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su entorno. En la construcción de estos cortijos prevaleció el uso de los materiales más asequibles procedentes del entorno natural más cercano, siendo las piedras - muy abundantes en la zona - la principal materia prima para la construcción de muros, portantes, y cerramientos con tierra arcillosa mezclada con agua, cal, yeso, y utilizando la flor de la pita para las bigas del techo. Los muros se hacían muy gruesos con pequeñas ventanas para reducir al máximo la entrada de calor en verano y del frío en invierno. Llamar cortijo a estas construcciones surgió a partir del siglo XIII, cuando se inicia los procesos de repoblación y ordenación del territorio tras la Reconquista de los Reyes Católicos. Los cortijos cristalizan como la fórmula tradicional de explotación agraria y ganadera, y representó en su tiempo el asentamiento rural más extendido en el paisaje andaluz. Desgraciadamente estos cortijos ya solo son un vago recuerdo de un pasado cercano, unos cortijos que en ese pasado cercano estuvieron llenos de vida, de actividad agrícola y ganadera y que hoy solo son montones de escombros y de abandono. Antes de hacer este reportaje hablé con personas que vivieron en este cortijo de Montano, y me contaron la dureza de la vida en un medio tan climatológicamente maltratado, tan hostil. Cuando terminé el reportaje me senté en la puerta del cortijo, de pronto empecé a escuchar risas de niños, el sonido característico de las cocinas al hacer la comida, voces de mayores, un perro que ladraba a una perdiz que volaba bajo, para mi sorpresa el cortijo había cobrado vida de nuevo. Pero esa ilusión auditiva duro solo duró unos segundos, presté más atención, y solo oí el sonido del silencio, del silencio que envuelve a muchos cortijos de los campos de Níjar.