Fotos

tampoco deja indiferente al aficionado a la fotografía. Sus bellos y singulares rincones, en los que el silencio reinante hace que resuenen en nuestro interior el eco de los versos de aquellos poetas que la pasearon antes que nosotros; hacen disparar nuestro obturador como si quisiéramos poner imagen a cada uno de aquellas estrofas. ¿Pero que encontraremos en Soria? Soria, mal que nos pese a sorianos y casi sorianos, como es mi caso, es melancolía y tristeza, que sus habitantes solo se atreven a romper una vez al año, coincidiendo con el solsticio de verano, en una explosión de luz, color y bullicio, expresado en sus fiestas de San Juan o de la Madre de Dios. Soria es Castilla, en su esencia pura. Sin adornos. Sin tapujos. Tal cual. Es por ello que tras nuestra primera visita a la ciudad, es cuando podremos comprender como poetas consagrados, venidos de tierras muy lejanas, encontraron en ella el alma de lo esencialmente castellano. Comienza este paseo virtual a orillas de un Duero de aguas heladas, al pie de la Sierra de Santa Ana. Allí podremos encontrar sustentada en la roca la ermita de Saturio, primero anacoreta, luego Santo y después excelso patrón de la ciudad de Soria, que cada 2 octubre lo conmemora para cumplir con el viejo dicho de “haga frío o calor, San Saturio el día 2”. Permitidme iniciar esta andadura con unos versos de Gerardo Diego: “Río Duero, río Duero nadie a estar contigo baja ya nadie quiere atender tu eterna estrofa olvidada”. Hoy seremos nosotros los que acompañaremos el sonido de las aguas del Duero. Venid…seguidme…