
La transformación de las cáscaras de café ocurre a través de un proceso conocido como pirólisis. En la fábrica alemana, uno de los elementos generados durante el proceso es biogás, algo que también tiene un uso importante.
Cada año se generan 3.500 toneladas de biocarbón y hasta 20 megavatios hora de gas a partir de 10.000 toneladas de cáscaras de cacao. El proceso en sí es bastante eficiente, porque todo se hace localmente, y el transporte se limita al máximo.
Los ingenieros del proyecto buscan también otras aplicaciones que puedan ser interesantes. Uno de los sectores que podría beneficiarse del proceso es el de la construcción. El biocarbón generado podría servir perfectamente para producir el llamado ¨hormigón verde¨.
Fórmula mágica para compensar la huella de carbono
Si hay algo que ha abierto los ojos a muchos empresarios, es la idea de comprar certificados con el objetivo de equilibrar sus emisiones de carbono. El gran reto es producir un determinado volumen de biocarbón, con el fin de poder compensar sus respectivas huellas de carbono.
Desde que se ha incluido el biocarbón en el sistema europeo de certificados de carbono, el sector está creciendo a un ritmo imparable. En muchos rincones del viejo continente ya se plantean proyectos similares al del biocarbón en Hamburgo y este año se espera duplicar la producción respecto a 2022.