Fotos

a lomos del caballo, del burro o del macho…Si, porque en Castilla al mulo se le llama macho. Lo que no quita para que se les rebautice con nombres rimbombantes: Roma, Lucero, Centella… Se carga trozo a trozo la leña. Y cuando el jamelgo está bien cargado se retorna a casa, a la hacienda. Ahí se va apilando cuidadosamente, para que quepa toda. Cuanto más mejor. Como si de una letanía se tratara, en el pensamiento están los “y si…”: y si el inverno es más duro que de costumbre, y si cayera enfermo, y si el yerno o la nuera necesitarán más… Un poco más. Siempre a cubierto. Que no se moje. Que arda bien en el hogar. Que caliente la comida, la casa y a nosotros también. La lumbre, la televisión de antaño. Cuando se terminaba de cenar todos se sentaban alrededor mirándola. Era el momento en el que la imaginación volaba. Los ojos se perdían entre las ascuas guiados únicamente por el pensamiento, hasta que un chisporroteo del fuego, hacia despertar y volver a la realidad que a veces no era otra sino la de intuir que era la hora de ir a la cama. Tarea de valientes. Del calor del hogar había que dar un salto al catre, con sus sábanas húmedas, frías... Una tonelada de peso sobre ellas. Dos cobertores. De lana, por supuesto. De esa que picaba al contacto con la piel. Rilabas hasta que poco a poco ibas entrando en calor. Si la nariz quedaba fuera, se volvía fría. Adentro con ella también. Bien tapados. Es Castilla. La noche fresca. Aquí nunca hace frío, solo fresco. A media noche en casa del carretero, las gotas de lluvia tintineaban en los cristales. Era el aviso. Entre sueños balbucea…esta noche llueve…mañana…hay barro.